ERNESTOBISCEGLIA.COM.AR – CULTURA – MÚSICA. – Richard Wagner, fue el padre sonoro del Tercer Reich. Genio absoluto de la ópera, pero con ideas antisemitas que Hitler convirtió en dogma. De hecho, se utilizó la música de Wagner como justificación simbólica del nazismo
Alguna vez alguien dijo que no hay arte inocente. Y si bien esta frase puede sonar exagerada, hay momentos en la historia donde la belleza estética fue arrastrada sin resistencia a la más cruel de las perversiones. Tal es el caso de la música de Richard Wagner y su oscura apropiación por parte del nazismo.
Adolf Hitler, melómano empedernido, no solo admiraba a Wagner: lo veneraba. Desde joven, quedó fascinado por la épica wagneriana, por sus dramas monumentales donde el héroe se inmola en nombre de un destino superior. En La Cabalgata de las Walquirias —fragmento inmortal de la tetralogía “El anillo del Nibelungo”— Hitler no sólo oía música: escuchaba la banda sonora de su propio delirio.
Las Walquirias, esas deidades guerreras que sobrevolaban el campo de batalla para llevar a los caídos al Walhalla, encarnaban para él una metáfora perfecta. La guerra como redención. La muerte como gloria. El sacrificio como destino. No es casualidad que esa música se utilizara para celebrar desfiles, abrir congresos del partido y marcar, en muchos sentidos, la estética sonora del Tercer Reich.
Pero la relación iba más allá de lo artístico. Wagner, fallecido en 1883, fue uno de los primeros artistas en manifestar abiertamente un antisemitismo estructurado, que Hitler recogió con devoción. Su ensayo “El judaísmo en la música” anticipaba algunos de los fundamentos ideológicos que décadas después devendrían en políticas de exterminio.
Es decir: Wagner no fue un nazi —porque no vivió lo suficiente—, pero Hitler fue un wagneriano hasta la médula. Se dice que, en sus últimos días en el búnker, mientras Berlín ardía, Hitler escuchaba las óperas de Wagner como quien se embriaga con su propia tragedia. La épica del final.
Sin embargo, la pregunta que hoy sigue resonando es otra: ¿puede una obra sublime sobrevivir a su apropiación monstruosa? ¿Puede La Cabalgata de las Valquirias liberarse del eco de los tanques, de las botas, de los campos de concentración?
Quizás sí. Quizás no. La música, como la historia, está condenada a ser reinterpretada.
Lo cierto es que el genio de Wagner, con toda su potencia artística, quedó inevitablemente ligado a uno de los capítulos más oscuros del siglo XX. No porque su música fuera malvada, sino porque alguien decidió convertirla en un símbolo del horror.
Y así, cada vez que escuchamos ese arranque vertiginoso de cuerdas y metales, y sentimos que algo grandioso —y aterrador— se avecina, no estamos tan lejos de la imagen de un dictador que soñaba con ser un dios, mientras las Valquirias descendían sobre Europa.