«La vida por Perón»: Vuelve la Marcha… ¡Atentos, vuelve el peronismo!

POR: ERNESTO BISCEGLIA – www.ernestobisceglia.com.ar

Si los argentinos fuéramos un pueblo ilustrado ya habríamos escrito páginas gloriosas de la literatura universal, sobre todo de literatura política. Estamos como los antiguos griegos girando en el “eterno retorno”; Aristóteles en la “Política”, dice “Episodios como la Guerra de Troya, pueden volver a repetirse”. En criollo diríamos “Episodios como el peronismo conspirando pierde el poder, vuelven a repetirse”.

Porque somos históricamente cíclicos.

Sería interesante detenerse a estudiar la impresión que el peronismo ha dejado en el inconsciente colectivo argentino que lo ha incorporado como un estigma, como un trauma indeleble y no resuelto. El peronismo para la psiquis argenta es como un mal sueño, una pesadilla recurrente, ese mecanismo onírico que hace del sueño la válvula de escape de las aspiraciones contenidas y que se desfogan cada tanto para no entrar en la desestabilización psicológica del cuerpo social. Ni siquiera Freud, en su obra, “La interpretación de los sueños” (publicada en 1899), podría haber explicado esta lesión emocional que representa el peronismo en el alma argentina.

Los sueños no son absurdos ni casuales: tienen un sentido psicológico

En un intento de explicar este eterno retorno del peronismo desde una viz psicológica, diremos que básicamente, el peronismo es un sueño típicamente argentino. Un eterno sueño argentino: para algunos un sueño dorado y para muchos otros un mal sueño. Pero como sueño, siempre expresa un deseo reprimido no resuelto.

Expresan deseos reprimidos que no pudieron realizarse en la vigilia. Freud, resume esta cuestión del sueño diciendo que: “El sueño es la vía regia hacia el inconsciente”. De donde podríase concluir que para ser peronista, hay que se inconsciente. Caso contrario, hay que seguir soñando con la posibilidad de un país en serio.

El peronismo y la dantesca condena de los argentinos

Ya supimos mencionar este pasaje de la “Divina Comedia” de Dante Alighieri, para explicar por qué la Argentina es un país que lucha por morder su propia cola. Da vueltas y vueltas en círculos sin avanzar hacia un destino definitivo. En efecto, el eterno retorno de los argentinos a los arquetipos de su historia más que una condena es una maldición.

En el Canto XX del Infierno, Dante, describe a los adivinos y hechiceros, quienes como castigo eterno, avanzan caminando hacia adelante, pero con la cabeza torcida hacia atrás, condenados a mirar siempre el pasado, incapaces de ver el futuro, como símbolo de quienes, en vida, pretendieron anticipar el destino. Esa imagen poderosa ilustra a la perfección a ciertos actores de nuestra política, que no logran soltar el pasado aunque el futuro ya los arrastre.

En estos días, estamos volviendo a pasar por el mismo lugar por donde hemos transitado tantas otras veces antes. Un gobierno que no puede definir un cambio y un peronismo que sale de su madriguera atraído por el olor a sangre. Volvemos a 1810: conspiración, contubernios, arreglos de cúpulas y amenaza de fin de ciclo adelantado. El peronismo va por el gobierno en su momento de mayor debilidad.

Pero va por el poder mirando hacia el pasado. Con las mismas figuras, con el mismo esquema, con los mismos propósitos, el de recrear el retorno triunfal para volver a precipitarse en al abismo insondable de la permanencia histórica en la nada. Pero eso sí, con el peronismo al poder.

La culpa no es del chancho

En efecto, la culpa no es del peronismo, porque como bien señalaba Jorge Luis Borges “Los peronistas no son ni buenos ni malos, son incorregibles”. La culpa es de los gobiernos alternativos que suben al gobierno, miran sus propios intereses y se olvidan del pueblo. Así, ahora, otra vez, como en 1810, las tres corporaciones vuelve a jugar sus cartas: El capital internacional y ahora la Iglesia y los militares bajo la operación de la vicepresidente, Victoria Villarruel.

Vuelve la Marcha… vuelve el peronismo

El Kirchnerismo jamás fue peronismo. El kirchnerismo odia al peronismo, pero sabe que es la herramienta más eficiente -la única- capaz de concentrar ese sueño argentino freudiano y a la vez cataclísmico de volver al pasado. El kirchnerismo hizo desaparecer al peronismo echando al olvido sus símbolos, sus íconos y su marcha. Porque la masa peronista es no pensante, es fundamentalmente emotiva y religiosa. Sus feligreses profesan el culto atávico de la obediencia al líder -ahora omniciente- y a su versión femenina, Eva Perón. Todo eso había desaparecido.

Y aquí hay que detenerse a observar. El acto con el que, Axel Kicillof, consagra su triunfo del pasado 7 de setiembre, contiene dos elementos comunicacionales subliminales y con un metamensaje poderoso. Comienza el acto con el Himno Nacional Argentino, lo cual entraña un mensaje poderoso de unidad nacional y termina esa parada con la Marcha Peronista, como rúbrica de que el espíritu popular, combativo y militante, continúa estando vivo. Y la masa se enfervoriza.

¿Hace cuántos años que no se veía terminar un acto, digamos… peronista, con la Marchita?

Ahora bien, a partir de ese momento, notamos una viralización de videos en las redes sociales donde la Marcha Peronista es el fondo de jóvenes -¡Atentos al dato, jóvenes!-, que saltan cantando las estrofas del himno “de los cabezas”, diría alguien.

Si levantamos la vista, en el esquema político no hay más que dirigentes peronistas y pseudoperonistas. Filoperonistas también. Hasta Eduardo Duhalde, ha retornado a la arena anticipando la caída del gobierno de Javier Milei, y hasta proponiendo fecha: “En octubre, Milei, renuncia”, dijo. ¿No hemos visto acaso esto mismo antes?

Así, la pesadilla del peronismo, el sueño húmedo de millones de argentinos que cuando se sienten agredidos se abroquelan en ese sentimiento popular, un gobierno que no supo dar respuestas a los sectores populares, por el contrario los agredió, una conspiración donde confluyen los sectores del peronismo de derecha, los de ultraderecha, y la exhumación de la mística peronista, otra vez suben a escena la ópera bufa del peronismo reivindicatorio, restaurador de la justicia social y prometedor de un futuro, que seguramente, será el mismo que prometió en 1945.

Vuelve la Marcha, vuelve el peronismo. Pero no vuelve el futuro, ni la esperanza, ni la justicia social. Sólo vuelve el espejo de lo que fuimos, y la condena de no saber ser otra cosa.

La Argentina vuelve a girar sobre sí misma, como en el eterno retorno de Dante y de Freud: entre sueños incumplidos y pesadillas recurrentes. Y allí está otra vez la Marcha. No porque haya un nuevo futuro, sino porque nunca pudimos soltar el pasado.