El Síndrome de Procusto y las contradicciones del compañeraje peronista en Salta

POR: ERNESTO BISCEGLIA – www.ernestobisceglia.com.ar

Entre los mitos griegos hallamos el conocido como el “Síndrome de Procusto”; quien era un posadero que tenía una cama con un tamaño determinado y entonces ajustaba a sus huéspedes a la medida de la misma. Si el recién llegado era muy alto, le cortaba las piernas; si las tenía más cortas, se las estiraba. Es una imagen brutal pero que grafica ajustadamente lo que sucede en el peronismo salteño donde los principales dirigentes intentan forzar la realidad política actual a moldes que están absolutamente desfazados de lo que fue el espíritu y la doctrina del Movimiento Nacional Justicialista.

El problema pareciera ser que se habría encontrado una determinada talla generalizada con la que se mide a los candidatos que no responde a las distintas alturas del resto de los compañeros. Lamentablemente, esa talla a la hora de buscar candidatos viene resultando bastante baja.

Así es como el “compañeraje” en Salta se ha vuelto un escenario de contradicciones y el peronismo es una paleta de pintor donde se hallan colores diversos y más bien manchas por aquí y más allá.

entonces hallamos a los peronistas más telúricos que se autoproclaman guardianes de la doctrina, aunque cuando se baja la línea terminan apoyando a figuras que no tienen nada que ver con el legado de Perón. Ha ocurrido que en ocasiones llamen a alguien para que les pase “algunas líneas sobre el pensamiento peronista para que fulano (el candidato) se las aprenda”. Joya.

Está el sector que podríamos llamar “El turco en la neblina”, pero no se trata de un sector que lidere, Miguel Ángel Isa, sino el grupete de compañeros -quizás el más amplio-, que no sabe dónde está parado y para dónde hay que caminar. Estos, a la hora de votar, miran hacia el gobernador y van para allá. Si hay que ponerse el ponchito, “se lo ponemo y listo”, se suele escuchar.

Más allá, encontraremos el sector “De la casa de gobierno”, son compañeros generalmente encumbrados con los años por la rosca y el rosquete, militantes del asado sanlorenceño y el “picado” en “La Loma”, donde el tercer tiempo ha reemplazado hace largo tiempo a la Sede del PJ y allí, entre “cerveza y cerveza”, se define quien queda a la cabeza. Ese sector no tiene color, da igual que sea saencista, urtubeycista, romerista, incluso violeta Orozco, no importa quién esté en la Casa de gobierno, ellos van a seguir estando.

Ahora hay un nuevo sector, el del “PJ oficial”, compuesto por los que tomaron por asalto la Sede, el sello y el dinero que era peronista. Porque dicen, que habría unos doscientos “palos”, que de pronto se habrían fugado como los dólares del “Toto” Caputo. Este sector está “liderado” ahora por el ex gobernador, Juan Manuel Urtubey, lo que quizás explicaría lo de los “200 palos”. El caso es que este sector -como su jefe- se autopercibe peronista y con esa envoltura le venden el paquete a los palurdos que como no entienden nada, les da lo mismo.

Un apéndice de este “PJ oficial”, es el kircherismo residual donde algunos se autoproclaman guardianes de la doctrina aunque en la práctica terminan apoyando a figuras y regímenes como el de Nicolás Maduro, que nada tienen que ver con el legado de Perón. En el concierto del compañeraje peronista no son tantos, aunque ocupan cargos importantes. En los hechos, son una suerte de “homeless” norteamericanos. Para los no iniciados, “homeless” son los sin techo, sin casa, porque a estos luego de serrucharle el piso a la dirigencia peronista electa haciendo intervenir el PJ, terminaron rajándolos a la calle. Ya supimos decirlo “Otros vendrán, que de tu casa te sacarán”.

Queda por fin, un último sector del compañeraje, que son aquellos que cultivan ideas de ultraderecha y que de haber estado en el palco de Ezeiza para recibir a Perón aquel 20 de junio de 1973, habrían estado disparando sus armas belgas desde arriba. Son los que podríamos ahora rotular como “Los Victorianos”, porque se están abroquelando en torno a Victoria Villarruel. Cantan la Marcha con el brazo derecho en alto y la palma hacia abajo, van a misa y tributan en la logia del Opus Dei (Opas Dei, decía algún dirigente, pero no nos hacemos cargo de tal apelativo) y la Sociedad San Pío X -pío, pío-, y sueñan con la Argentina de la Triple A. Menos mal, son una raza en extinción.

Así no hay cama que aguante

Como se ve, en el variopinto y pintoresco panorama del compañeraje peronista salteño es muy difícil de hallar una cama que le venga más o menos bien a todos. Esto explica más o menos el porqué se eligen candidatos que no cierran a la medida de ninguno, porque la cama no es del Pueblo sino del hospedaje oficial o de la posada del PJ.

De allí que la adhesión de los compañeros sea a ciegas, lo cual contradice la esencia peronista y desnuda el oportunismo de quienes pretenden disfrazar intereses personales bajo el ropaje de una doctrina que ya no practican.

En Salta, estas tensiones se hacen visibles en cada acto político, en cada interna partidaria y en cada discurso de ocasión. Se invoca la unidad, pero se practica la exclusión. Se habla de compañerismo, pero se corta o se estira a cada militante según convenga a las ambiciones de turno. Procusto sigue presente, aunque ya no como mito, sino como praxis política.

El desafío para el peronismo salteño no es menor: deberá decidir si continúa atrapado en las contradicciones de un falso compañeraje o si, fiel a sus raíces, se abre a una verdadera renovación que recupere la mística popular y el sentido nacional. De lo contrario, la cama de Procusto seguirá ajustando las aspiraciones peronistas a la medida del poder de unos pocos, mientras la gente —el verdadero sujeto del peronismo— continuará quedando relegada.

El peronismo en Salta no puede seguir siendo cómplice de autoritarismos disfrazados de revolución ni víctima de su propio “síndrome de Procusto”. El Movimiento nació para liberar, no para someter. Y esa verdad, aunque muchos intenten cortarla o estirarla, siempre terminará por imponerse. –