POR Dr. BARTOLOMÉ BASURTO – www.ernestobisceglia.com.ar
Henos por estas horas ocupados con un asunto que el concejal –o ex concejal, ahora- Pablo Emanuel López –alias Milckhouse-, se traía entre manos, literal y aparentemente. La sociedad salteña se halla en estado de virtual estupefacción ante la difusión de una grabación en la cual el dicho edil (o ex edil), comercializaba su órgano reproductor a precio vil. La moralina salteña ha salido inmediatamente a intentar castrar la carrera política de esta eminencia de la denuncia pública, siendo que el hombre, al fin de cuentas, no ha hecho más que ser coherente con su ideología política. Pues, si para su líder, el presidente, Javier Milei, es moral vender niños y órganos como cualquier mercancía, desde ese punto de vista, es comprensible que el dicho López, le pusiera precio al uso y goce de su miembro viril. Nada más libertario ¿o no?
Pero claro, la pacatería salteña, obtusamente religiosa, ve con escarnio estos avances que no son sino la aplicación de la filosofía económica del libertarismo. Seguramente, si López, deseaba cotizar un riñón, un metro de intestino (lo cual habría sido benéfico para que no siguiera haciendo tantas c…), no se habría producido este escándalo.
Mas, remitámonos a los hechos, y digamos en defensa del amigo “Milkhouse”, que “prima facie”, no nos hallaríamos frente a una flagrancia de orden moral, sino frente a un acto propio del comercio, tal es lamer un pito, como lo dice el propio López. Pues, la cuestión aquí es el mal uso del riquísimo idioma castellano, donde hay que conocer que para la Real Academia Española, dícese de pito: “Instrumento musical de viento, pequeño y agudo.” En otra acepción, dice “Relativo al pene humano”.
No creemos que López sea un erudito en materia de la lengua castellana, más allá de utilizarla hábilmente para decir pavadas; pero sí, no podemos menos que pensar que en orden a sus demostradas limitaciones mentales, el mismo haya, efectivamente, unificado ambos conceptos, y esté hablando de su órgano reproductor, que al llamarlo López “pito”, tal vez sea una confesión de parte de que es “pequeño y agudo”. A confesión de parte… dice el Derecho.
Tenemos así, un caso simple y polisémico, pues el “pito” de López puede ser el que suena, o bien el que se sopla. De tratarse de esta simbiosis o sincretismo lingual –perdón-, lingüístico, como todo buen libertario, insistimos, López, siempre al decir del audio en cuestión, al parecer habría querido tarifar el ancestral arte de la felación. ¿Esto será lo que en léxico municipal se llama “Presupuesto Participativo”.
¡Pero atentos, vosotros palurdos, siempre inclinados a los malos pensamientos! Porque quizás y en beneficio de la duda, López, podría haber querido aludir al pífano, instrumento también bucal, pero de embocadura transversal. Por ahí, tal vez, se tratase de alguna desviación natural del instrumento en cuestión, muy utilizado en las marchas militares. Y sabemos del apego que los libertarios tienen por todo lo que sea esto de succionar lo castrense.
Diremos otro “si digo”, en esta clase de teoría literaria y musical; etimológicamente, el término “pito-pífano”, deriva del francés “fifre” y del alemán “Pfeife”, ambos vinculados al verbo “Pfeifen”, que significa “silbar”, pero que López, en su mala comprensión por su poca cultura haya confundido con “fifar”, lo cual ya va adquiriendo más lógica.
De modo que no sea condenado en primera instancia este López-Milkhouse, sino que se tenga en cuenta como atenuante su psiquis comercial, ya que el dicho concejal o ex concejal, no habría hecho otra cosa que ser fiel a “las ideas de la libertad” de su líder, Milei, intentando pasar a la historia como el pifanista tarifado más cotizado, o bien, como un virtuoso del pito fiscalizado. Otro rasgo libertario-comercial, es que López no hace soplar su pífano-pito en actos públicos ni oficiales, sino que cotizaría cada nota por “unidad de servicio”. Debería ser director del Banco Central.
Ahora bien, aclarados estos puntos (¿?), digamos que estos pífanos o pitos, para no desafinar, deben ser afinados, y quizás, lo que este maestro de la quena estaba diciendo en el audio, era que necesitaba que le afinaran el pífano, en cuyo supuesto, no estaríamos frente a un desliz inmoral, sino frente a un acto contractual liso y llano. Cierto es que a partir de este confuso episodio que se constituye en jurisprudencia, ahora hasta los maestros de la Orquesta Sinfónica de Salta, tendrán cuidado a la hora de contratar la afinación de sus instrumentos. Imaginemos lo que podría suceder con el que quiera que le afinen la tuba.
Coherencia musical y política
Lamentable baja para los libertarios la expulsión de Milkhouse López, ya que pocos esbirros son tan alineados y prolijos en la praxis con sus inmediatos superiores. Decimos esto porque, al decir del pseudo periodista, Santiago Cúneo, un viborero procaz y desbocado, el propio presidente, Milei, tendría afición por los desvíos carnales. Inaceptable acusación que el propio, Milei, jamás salió a cruzar, a diferencia de la vehemencia con que castiga verbalmente a quienes no creen que “Todos los perros van cielo” (Sólo para entendidos en cine infantil), por ejemplo. Queremos pensar que el presidente tiene ocupaciones de mayor grado que estar enfrentándose a un energúmeno así, sino, los mal pensados dirían que el que calla otorga.
Más abajo, en la escala de derrapes morales, se halla el líder local de La Libertad Avanza, el ahora candidato a senador, Alfredo Olmedo, quien cierta vez protagonizara un escándalo cuando su cónyuge lo esperara con cámaras y fanfarria a la salida de un motel donde el “Cepillo” se habría dado a un momento de solaz participativo. Dicen que con una conocida dama de la política. Pero como no nos gusta el cotilleo de conventillo, no nos metemos en esas cosas.
Entonces, cómo no pensar, que siguiendo esta escala de disvalores morales, que el ínclito, Pablo Emanuel López, no haya podido sucumbir a las tentaciones de la libido desordenada y contingente.
La situación, os ha de dejar a vosotros, ciudadanos una moraleja; la primera es que si la pulsión sexual no es conducida dentro de las condiciones naturales, se “acaba afuera”, como este López que deberá dejar el Recinto del Concejo. Y la segunda, es una verdad de Perogrullo basada en la razón que tiene aquel viejo dicho popular, que enseña que: “Nunca hay que dar por el pito más de lo que el pito vale”. –