El Federalismo argentino es un tren que siempre parte de Retiro y nunca llega a Salta

REDACCIÓN – www.ernestobisceglia.com.ar

El federalismo argentino es, desde hace décadas, una promesa incumplida. Un tren que todos anuncian con discursos vibrantes desde el andén de Retiro, pero que, misteriosamente, nunca llega a Salta ni a ninguna de las provincias profundas del país.

Parte siempre desde el centro del poder, cargado de buenas intenciones, de planes de “equidad territorial”, de “integración regional” y de “distribución justa de recursos”, pero a mitad de camino se detiene. Tal vez por falta de combustible político, tal vez porque a nadie en la locomotora le interesa que el tren llegue tan lejos.

La Argentina centralista ha hecho del discurso federal una religión sin templos. Todos lo invocan, pero pocos lo practican. Las provincias del Norte, como Salta, siguen esperando el cumplimiento de ese viejo pacto constitucional que prometía igualdad de oportunidades y desarrollo armónico. Lo cierto es que los kilómetros que separan Buenos Aires de Salta no son sólo geográficos: son culturales, económicos y, sobre todo, políticos.

Mientras en la Capital se discuten los grandes temas del país -el valor del dólar, la reforma laboral, los acuerdos con el FMI o los caprichos del poder mediático- el Norte argentino se debate en la falta de infraestructura, en la pobreza estructural, en caminos que aún son de tierra y en escuelas que sobreviven más por vocación que por inversión. La desigualdad no es una consecuencia del destino, sino de una estructura deliberadamente montada para mantener al interior como periferia funcional.

El federalismo auténtico no se declama: se ejerce. Y ejercerlo significa que las decisiones nacionales deben tener rostro provincial. Que un gobernador no tenga que peregrinar por los despachos porteños para conseguir lo que su pueblo necesita. Que la palabra “interior” deje de ser un eufemismo para “fuera del mapa del poder”.

Salta —con su historia, su cultura y su gente laboriosa— representa ese país postergado que sigue esperando el arribo del tren prometido. Pero el convoy federal, una vez más, ha sido desviado hacia los suburbios del centralismo.

Quizás el día en que el tren federal efectivamente llegue a Salta, con sus vagones cargados de justicia, equidad y respeto, podamos decir que la Argentina finalmente se ha reencontrado con su destino.

Hasta entonces, seguiremos viendo pasar, desde el andén del Norte, las luces lejanas de un federalismo que, como tantos otros sueños argentinos, nunca termina de llegar. –