Urtubey y el llamado celestial: la reparación histórica… de su propio relato

POR: ERNESTO BISCEGLIA – www.ernestobisceglia.com.ar

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Resumen: En tiempos en que los cielos parecen anunciar catástrofes y hasta el mismísimo Éufrates amenaza con soltar a sus demonios, Salta no podía quedarse atrás. Aquí no se abren los cielos, pero sí los archivos de campaña, y de pronto —como si fuera un milagro low cost— resucita Juan Manuel Urtubey, autoproclamado “enviado” para traer reparación histórica… de su propio relato.

Tiempos proféticos, de señales bíblicas, de auroras boreales en el Chaco, los Cielos que se abren y cosas raras que se nos vienen encima, que nos caen de arriba… En otros lugares, la tierra se abre y parece que vamos al cumplimiento de la liberación de los Demonios encadenados bajo el lecho del Éufrates (Ap.9, 13 al 15)… Y en medio de todo ese cataclismo ¡Nos aparece Juan Manuel Urtubey!

No sabemos bien si este emerge desde abajo del Río Arias -por lo contaminado- o nos cayó como pedrada para abollarle la campaña al oficialismo. El catecismo enseña que los seres ascendidos regresan desde arriba, pero en este tiempo de situaciones invertidas e invertidos, si hasta los polos se están dando vueltas, no nos sorprenda que este Urtubey nos venga desde abajo.

Fijémonos qué bendita tierra habitamos, donde todo lo inexplicable sucede: imágenes que arriban flotando, terremotos que se detienen y momias que se aferran a los cargos políticos por más años que las del Llullaillaco. Sin embargo, hasta el poder sobrenatural tiene coto en Salta, porque a los sismos sociales nadie los detiene; los funcionarios se momifican en sus puestos y los muertos “dejan sus tumbas” -diría el Zorrilla- y vuelven a la vida política. Incluso hay émulos de Barrabás en los cargos públicos.

Qué pequeño y distante quedó el Maquiavelo, que anunciara aquello que “la política es el arte de lo posible”. ¡Mentira! En Salta, la política es el arte de lo imposible. Este descenso –o ascenso, nadie sabe ya– de Urtubey lo prueba. Porque el suyo, que fue el gobierno de lo imposible: imposible que los humildes tuvieran agua potable, imposible que las cloacas llegaran a los barrios postergados, imposible que el Fondo de Reparación Histórica cumpliese su objetivo, imposible hasta que la Justicia investigara y resolviera los casos que debía, hoy, viene en pos de promesas de hacer lo posible.  El pedernal de los Mayas era plastilina al lado de la caradurez de este personaje.

Eso si, hay que reconocer el sesgo bíblico del gobierno “U”: porque así como Yahvé hizo llover maná sobre el pueblo judío en el desierto, Urtubey hizo caer desde el helicóptero los paquetes de alguna ayuda a las comunidades aborígenes. Claro, tampoco se puede todo, porque “Juan” vendría a ser algo así como para los griegos era un semidios que no lo podía todo: Moisés hizo brotar agua de las rocas… pero nuestro aprendiz de Baco no pudo y el suelo se volvió roca por falta de agua, pero bueno… uno no puede ser todo, ¿no?

¡Juan, la voz que clama en el desierto! (Jn. 1:23)

Ya lo decía el profeta: “Soy la voz que clama en el desierto”; sí, pues. Este “Juan” vuelve a clamar reparación en el desierto que dejó. Y comprobamos que estamos así porque los simples no tienen memoria, no tienen criterio, no tienen agua, no tienen tierras, no tienen… Por eso lo reciben al grito de “¡Qué bueno que vuelve!”. Criaturitas.

En redes circula un flyer y un video donde aparece el rostro angélico de nuestro Juan telúrico, afirmando: “Sentí el llamado de la ciudadanía de volver por los humildes y hacer una reparación histórica, es la cuestión de fondo”. Se ve que el pueblo de Salta debe tener un “0800-afanameya”, con contestador automático.

No podemos afirmar que haya dicho semejante cosa. Quizás sea una fake-news, o un lapsus de iluminado. Porque sabemos que los enviados por el “Más allá” suelen ser medio lelos. Pero si lo dijo, está en línea con todos los enviados del Padre que la fregaron: Caín, Noé, Lot, Abraham, Jacob, David, Salomón… una galería de ineptos, pillos, infieles, adúlteros y malandras. Os sugiero leer el Génesis, nada más. Desde este punto de vista, nuestro “Juan telúrico” y sus apóstoles cumplen todos acabadamente con el perfil bíblico.

Con la duda que nos altera la sinapsis sobre este supuesto llamado social, nos preguntamos: ¿fue de los humildes o de los empresarios amigos, consultoras y banqueros de ocasión? Porque en el anterior “llamado” de doce años, los humildes quedaron esperando al otro lado de la línea… y sin tono.

Ahora, con absoluta naturalidad, se presenta nuestro “Juan telúrico” como el candidato del pueblo postergado; un “resucitado” político como si fuera un milagro barato de esos televangelistas que soplan y la gente cae desmayada.

Como si los humildes no hubieran vivido en carne propia la desigualdad durante su largo reinado principesco, al que hay que reconocerle que fue inclusivamente bíblico también. Pues, como Jesús dijo: “Bienaventurados los pobres porque ellos poseerán el Reino de los Cielos”, él, incluyó a la mayor cantidad de pobres en la fila de los que verán a Dios. No es poca cosa. Al fin de cuentas, los pobres y los humildes también se merecen una buena vida, pero ¿por qué tiene que ser en esta vida? Puede ser en la próxima.

Si…, con estos políticos, los pobres y los humildes deberían creer en la reencarnación.

También dicen que nuestro “Juan telúrico” se autopercibe peronista, y la historia nos cuenta que todo retorno peronista suele ser dramático. Y así es, este Juan, se aproxima y con una velocidad mayor a la del 3I/Atlas, proponiendo una reparación histórica en versión Salta: humo, fantasía y aplausos para los que siempre pierden.

Y aquí lo tenemos, a nuestro Juan telúrico, resucitado por obra y gracia de un marketing tardío, prometiendo reparación histórica con la misma convicción con que un chamán vende agua bendita en botellita descartable. Quizás la próxima aurora boreal no aparezca en el Chaco, sino en la plaza 9 de Julio, cuando los fieles aplaudan a su nuevo–viejo profeta. Y así seguimos, esperando el milagro... mientras el cielo se abre, los demonios del Éufrates se sueltan y en Salta, como siempre, terminamos votando al diablo que ya conocemos. –