Un Cacho de Cultura: Aurora, la ópera que le dio voz a la Patria en construcción

POR: ERNESTO BISCEGLIA – www.ernestobisceglia.com.ar

A veces, la memoria exhuma recuerdos que el tiempo ya archivó entre las bambalinas del alma. En estos días, durante la caminata matutina, cuando el Sol comienza a desperezarse, el aire fresco, trajo a la memoria una mañana de aquellas en el cuartel, durante la Guerra de Malvinas.

Estaba la Compañía formada en cuadro frente al mástil, cuando la Banda comenzó a ejecutar los sones de “Aurora”, y Ella, enorme, dócil a la ventisca invernal, fue desplegando sus colores, ondeando tímidamente en su camino hacia la punta del mástil. Hasta que una vez allí, se mostró completa, acunada por el viento y las cientos de gargantas que con lágrimas sin vergüenza la saludaban: “¡Es la Bandera de la Patria mía!”…

Remembranzas del secundario, cuando el cura, Honorato Pistoia, vigilaba que cantemos “Aurora”, antes del rezo que inauguraba la jornada escolar.

Pero…¿Por qué Aurora? ¿Cuál fue su origen?

La historia, por simple, no es, sin embargo, del todo conocida. Y nos remontamos al año 1908, cuando llegaba a la Argentina la oleada de inmigrantes más grande, casi cuatrocientos mil, en su casi inmensa mayoría italianos meridionales; de la Calabria, de Regio Calabria y sobre todo de la Sicilia.

La República Argentina vivía un tiempo de transformación y se aproximaba el Centenario de Mayo de 1810.  En ese clima de cambio y esperanza, el gobierno de José Figueroa Alcorta decidió encargar una ópera que pudiera expresar, a través del arte, aquello que las palabras apenas alcanzaban a insinuar: la identidad de una nación emergente.

El 5 de septiembre de 1908, el flamante Teatro Colón abrió sus puertas en su temporada inaugural con el estreno de “Aurora”. La obra, con música del compositor italiano Héctor Panizza, narraba una historia de amor imposible, cuyos protagonistas eran Aurora, la hija de un jefe de las fuerzas realistas y un joven patriota, en la ciudad de Córdoba. Era dos destinos condenados a la tragedia.

El nombre de la protagonista no era casual: “Aurora” simbolizaba el amanecer de la Independencia, el despertar de una Patria que aún buscaba su voz. Aquella noche inaugural, el público quedó maravillado. El coro final y la interpretación del tenor Amedeo Bassi emocionaron tanto que el público pidió repetir el aria. Sin saberlo, esa melodía se convertiría en una de las más entrañables del repertorio nacional: el “Himno a la Bandera”.

La obra fue luego traducida al español, en una versión algo libre, llena de giros inexistentes en nuestro idioma, errores de interpretación y referencias extrañas al contexto argentino. Aun así, el 9 de julio de 1945, Aurora se estrenó oficialmente en castellano y volvió a ser ovacionada. Ese mismo año, durante la presidencia de facto de Edelmiro J. Farrell, se decretó que el aria integrara el repertorio de las canciones patrias.

Desde entonces, la ópera Aurora trascendió su origen escénico para convertirse en un símbolo, en un sentimiento que nos aúna bajo esa Bandera, la de Manuel Belgrano, la nuestra. 

Hoy, “Aurora”, es un patrimonio del sentimiento nacional, resume nuestra identidad y cala hasta lo profundo del alma argentina. Persiste como eco de un tiempo en que la Patria -todavía joven- buscaba su tono más alto para decir quién era y hacia dónde quería ir. 

Hoy, a tantos años, cada vez que entonamos “Aurora”, todavía queremos decir quiénes somos y seguimos en la búsqueda de hacia dónde ir. –