SALTA – POR ERNESTO BISCEGLIA. – Lo acontecido el viernes pasado en el gabinete del municipio de Cafayate, es la primera muestra pública de la descomposición interna que se vive allí dentro. En esas condiciones es imposible pensar el gobernar nada, siempre que una gestión se nutre de la conjunción que representa un programa de gobierno.
Las desavenencias son propias de la condición humana y es bueno y saludable que así ocurra, pero siempre en el marco de un proyecto de gobierno común. Ahora, cuando ese proyecto no existe, cuando se piensa que gobernar es mandar y cuando no se comprende que la democracia es disenso y se pretende imponer el pensamiento único, las consecuencias están a la vista.
En toda gestión los funcionarios vienen y se van; pero en el caso de Cafayate, la salida de la secretaria de gobierno y de la encargada de capital humano, tienen un matiz doblemente agravado. Primero, que las mujeres renunciantes formaban parte del núcleo más duro de la intendente, Rita Guevara. Son pilares desde el minuto cero. Son las primeras que caminaron las calles con ella cuando la intendencia era apenas una aspiración lejana. Era impensable que dejaran la gestión y menos en estas condiciones.
En segundo lugar, nada es la renuncia, sino la descalificación pública a la gestión y a la propia intendente que realizaron después. Eso denuncia la gravedad extrema del conflicto interno y expone aún más la debilidad de un “gobierno” municipal que sólo se sostiene por inercia. Esta situación representa un peligro en el equilibrio institucional y alerta sobre la viabilidad política, social y económica del municipio.
Ahora, hay que reconocer que la intendente, Guevara, se lleva la palma en materia de cinismo y falta de vergüenza. Sus declaraciones posteriores, con la cara llena de risa, resultan un insulto al vecino. Su mensaje de que “Aquí no pasó nada”, consolida todavía más el fracaso a que la soberbia la ha llevado. Podrá mentirse ella misma y tratar de engatusar al público, pero la realidad que es la única verdad, dice que el gabinete implosionó porque nunca existió un proyecto político y sólo había un grupo de personajes ávidos de tomar una lapicera para cobrar un sueldo del Estado. Nada más.
Según declara la intendente, ya están designadas las personas que reemplazarán a quienes viajaron. Deben ser personas muy valerosas, necesitadas o con un grado de demencia importante para subirse a un barco que navega al garete y con rumbo de colisión con un iceberg.
En definitiva, todo es solucionable en esta vida, más todavía en política. Pero para eso se requiere humildad y comprender que el cargo es un servicio y no servirse del cargo. Ya lo decía el general Perón: “El poder no cambia a las personas, sino que las muestra como son”. –