El Vaticano jubila a la Virgen María como “corredentora” y la reduce a su nombre de pila

POR: ERNESTO BISCEGLIA – www.ernestobisceglia.com.ar

Algo extraño está ocurriendo en el mundo. Parece llegado el momento de las grandes definiciones de la Historia, un Final de los Tiempos, donde debemos prepararnos para ver y conocer “algo” que siempre se comentó, se supo, pero estuvo prohibido a nivel masivo.

A fuer de parecer locos, las noticias del mundo van dando razones que sólo pueden comprenderse desde el análisis del metamensaje, son como mensajes cifrados pero que van como modelando el criterio de las sociedades para enfrentar y comprender “eso” que estaría por ocurrir.

Dentro de dos meses a más tardar, sabremos positivamente si el 3I-Atlas, es finalmente un cometa, una piedra desestabilizada o la nave nodriza alienígena, que de ser esto último nos llevaría a reescribir la historia universal y la historia de la fe. Algo de esto ya hemos tratado en una nota anterior.

El Vaticano ajusta su propio diccionario

De pronto, bajo el patrocinio de León XIV, la Santa Sede, publica una nota doctrinal –Mater Populi Fidelis-, declarando que el título que durante siglos ostentó la Virgen María “ya no resulta apropiado”. Para el común esto puede pasar como una noticia más, pero en la semántica del catolicismo es lo más parecido al choque de dos placas tectónicas con tsunami incluido.

En realidad, el documento, aprobado por el Papa León XIV el 7 de octubre de 2025, no quema estatuas ni reescribe los Evangelios, pero sí pone orden en la gramática de la fe: “Solo hay un Redentor”, afirma con una claridad que roza la contundencia dogmática.

Pone en su lugar -diríamos- a la Virgen María, como “criatura a la vez que terrestre y arquetítipica”, como “la primera redimida” y ya no como la corredentora. Como es posible observar se define claramente una línea teológica.

Los fieles no están acostumbrados a que se toque nada que roce a la figura de la Virgen María, sobre todo porque el común no comprende las sutilezas del lenguaje teológico; o sea, esta decisión no daña en nada a María ni la corre del plano de la devoción, sino que la ubica en su territorio natural, digamos, aquel de la maternidad, de su fe y obediencia “Hágase en mi según tu voluntad”. obviamente, tampoco le resta en el plano de la gestión salvífica.

La grey católica continuará venerando a María como Madre del Salvador, Madre del Pueblo y como modelo excelso de creyente y ejemplo del “Sí” absoluto. Pero la Santa Sede prefiere dejarle la cruz entera a Cristo, sin socios ni adjuntos.

Desde un estricto punto de vista teológico la cuestión adquiere otra dimensión porque toca el nervio de la cristología; el hecho de llamar “corredentora” a María, implicaba asociarla a la misma tarea de la redención propia y exclusiva del Cristo. Es decir, no puede existir una asociación Cristo-María, en la tarea redentora, este concepto para la Iglesia es “conceptualmente torpe y pastoralmente confuso.” No hay co-redención, sino una única Redención en la que María participa como testigo, madre y discípula, no como protagonista alterna.

¿Abriendo el camino hacia la religión universal?

El gesto tiene además un trasfondo ecuménico. En tiempos de reencuentro entre confesiones cristianas, el título de corredentora resultaba un obstáculo. Los interlocutores protestantes lo veían como una desviación mariana hacia la divinización. El Vaticano, con un olfato diplomático digno de un concilio, ha preferido desactivar esa mina lingüística antes de que estalle.

Por supuesto, no faltarán las nostalgias. En santuarios y rosarios, la palabra “corredentora” seguirá colándose como un eco del barroco devocional. Nadie puede censurar la piedad de las abuelas ni el fervor de los fieles que encontraron consuelo en esa imagen. Pero la Iglesia, con su estilo de corrector universal, prefiere ahora evitar que la emoción del pueblo confunda las jerarquías celestes.

Nos, pensamos, en realidad, que estamos frente a sutilezas teológicas que sólo preocupan a las mentes calenturientas que han deformado el mensaje de Cristo; en lo que al pueblo atañe, la gran mayoría se está enterando en este momento de que María no era “corredentora”, y esas cosas.

La religión, en la etimología del sustantivo -religare: volver a unir-, es un hecho simple, natural y directo entre el hombre y la divinidad, como sea que la conciba. Todo lo demás, particularmente la teología es un entretenimiento intelectual interesante, confesamos, pero que está muy lejos del sentir religioso del Pueblo.

Ya lo decía el historiador, Vicente Fidel López: “¿Qué han dado las universidades americanas sino sólo teólogos, razonadores de aquellos que nadie comprende, ellos los primeros”.

En el fondo, la decisión devuelve a María su mayor virtud: no competir, sino acompañar. No ser redentora, sino discípula. No estar a la altura del Verbo, sino a su sombra luminosa. Tal vez, en esta renuncia al título de “corredentora”, María se revela más humana, más cercana, más real.

Y quizá -quién sabe-, más santa.-