POR: ERNESTO BISCEGLIA – www.ernestobisceglia.com.ar
Desde sus primeros compases, El Gato Montés, aviva aires taurinos y la imaginación recrea una plaza de toros. Sin embargo, esta pieza no constituye parte del repertorio propiamente del mundo de la tauromaquia, sino que es un fragmento de una ópera del compositor español, Manuel Penella, y que fue estrenada en 1916.
El argumento, como era muy propio de la época -Aurora, por ejemplo-, cuenta una historia de amor salpicada de celos y destino fatal. En ese marco es donde se inserta este conocido pasodoble, que con el tiempo se emancipó de la obra madre y asumió identidad propia.
Como todo pasodoble está repleto de melodías con instantes épicos, pero básicamente tiene el color y el folclore hispano con ese aire de fiesta brava.
En suma: El Gato Montés es uno de esos raros casos en los que la ópera -ese género tan afecto al terciopelo- produce una criatura populista, marcial y eternamente recordada. Un puente improbable entre el foso orquestal y el redondel taurino.