REDACCIÓN – www.ernestobisceglia.com.ar
Todo en la vida tiene límites, particularmente cuando se trata de criminalizar a los más humildes, en este caso a los jubilados. Cuando se supera ese límite se ingresa en el terreno de la amoralidad o la perversidad.
En un video que se hizo viral, el presidente, Javier Milei, en una producción donde aparece rodeado de su cohorte de nazifascistas a la criolla, comandados por el “Gordo Dan”, se burla de la represión con la “Caprichosa” (el carro hidrante), diciendo que los manifestantes “No saben lo que es trabajar, bañarse tampoco”. Muy divertido cuenta que “Hoy estaba hablando con la ministro y me dijo “Ya hicimos una descarga, ahora vamos por la otra”, y le respondo “Ah, bueno, estamos bañando gente”, estupidez supina rubricada por las risotadas de los energúmenos que lo rodean.
También, todo poder tiene un límite. Burlarse de jubilados reprimidos no es provocación: es degradación moral. Cuando el Estado se ríe del dolor, deja de gobernar y empieza a deshumanizar.
No es humor: es desprecio social ejercido desde arriba.
Y cuando el desprecio se vuelve política, la República ya está en problemas. –
