¿Qué vamos a votar? De “candiratos” y “candiratas” o la derrota de las ideas frente a la ira, el agravio y la denuncia

ERNESTOBISCEGLIA.COM.AR – POR ERNESTO BISCEGLIA. – Ya lo decía nuestro Manuel Belgrano: “Sin educación, en balde es cansarnos, nunca seremos más de lo que somos”. El pobre Belgrano, no sabe que ahora somos peor de lo que éramos. Porque a la falta de educación en que nos han sumido las políticas públicas, además somos ignorantes.

La diferencia entre ambas categorías es peligrosa, porque la ausencia de educación es consecuencia de una falta de acceso a la información o un problema de formación. A pesar de ello, una persona puede no haber recibido educación formal, pero aun así poseer sabiduría, valores y sentido común.

La ignorancia de en cambio no sólo significa un cerebro de surcos planos, sino que lo peor es que es una actitud. Porque en ocasiones poseer un cartón que certifique paso por las aulas, incluso universitarias, no garantiza que el poseedor sea un ignorante. La ignorancia resume y sublima la falta de educación.

Además, generalmente, al ignorante se le suman dos condiciones más; es soberbio y hasta violento. Es el “Efecto Dunning-Kruger”, que describe el comportamiento de personas a las cuales les cuesta reconocer su propia incompetencia, lo que los vuelve soberbios y tercos.

La campaña política y el “Efecto Dunning-Kruger”

Si observamos con detenimiento el desempeño de los candidatos ofrecidos, notaremos mucho de lo antes observado. En su gran mayoría son incompetentes políticamente hablando, porque en su gran mayoría son improvisados producto de la oportunidad. Es lo que jocosamente podríamos describir como el efecto “Che, vení, firmá aquí”.

La cámara y el Tik-Tok, los proveen de sus miserables dos minutos de fama alternada, lo cual pareciera acicatear su ignorancia y reconocer su propia incompetencia, lo que los vuelve soberbios y tercos. Otros y otras, hay, que si sienten que su posición es cuestionada, reaccionan con agresividad.

Las limitaciones intelectuales de las cuales están poseídos la gran mayoría de los candidatos, parece que trataran de ser superadas con un narcicismo exacerbado. Las actitudes de algunos hasta nos recuerdan la imagen ecuestre del emperador Marco Aurelio, con gesto adusto y señalando con el índice diestro; un ejemplo de “¡Yo!”.

Desde un punto de vista psicológico, esos que se muestran con personalidad avasallante y autoritaria, en realidad están ejercitando un mecanismo de defensa porque son los más débiles. Débiles, espiritual y mentalmente hablando.

 La ausencia de ideas y el vandalismo dialéctico

De esta manera se inicia una campaña donde lo que ya se ve en cuotas diarias se concentra y explota en mensajes agresivos. El combo de falta de educación e ignorancia, sumados a un narcicismo voluble y volátil, da como resultado una campaña política sustentada en el agravio, el insulto, la denostación, la denuncia -no importa si sustentada o no-; en definitiva, la oferta política termina convertida en un conventillo mediático donde la mayoría luce orgullosamente lo miserables que son.

Visto este fenómeno al microscopio, notaremos la ausencia de neuronas funcionando. La enzima de la felicidad que conecta con la empatía yace yerta en los conductos del cerebro impidiendo que los candidatos desarrollen ninguna idea. Ergo, sin ideas, NO HAY PROPUESTAS.

Es un tiempo interesante este de las campañas políticas porque los candidatos descubren TODOS LOS MALES de la sociedad. Advierten hasta la baldosa que el intendente no ha puesto y se dan cuenta de que el cambio climático que hace desbordar al Pilcomayo y al Bermejo, también es culpa del gobernador que seguramente no ha danzado alrededor de un algarrobo para detener las lluvias. Sí, algunas actitudes son desopilantes.

Pero la IDEA, la PROPUESTA, sustentable y superadora, no aparece.

Al final, termina teniendo razón, Juan Domingo Perón, cuando dice que “Prefiero a un malo antes que a un bruto. Porque he visto malos volverse buenos, pero nunca he visto a un bruto volverse inteligente”. –