POR ERNESTO BISCEGLIA. – Irán otra vez allí, frente a Dios y la Bandera, frente al Bronce que señala cómo hay que mirar hacia el horizonte leyendo el signo de los tiempos para poder defender a la Patria, a la provincia y a los ciudadanos.
Porque hoy es día de homenaje, es cierto; pero más debiera todavía ser un día de meditación y de recogimiento cívico porque el Pueblo está reunido en torno al Monumento del único Padre de la Patria que murió a manos de la traición de los mismos que con él compartieron su mesa, los que lo conocieron y deshonraron su amistad para privilegiar sus mezquinos intereses.
Ese Bronce hoy la magnificencia de un púlpito desde donde la figura del General Martín Miguel de Güemes recita el Evangelio laico de los Pueblos Libres. Desde esa cátedra, el espíritu del Prócer grita “¡Despertad!”, porque son tiempos álgidos, tiempos inciertos, donde nadie parece estar oteando el horizonte próximo que se avecina las nubes de la turbulencia social.
¿De qué sirve el discurso fatuo, petulante, de esos que, sin glorias, sin méritos, hablarán de la Patria en el tono grave de los sofistas? Comparando los tiempos y los esfuerzos, diciendo de un futuro que en realidad está difuminado por la incertidumbre política y el desasosiego de una muchedumbre que se reúne pero que no razona en lo profundo de la enseñanza histórica.
Desde ese pináculo, el General Güemes advierte que de nada sirve congregarse tocados con escarapelas y signados sus rostros con la expresión marmórea, no de la solemnidad sino del duro mármol, el mismo que un día sellará sus tumbas. ¡Porque la Patria no es la piedra conmemorativa ni el busto, tampoco ese mismo Bronce que como Juan en el desierto predica desde su altura la unión de los salteños y aspira a la unidad de los argentinos! Porque ésa fue su lucha, ésa su Pasión y Muerte.
¿Para qué nos sirve hoy Güemes? Si no logramos contaminarnos del egregor de esa entidad psíquica colectiva formada y sostenida por la energía y las emociones de la comunidad, que posee el potencial de influir en los pensamientos y comportamientos de sus miembros y que permanece perenne en la figura del Prócer Gaucho sin que nadie asuma sus valores y categorías… repetimos ¿Para qué sirve?
Hoy, Güemes es substancia, alquimia trascendental macerada en su historia bicentenaria que rezume (con “z”) la sangre y las lágrimas de aquellos que pagaron con su vida el impuesto de convertirse en ciudadanos. Un privilegio que nos resulta heredado y que nos compromete con la memoria de esos que fueron savia fluyente y entrega mística en favor de una utopía que a pesar de su ignorancia comprendieron que eso…, ¡Eso era la Patria!
Se llevará el viento los acordes de los himnos y las flores de las ofrendas se marchitarán al paso de la indiferencia de los ciudadanos que continuarán con sus vidas grises y problematizadas. Los discursos serán pasto del óxido que consume a los papeles… ¡Nosotros pasaremos! Y a pesar de ser historia, el bronce pequeño, ínfimo de la lápida que subraye el epitafio familiar, será inconsistencia kármica para una sociedad no supo comprender la gravedad del peso específico de ese Monumento que representa el mojón glorioso que edificaron los que yendo a la tierra entonces, se convirtieron en grano fértil del dorado trigo que representa el sueño de una Patria, Libre, Justa y Soberana.
¡Sacudid la modorra! Grita el Güemes en la soledad de su pedestal. ¡Mirad el horizonte! Dice el General, advirtiendo que el Armagedón argento puede encenderse provocando el desguace institucional y echando a un pueblo esperanzado a la Gehenna donde los ritos paganos y los sacrificios serán el tributo pagado al Caronte que besa el Muro de los Lamentos transportándonos a esa Tierra Sin Fin, donde en el pórtico de ingreso se lea aquella infame frase dantesca: “Vosotros, los que entráis aquí, perded toda Esperanza”.
Ese Bronce güemesiano, hoy marca el derrotero, ilumina el camino y enseña el modo, diciendo con Virgilio aquel «Sic itur ad astra», que indica que “Así se va a las estrellas», como el Eneas de “La Eneida” que sigue su destino hacia la patria prometida a pesar de los numerosos obstáculos y desafíos que el destino le opone en su trayecto.
Entonces, Güemes hoy no es un Bronce frío sino la ardiente Tea que el Prometeo robó a los dioses para iluminar a los humanos. Güemes hoy, es vivencia patriótica, existencialidad cívica en grado superlativo, categorización revolucionaria y tránsito hacia la luminosidad.
Pero también hoy, Güemes, es el opuesto a los Miserables, a los que deshojan los Laureles de las Glorias que ornan el Escudo, a los que desgarran el Lábaro belgraniano poniendo en riesgo el Territorio, a los que sirven el vasallaje infame de la alianza con el colonizador, a los que, a diferencia del Prócer Gaucho que dio la vida por la Libertad de los suyos los venden al imperio de Henry Morgan para que vuelva a esclavizarlos.
Para eso sirve hoy, Martín Miguel de Güemes, para discernir entre Próceres y miserables. Entre grandes hombres y hombres engrandecidos, aquellos por sus Glorias pero estos por el lucro.
Entonces será, cuando los Pueblos tomen conciencia de que la Patria ha sido desfalcada por las ambiciones de aquellos a quienes ellos mismos encumbraron.
Y cuando todo sea miseria, desolación y cautividad nuevamente, sonará, otra vez, desde el fondo de la Historia la voz potente del General Martín Miguel de Güemes, reclamando: “No hay sacrificio demasiado grande cuando está en juego la libertad de la patria.» O la pluma que diseñó el país de Manuel Belgrano , diciendo ,«La Patria es servicio y la política su instrumento»,
Pero, sobre todo, aquellas palabras del Libertador. José de San Martin, cuando clamando advierte: «¡Seamos libres, que lo demás no importa!».
Y desde el Norte, el tropel Gaucho, con Martín Miguel de Güemes recordando que la dignidad no se negocia, se alzará repitiendo aquel: «Todos estamos dispuestos a morir, antes sufrir otra vez una dominación odiosa y execrable»
Es un tiempo revolucionario. Las revoluciones anidan en los corazones antes que, en las mentes, decía Napoleón.
La Patria está reclamando ese servicio. Y no somos pocos los que ya estamos alistados.