La Policía de Salta o “Cuando la hormiga negra sale a caminar, es porque se avecina tormenta”

POR: ERNESTO BISCEGLIA – www.ernestobisceglia.com.ar

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RESUMEN: Los retirados de la Policía de Salta salen a caminar, y en Salta eso nunca es un dato menor. Detrás del silencio de los uniformes hay un malestar que crece, una sensación de orfandad y de abandono institucional. Como en aquellos presagios del campo, cuando la hormiga negra se echaba a andar antes de la tormenta, hoy también hay señales que anuncian un clima espeso. La muerte del comisario, Vicente Cordeyro, el cansancio, la precariedad y la falta de respuestas, marcan un tiempo de zozobra en la Fuerza. Y quizá haya que aprender, otra vez, a leer los signos antes de que descargue el temporal.

Recuerdo mi niñez en el campo, cuando gustaba de caminar por los rastrojos o andar a caballo con el abuelo que iba desgranando esa sabiduría campechana que a pesar de mi corta edad, marcó a fuego mi espíritu sobre los modos y costumbres del gaucho, la comarca y la naturaleza.

Cierta vez en que caminábamos bajo la hilera de álamos que corría detrás de las estufas del tabaco, bordeada por una acequia donde desgranaba tardes de siesta desviando el curso del agua para atrapar renacuajos, entre medio de los yuyos, el abuelo con la punta de su bota señaló una hilera de hormigas negras que se desplazaba y otras al lado que se movilizaban “en malón”. Era una espléndida tarde de sol, y el abuelo dijo entonces: “La hormiga negra ha salido a caminar, se avecina tormenta”.

Mi madre que tenía sentimientos visceralmente gorilas, agregó mirando a la masa de hormigas: “Parece una manifestación peronista”…

Hacia el atardecer, vaya a saber de dónde, negros nubarrones ganaron el cielo y una imprevista tormenta nos obligó a guarecernos. Era verdad, cuando la hormiga negra sale a caminar, se avecina tormenta.

La Policía sale a caminar

Como todo en esta aldea hay que aclarar, la anécdota del campo es para figurar que hay movimientos que anticipan, que vaticinan, lo que puede venir detrás. Algún distraído o mal intencionado podría aducir que uno ha comparado a los policías con hormigas negras. Obviamente, tampoco se trata de una clase de entomología, pero sí, es necesario aprender a leer en los signos y los símbolos.

La Policía ha comenzado a caminar. Ahora, primero van los retirados. En otras oportunidades fueron las esposas; pero siempre que la Fuerza tiene algún grado de disconformidad, ya con los sueldos, ya con otra situación, sale a caminar.

Ya habíamos advertido en notas anteriores que en las filas azules crecía un estado de deliberación y desconformidad por múltiples reclamos. Hay comisarías donde el ciudadano tiene que ir a sacar fotocopias del formulario de que se trate, de ahí para arriba. A estas situaciones las vemos sobre todo en los pueblos. No sabemos si el ministro de Seguridad recorre los pueblos, habla con los efectivos. Quien escribe estas líneas tiene esa oportunidad y las quejas son recurrentes.

Los efectivos se sienten en soledad. Para decirlo en cristiano y criollo, no se sienten cuidados. Son los que ponen el pecho ante los delincuentes, desenfundan cuando hay un tole-tole picante, les pegan cuando intentan mediar en una trifulca doméstica…, en fin. Y todo tienen que hacerlo con el máximo cuidado posible porque “nos podemos comer una denuncia y un sumario” (sic), nos dice un subcomisario.

En un pueblo “de cuyo nombre no quiero acordarme” -diría el Alonso Quijano, en El Quijote-, un oficial nos dice: “Mire, las comisarías están casi desmanteladas”. Y así, podríamos continuar con una lista de precariedades que se sufren.

“La cosa ahora esta espesa”

Fueron las palabras de un oficial cercano a la cúpula policial, reconociendo el malestar que se ha visto agravado por la muerte del comisario, Vicente Cordeyro. La queja tiene dos pilares, primero, el hecho de que murió en circunstancias tan extrañas y sospechosas un hombre muy querido para la Fuerza. “Nos tocan a uno, nos tocan a todos”, refiere nuestra fuente. Y segundo, una muerte así, hace que ese espíritu colectivo tan fuerte que tiene la Policía, lleve a que todos se sientan posibles blancos de un acto violento. Y aquí emerge la pregunta más lacerante: ¿Quién nos defiende?

En la conversación pedimos aclarar este concepto, porque se supone que es la Policía quien tiene que defender al ciudadano; pero los dicentes exponen que “Quién nos defiende de la impunidad”. Pasado en limpio, “Queremos nombres, queremos saber la verdad: quién y por qué”. He aquí el meollo del asunto.

“No más suicidios ni muertes raras”

El problema policial raya en la relación con la cadena judicial; con que habría sumariantes que ya tendrían hasta una suerte de formulario listo para que el cúmulo de causas pasen directamente al archivo. “La causa se va al archivo y la bronca del delicuente nos queda a nosotros”. En esa frase se puede hallar el sentido de ese sentimiento de orfandad -por decirlo así- que sienten los efectivos.

Para muestra basta un botón, dicen, y no hay para qué agregar más detalles de penurias. Sólo decir que, cuando el ánimo policial ya está punto caramelo, alguien sale a caminar: las esposas, los familiares o como en este caso los retirados. El por qué es obvio.

Con la muerte de Cordeyro, se ha puesto en tela de juicio a toda la cadena de mandos. Uno, civil y espectador, puede decir que hay reclamos pidiendo el cambio de la cúpula policial y hasta del ministro de Seguridad. Incluso -y esto es lo grave-, se han escuchado voces solicitando que debería solicitarse la intervención de la Gendarmería o la PSA.

Los retirados salen a caminar… y cuando la hormiga negra camina, ya se sabe: el cielo empieza a cargarse… ¿Se avecina tormenta en la Policía?