POR ERNESTO BISCEGLIA – www.ernestobisceglia.com.ar
Para hablar plenamente de democracia es necesario haber vivido una dictadura. Nuestra generación, los nacidos en los 60, conocimos en persona la violencia en las calles. Vimos los autos sin patentes con los hombres de lentes oscuros y las armas largas saliendo por las ventanas. Vimos llegar los vehículos y cerrar las calles para tomar por asalto una casa. Escuchamos las explosiones, los disparos y las bombas en las noches. Eran los “jóvenes idealistas” que querían voltear el gobierno constitucional de Isabel Perón.
También vimos los tanques en las calles y recordamos al pueblo aplaudiendo el paso de los militares. Nadie recuerda que dos días antes del 24 de Marzo de 1976, frente a la Casa Rosada ya se reunía una cantidad de argentinos que a viva voz pedían el Golpe. Y supimos de las consecuencias. Nos reemplazaron el portaminas en diciembre de 1981 para darnos el FAL en febrero de 1982 y vimos pasar la Guerra de cerca. ¿Qué nos quieren venir a contar ahora?
Esas experiencias nos otorgan la autoridad moral, cívica y también histórica de pronunciarnos contra lo que está haciendo este gobierno de Javier Milei, a quien millones como yo, votamos para que se fueran los “K”. Sí, votamos a Milei con la ilusión de que hiciera otra cosa, no esto.
Con la misma autoridad moral, dijimos y decimos nuevamente, que el kirchnerismo no fue un gobierno sino un régimen totalitario conducido por una cáfila de maleantes, de subversivos, de Montoneros no redimidos, que saquearon miserablemente al país.
Del saqueo al fanatismo: lo que une al kirchnerismo y al mileísmo
Pero esto que está ocurriendo en nuestros días es peligroso, porque es el propio presidente de la Nación, quien amenaza y fomenta el odio cívico; socaba las Instituciones de la República y si pudiera ya habría hecho “la gran Fujimori”, cerrando el Congreso Nacional. Digamos también que el nivel de nuestros representantes legislativos, salvo muy pocas y honrosas excepciones, es deplorable. Semianalfabetos, casquivanas, inmorales políticos, genuflexos a sueldo, hay de todo, menos hombres y mujeres verdaderamente demócratas en el sentido de un Leandro Alem, un Lisandro de la Torre o un Alfredo Palacios.
El kirchnerismo tuvo a “La Cámpora”, que al fin de cuentas no eran más que una manada de disminuidos mentales, fanatizados con las alegorías que les contaba su jefa, hoy detenida por “chorra”, para decirlo vulgarmente. Al kirchnerismo le interesaban las Instituciones porque le servían como pantalla para encubrir sus negociados, nada más. Pero ahora, con Milei, el ambiente se está poniendo realmente espeso y peligroso.
Res non Verba
Así decían los romanos: “Hechos, no palabras”. Milei, tiene su propia versión de “La Cámpora”; se hacen llamar algunos “Los jóvenes libertarios”, o “Los pibes libertarios”; una caterva de inescrupulosos, mantenidos por el Estado (todos nosotros) para actuar como fuerza de choque, al mismo estilo de las juventudes hitlerianas, comandadas por un mico mononeuronal, apodado “El Gordo Dan”, que hace unas horas escribió “¡Los tanques a la calle ya! ¡Es ahora!”.
Este infeliz del «Gordo Dan», es un ignorante que no sabe que los tanques no pueden salir a la calle, primero porque la ley se lo impide, luego porque no tienen ni para la nafta. Y por último, porque eso sería lo mismo que el bombardeo a la Plaza de Mayo en 1955. Discúlpenme el exabrupto, un pelotudo a cuerda.
Otro subversivo en tono de terrorismo liso y llano, llamado, Fran Fijap, publicó: “Hay que dinamitar todo el Congreso, con diputados y senadores adentro”. Y otro “Gordo Edición”, publicó un video donde se ve una sesión en senadores, y un tanque que dispara sobre el Congreso, volando a todo el Recinto, mientras acota: “Si Javeto (sic) que los bombadeen”. Finalmente, otro faccioso, autodenominado “El Trumpista”, publica: “El Javo debería organizar milicias populares, entregando armamento a ciudadanos para facilitar el cierre del Congreso”. Todos estos malparidos ya han sido denunciados ante la justicia, que, esperemos alguna vez se comporte como se debe.
Milei está incubando una estructura de pensamiento autoritario bajo un disfraz de antisistema, y lo hace no solo con discursos, sino habilitando la violencia simbólica (y real) desde sus fanáticos.
Porque la sola publicación de semejantes actos de subversión ya deberían haber sido tomados como notitia criminis y movido a los fiscales a actuar de oficio. Pero…
Pero…, el “Javo”, el “Javeto”, o el loco delirante, la reencarnación de Moshé, el pastor de las cien lucas verdes, o como se lo quiera mencionar al tipo este que a esta altura ya está usurpando el Sillón de Rivadavia, porque no lo votamos para esto, se ríe en la Bolsa de Valores, de los jubilados, de los discapacitados, prometiendo vetar las leyes que votó el Senado.
Para este “microman” de Milei, el Congreso Nacional es “un nido de ratas”, los jubilados unos “viejos meados”, los periodistas “mandriles”, los que no piensan como él son “parásitos mentales” y ahora los gobernadores son “unos hijos de puta que quieren la suya”. ¿Qué es “la suya”? ¿La de sus provincias o la que se querrían llevar a sus bolsillos? La expresión de Milei es peligrosa. También, los gobernadores podrían iniciarle una causa porque los está reduciendo a una caterva de coimeros.
¿Alguien decente puede defender esto?
Así las cosas, tenemos que concluir que este momento del país no es para fanáticos, excepto, repito, ese rebaño de “leones” o “pibes libertarios”, más perdidos que Milei en una clase de historia, que hablan de “Las ideas de la libertad”, que hasta ahora NADIE explicó cuáles son, pero que ellos defienden a morir.
Mientras nos entretienen con estos dislates progolpistas, la economía lentamente se va recalentando. Puede ser que lleguemos a las elecciones de octubre en un clima económico más o menos controlado, pero de allí en más esperemos que la salud mental acompañe a este Milei que hasta ahora viene demostrando que le está fallando la sinapsis. Y cuando la sinapsis falla en el poder, lo que peligra no es un plan económico, sino el pacto democrático entero.
Después no digan que uno no les avisó. –