POR REDACCIÓN – www.ernestobisceglia.com.ar
El tablero político local de forma silenciosa pero contundente está literalmente pateado. Los datos en apariencia técnicos, sin embargo, tienen implicancias directas sobre el armado electoral y la redefinición de los espacios de poder.
Si, Juan Carlos Romero, se corre, el frente se parte en dos. De un lado, el kirchnerismo duro, que aún conserva estructura y piso propio. Del otro, Alfredo Olmedo y La Libertad Avanza, que representan el voto más refractario al populismo K. Pero el verdadero dilema no está en esa polarización, ya previsible, sino en lo que queda afuera: el voto sin representación clara, el electorado de centro-derecha que no se siente interpelado ni por las banderas progresistas ni por la verborragia autoritaria de los libertarios.
Se trata, según cálculos finos, de unos 80.000 votos que no son de izquierda ni de derecha; más bien, un electorado pragmático, conservador en valores, pero reacio a los extremos. Gente que vota a quien les ofrezca previsibilidad, experiencia, o simplemente una especie de peronismo no confrontativo.
Hoy, ese voto está huérfano.
Y en política, el vacío se llena. Es allí donde aparecen nombres que hasta hace poco no figuraban en la grilla, pero que podrían ocupar ese espacio vacante. Uno de ellos es Andrés Suriani. Con pasado parlamentario, discurso definido y una prédica constante en torno a valores tradicionales, Suriani representa a ese votante que quiere orden, pero no gritos; firmeza, pero no delirio mesiánico; identidad salteña, pero sin peajes ideológicos.
El desafío es doble: para quienes pretenden contener al electorado moderado sin entregárselo en bandeja al kirchnerismo, y para quienes, desde el entorno de Olmedo, deberán evitar fugas hacia opciones con mayor templanza. La batalla por ese tercio oscilante será decisiva.
Hoy, el espectro electoral de Salta es una verdadera mesa de ruleta: ¡Hagan juego, señores!