No se puede privatizar el país, mucho menos a sus ciudadanos

POR ERNESTO BISCEGLIA – www.ernestobisceglia.com.ar

Hemos visto en estos días a cierto grupo de periodistas muy afines al poder nacional, hablar de privatizar o arancelar la educación pública. Lo mismo la salud pública. Incluso, vislumbrar cierto apoyo a la idea del presidente, Javier Milei, de terminar con el Estado nacional.

En lo personal, esto me parece un despropósito y hasta me pregunto, tal vez con margen de error, pero con honestidad intelectual: ¿No se precia el presidente, Milei, de “ser judío” (sic), y no sabe él que si algo ha sostenido a ese pueblo durante milenios ha sido la idea de nación y propiamente desde 1948, el ser un Estado?

La historia del Pueblo judío es ejemplar, porque luego de la diáspora posterior a la invasión romana y a la destrucción del Templo de Jerusalén en el año 70 de nuestra Era, fue ese espíritu de nación, su religión y su referencia identitaria lo que mantuvo a ese Pueblo unido y creciendo. Pero necesitaban del Estado, del territorio, de la burocracia estatal, de las políticas estatales, para consolidarse y culminar ese periodo de vagabundeo histórico.

La consolidación del Estado argentino fue un proceso que demandó casi un siglo regado de luchas fratricidas a causa de la tensión entre el centralismo del Puerto y la federalización que pedían las provincias. Todo en este país costó sangre: el Golpe de Estado del 25 de Mayo de 1810 y la primera pena de muerte dictada por Mariano Moreno sobre Santiago Liniers y el Grupo CLAMOR, siendo el único que se salvó del fusilamiento el obispo Orellana por su investidura eclesiástica, no fue sino el inicio de ese proceso teñido de violencia. La Declaración de la Independencia, costó sangre. La Guerra de la Independencia ni qué decirlo.

Llegar a la Constitución Nacional, costó sangre y todo el proceso posterior hasta el Centenario también. Pero en el camino se fue construyendo el Estado Argentino. Principalmente con IDEAS, modernas, renovadoras, siempre buscando un estilo republicano acorde con el ideario liberal de Juan Bautista Alberdi, de los Padres Intelectuales de la República. El impulso político de Bartolomé Mitre, de Julio Argentino Roca y Carlos Pellegrini; la Generación del ’80, en definitiva.

Todo eso somos los argentinos: Reforma educativa con escuelas públicas, gratuitas y sobre todo laicas. Somos INMIGRACIÓN, básicamente. Somos SUFRAGIO, universal, secreto y obligatorio. Y somos REFORMAS SOCIALES, con Don Hipólito Yrigoyen, Juan B. Justo, Alfredo Palacios, Alicia Moreau de Justo, y por supuesto, con Juan Domingo Perón y la Justicia Social. Todo esto, con sus pro y sus contras, nos constituye en un ESTADO. ¿Vamos a destruir 200 años de historia para volver al caos social?

Aunque tengamos diferencias, somos también IGLESIA católica y nuestra Constitución Nacional, liberal de cuño es religiosa en esencia. Luego, somos también “Rerum Novarum” (León XIII), “Quadragésimo Anno”, “Laborem Exercens”, “Centesimus Annus” (Ambas de Juan Pablo II) que reafirma el papel del Estado en la economía y denuncia la marginación de los pobres, o “Caritas in Veritate” (Benedicto XVI): sobre la justicia social, el desarrollo humano integral y la economía al servicio del bien común. Uno de los postulados (que debieran leer los libertarios) de Alberdi en sus “Bases” es la “libertad de culto”.

Fue la educación pública inspirada por Sarmiento y ejecutada por Roca con la Ley 1420 (8 de julio de 1894), las que signaron la vida pública argentina. La Reforma Universitaria de 1918, de los radicales y la Universidad obrera de Perón, las que consolidaron una clase media pujante y arrolladora que llamó la atención de Churchill y del Washington Post, que recomendaron destruir ese modelo porque perfilaban a la República Argentina como la potencia de la Sudamérica.

Fuimos un pueblo sano por las políticas del Dr. Ramón Carrillo y los exámenes físicos anuales que se hacían a los varones en el marco de la Ley del Servicio Militar Obligatorio. La construcción de policlínicos en todo el país en el marco de una salud pública gratuita que garantizaba bienestar social a los más humildes. Instituciones como el médico rural y el médico de familia eran factores de progreso social, porque una sociedad enferma no tiene destino.

El sistema jubilatorio garantizó los derechos de la ancianidad, el justo reconocimiento a los que habían trabajado una vida aportando a la formación del país. En definitiva, todo esto descrito y mucho más, constituye la Identidad de los argentinos.

Los derechos, el derroche y la corrupción

Que todo se utilizó mal, también es verdad. Particularmente, esa debacle comenzó con la “Revolución Libertadora”, cuando por primera vez el manejo de la economía se entregó a las multinacionales, al Fondo Monetario Internacional y al Banco Mundial. Este es otro capítulo que demandaría un estudio en sí mismo. Lo que siguió lo conocemos todos…, bueno, casi todos.

Porque entre las cosas que se degradaron en este país está la dirigencia política. Apropiadores de la cosa pública, corruptos de todo calibre, traidores a los partidos políticos y a la Patria, destructores de la educación y la salud pública; generaciones de oportunistas que se enriquecieron endeudando al país y hundiendo a los ciudadanos. Esto es lo que somos hoy.

Todo se ha corrompido a grados indecibles. Pero esto no significa que debamos desguazar el país so pretexto de una idea liberal que no se corresponde ni con el pensamiento de Adam Smith y desde allí mucho menos con Alberdi, por decir de dos pensadores liberales.

No se puede y no se debe privatizar a la cosa pública. Destruir el Estado significa que no habrá más presidente sino un gerente o un director general. En lugar de Congreso Nacional habría un directorio. A este modelo ya lo intentó aplicar el Proceso de Reorganización Nacional con tres mandantes y la Comisión de Asesoramiento Legislativo (CAL), otros tres fulanos que decidían lo que antes hacían los diputados y senadores.

Adherimos intrínsecamente a un pensamiento liberal, sin dogmas, sin religión, pero con profunda espiritualidad cristiana. Creemos firmemente en el debate de las ideas y no en la enunciación discursiva vacía de “Las ideas de la Libertad” y no sabemos todavía cuáles son.

La hermana del presidente, suele referir siempre que “Argentina ahora es un país libre”. ¿De qué es libre si vamos perdiendo cada vez más derechos? Si no podemos ya ni siquiera opinar ni disentir que podemos ir presos. ¿De qué “ideas de la libertad” hablamos si el que no tiene como comer o curarse el Estado no lo ayudará y morirá en la ignorancia o de enfermedad física? ¿Cómo podemos hablar de un país libre que busca eliminar a sus ancianos? Ya lo dijo Madamme Roland, ante la guillotina “¡Libertad, cuántos crímenes se cometen en tu nombre!”.

Sin partidos políticos no hay democracia y menos libertad

Es imperioso recuperar a los partidos políticos. O crear nuevos de manera urgente. Creemos que lo que sigue inmediatamente es la regionalización de la política. La fundación de partidos municipales, porque en esta hora el MUNICIPIO cobra una entidad y una importancia histórica. Aclaremos que decir partidos municipales no significa decir apoyos a intendentes.

Los que podemos decir públicamente, los que estamos en ánimo y carácter de hacer, tenemos la obligación de alertar y de militar la reconstrucción cívica de la Patria.

De otra manera, veremos cómo nosotros y nuestra posteridad, seremos esquilados y luego enviados como vacunos al matadero. –