Y… que las hay, las hay

POR ERNESTO BISCEGLIA. – Mi amigo José dice que tenemos que retornar al politeísmo y que cada uno crea en lo que quiera, de ese modo no habría más problemas de violencia por causas religiosas. Yo no comparto su criterio, porque si creyendo en un solo Dios uno ya tiene problemas, no quiero imaginar lo que sería con varios. En esto estábamos dejando escurrir las últimas horas del 2008 y observábamos cómo en la actualidad la fe es un valor en decadencia, sobre todo entre la juventud que no tiene ninguna preocupación espiritual. Sin embargo, como es de naturaleza creer en algo, basta abrir cualquier periódico para encontrar un menú con las más variadas formas de anclar esa necesidad: cartas, tarot, quiromancia, también runas, videncias, imposiciones de manos, “fumadas”, maestros metafísicos, engatusadores místicos, licenciados en paranosecuánto, brujas con bola de cristal y todo, libres pensadores y pronosticadores apocalípticos. Y si, hay público para todo.

Pero hay sin embargo una ciencia –llamémosle así, porque en cierto modo lo es- a la muchos rinden culto y “veneración”, tal es la astrología. Tan antigua como la historia misma, echan mano de ella hasta los adolescentes que cuando se conocen la primera pregunta suele ser: ¿de qué signo sos?, como para tener una guía de probable compatibilidad o no con ese otro ser. Después será del caso averiguar a qué se dedica, qué clase de persona es, etc. El horóscopo es la sección más consultada en periódicos y noticieros. Es un retorno a los tiempos más antiguos en que augures y oráculos regían la vida de los hombres. Hasta los líderes políticos practican el esoterismo y deciden políticas de estado basados en estos “consejos” astrales. Algunos hasta incluyen un “brujo personal” como un miembro más del gabinete, a veces el más respetado. Desde el punto de vista incluso de la lógica todo esto es bastante ridículo; verdaderamente el mundo transcurre un tiempo ciertamente ridículo.

Echemos mano de lo que los antiguos decían sobre los astros. Se dice que cada 2150 años el sol cambia de signo zodiacal de forma que el reloj zodiacal recorre los doce signos del Zodíaco en un arco de tiempo que se estima en alrededor de 26.000 años, corriendo en sentido inverso al que aparentemente efectúa el sol en el transcurso de un año.

Vista la historia de la humanidad desde este punto astral, tenemos que según la casa reinante determinados hechos acaecen a los humanos y tienen influencia sobre su comportamiento.

Veamos, afirman los astrólogos que la Era de Tauro se situaría temporalmente en términos relativos, entre el 4320 y el 2160 antes de Cristo. Tiempos aquellos en que las culturas tenían algo en común, el culto del toro. En Egipto, por ejemplo, se practicaba el culto al buey Apis[1] y del mismo modo ocurría en Persia, Caldea, Asiria, Babilonia, Creta, incluso en el sudoeste español donde en las cavernas-santuario se encuentra esta misma imagen, como así también en otros documentos arqueológicos e historiográficos. Esta época está dominada por la idea de la soberanía, conquista por la fuerza y dominación donde la esclavitud era una práctica corriente.

Con el cambio hacia la Era de Aries surge la idea de un pueblo elegido por Dios y cobran sentido los principios de libertad y de justicia y ahora es la figura del carnero la que se halla en todas las representaciones políticas y religiosas de la época. Autores hay que fijan la fecha de nacimiento del patriarca Abraham hacia el 2160 a. C, justamente el año de cambio de Era, llegando a afirmar que ese nombre significa: “venido del carnero”. Sabemos, pues, que el episodio central, la prueba de fe pedida por Dios a Abraham que consistía en sacrificar a su único hijo, Isaac, está simbolizada por la presencia de este animal, el cual se ofrece por el Ángel como sustituto para la ofrenda[2].

Al mismo tiempo en Egipto ocurre otro evento de tono religioso igualmente sugestivo: el faraón Amenhotep (Amenofis IV)[3] (Cifr. Colombo Murúa, Patricio “Tras las huellas de Moisés”. Ed. UCS. Salta. Argentina. 1999) sustituye el culto politeísta tradicional por el monoteísta del Cordero (Amón).

Moisés (quien sería medio hermano de Amenhotep que luego tomaría el nombre de Akenatón) al bajar del Monte con los Mandamientos se encontró que su pueblo cansado de la espera había dispuesto la construcción de un “becerro de oro” al cual comenzó a adorar. Como en los casos anteriores el carnero se encuentra en las tumbas de Ur, en Caldea, lo mismo que esculturas asirias, y hasta en la misma Grecia donde Zeus aparece con cuernos de carnero, o bien, acompañado de este animal. Moisés tenía además poderes taumatúrgicos que la Biblia nos informa le habían sido enseñados por los sacerdotes egipcios (ver Hechos 7, 20-23).

Hacia la primavera del año uno de la Era actual suelen colocar los que dicen conocer de la cuestión el ingreso del sol en la casa de Picis, coincidiendo con las grandes transformaciones en el aspecto social y religioso. Es el tiempo del cristianismo. Vemos entonces que tanto la persona de Jesucristo como todo lo atinente a su movimiento estaba representado con la figura del pez que obraba al mismo tiempo como una contraseña para reconocerse en los cristianos en ese tiempo de persecución. La sigla “Ichtys” (pez, en griego) quería decir: Jesús Christos Theu Hyíos Soter[4]. La figura del pez sobre un plato indicaba las comidas rituales de los cristianos según consta en los testimonios arqueológicos de las catacumbas. Así, el pescado como ícono trasunta toda la vida del cristianismo naciente; los primeros discípulos de Cristo son presentados particularmente como pescadores (Mat. 4, 18-20). San Marcos enseña cómo en una oportunidad dio Cristo de comer a una multitud con sólo cinco panes y dos peces[5], y luego volvió a repetir el milagro con siete panes y “unos pocos pececillos” (Mar. 6, 30-44).

Pero donde la cuestión se torna más interesante es en el paso de la era de Picis a la de Acuario, que sería la nuestra respecto de la cual tanto las fuentes neotestamentarias como las predicciones de videntes como Malaquías y Nostradamus y los oráculos de los modernos nigromantes coinciden en ver en esta Era un tiempo de paz, prosperidad, justicia social y elevación espiritual, y esto hay que tomarlo con seriedad, sabiendo claro está leer con atención porque tdo está muy salpicado de esoterismo barato que le quita crédito a la cuestión.

El tiempo que resta para alcanzar ese estadio es el problema. Nostradamus hacia el 1500 de nuestra era preanunciaba que grandes tinieblas precederán “le temps urnal” que no son otros que los de la era de Acuario [6]. Antes de la venida de un “monarca” anunciada por todos, Evangelios, Apocalipsis y videntes, procederán grandes dolores, devastaciones de ciudades y masacres, ya anunciados desde largo tiempo atrás por la Virgen María en sus repetidas apariciones. Ella llama a estos signos la “Gran Tribulación”, por otro lado, ya también anunciados por el propio Cristo[7]en distintas oportunidades. No vamos a abundar sobre este particular porque las interpretaciones son vastísimas y quienes no estén iniciados en el tema podrían tal vez pensar que el autor del presente es un hereje, contumaz e impenitente, propio pasto de las llamas inquisitorias. Pero la Segunda Epístola de Pedro, Malaquías (3, 7-8) y (3, 14-15); Marcos (13, 18-23), son textos interesantes para reflexionar sobre el particular.

Hay voces en el ambiente actual que preanuncian el Apocalipsis, la Parusía (Segunda Venida de Cristo), incluso que hasta vaticinan el sitio donde habrá de ocurrir. Tiempo de tentación milenarista (teoría condenada por la Iglesia); en la cual retoma protagonismo una línea que nace con Joaquino da Fiore (Celico-Calabria; 1145-102), pasa por Giordano Bruno (Nola; 1550-1600) y llega hasta Manuel Lacunza (+1801), jesuita chileno expulso que tiene una obra muy interesante “La Segunda Venida del Mesías en Gloria y Majestad” que discierne sobre las condiciones y tiempos de esa Venida (se puede consultar en Internet). Esta obra llamó la atención de Belgrano que la publicó en 1816 en Inglaterra, según la cual la historia tiene edades. Para Da Fiore eran tres, la del Padre, la del Hijo y la del Espíritu Santo. Juan Pablo II en Tercio Milennio Advenient hablaría de algo similar.

Podríamos sumar visiones, locuciones, mensajes de la Virgen y toda una abundante literatura esotérica, muy interesante por cierto, pero que exige –reitero- una cuidada exégesis ya que la charlatanería escatológica está de moda y es muy redituable. Vivimos un tiempo tan reblandecido en la fe que las personas acuden a cualquiera que ofrezca milagros a precio de ocasión. Por unas pocas monedas podemos obtener desde una ramita del Huerto de los Olivos hasta un poco del óleo con que fue ungido Jesús por Zacarías en el Templo. ¡Y los compran! Peor todavía ¡Los veneran!, mientras los falsarios se enriquecen con la pobreza cultural y espiritual de quienes seguramente confiadamente los obtienen. ¿Qué buscan en realidad? Un poco de esperanza, asirse a través de un frasquito con aceite común o una rama cortada en el cerro a la esperanza de solucionar un problema o mejorar su vida.

Tiempo escatológico donde ni los difuntos gozan ya de “la paz de los cementerios”, porque el camposanto es profanado para obtener huesos para fines inconfesables o las tumbas se usan como altares propiciatorios para la práctica de ritos siniestros, mientras vemos como libremente hay negocios que venden los utensilios necesarios para esta macabra estafa. Sin embargo, la industria del mal existe, el satanismo es una corriente de moda que los adolescentes adoptan sin percatarse de los peligros a los que se exponen. Los cruzamos en las calles portando cruces invertidas y pentágonos con círculos. Usan desaprensivamente la cabeza de Bahomet en la cruz; el Símbolo por antonomasia de la vida y de la esperanza de la resurrección convertido en fetiche luciferino. ¡Adviertan padres y maestros frente a qué están cuando sus hijos o alumnos ostenten estos amuletos!

Y si, como dice el viejo dicho: “que las hay, las hay”.

Nosotros, en cambio, preferimos asirnos al espíritu de Pablo de Tarso y quedarnos con lo que el Apóstol proclama en 1 Cor. 1, 22-23: “mientras los judíos piden signos y los griegos buscan sabiduría, nosotros predicamos a un Cristo crucificado, escándalo para los judíos, necedad para los gentiles”[8].

Ernesto Bisceglia

[1] Se dice que en realidad se trataba de un toro.

[2] Gén. 22, 10-14: “…(le dijo el Ángel) No extiendas tu brazo sobre el niño y no le hagas nada, porque ahora he visto que en verdad temes a Dios, pues por mí no has perdonado a tu hijo, a tu unigénito. Alzó Abraham los ojos, y vio tras sí un carnero enredado por los cuernos en la espesura, y tomó el carnero y lo ofreció en holocausto en vez de su hijo”. (El subrayado pertenece al autor)

[3] Amenofis significaba “Amón es misericordioso”, podría leerse asimismo como “el Carnero es misericordioso”. Luego cambiará su nombre por el de Akenatón (agrada a Atón) al implantar el culto monoteísta lo que le traerá graves desavenencias con el clero de Amón. Finalmente hizo cerrar todos los templos de los dioses y, en particular, persiguió el nombre y las imágenes de Amón, y obligó a borrar e incluso a destruir todo lo que estuvo a su alcance referente a las mismas. Cifr. Colombo Murúa, Patricio “Tras las huellas de Moisés”. Ed. UCS. Salta. Argentina. 1999.

[4] Jesús Cristo Hijo de Dios Salvador.

[5] Mar. 6, 30-44

[6] En la estrofa LXXII, dice Nostradamus: “El año mil novecientos noventa y nueve, siete meses/ Vendrá del Cielo un gran Rey de horror/ Resucitar al gran Rey de Angolmois/ Antes, después, Marte reinará por buena dicha. Nostradamus, Michel. “Las Profecías de Nostradamus”. Edición electrónica. www.formarse.com.ar

[7] Por ejemplo, en Marcos 13, 19-23, se dice: “Pues serán aquellos días de tribulación tl como no la hubo desde el principio de la creación que Dios creó hasta ahora, ni la habrá. Y si el Señor no abreviase aquellos días, nadie sería salvo; pero por amor de los elegidos, que Él eligió, abreviará esos días. Entonces, si alguno os dijere: He aquí o allí al Mesías, no le creáis. Porque se levantarán falsos mesías y falsos profetas y harán señales y prodigios para inducir a error, si fuere posible, aún a los elegidos. Pero vosotros estad sobe aviso; de antemano os he dicho todas las cosas” (El subrayado pertenece al autor).