WWW.ERNESTOBISCEGLIA.COM.AR – POR ERNESTO BISCEGLIA. – Asistimos al advenimiento de un fenómeno inédito, una guerra comercial entre dos potencias, el decadente imperio norteamericano y el dragón chino que herido abre sus fauces y está quemando todo con fuego. Cuando autores como Alan Turaw y otros escribían hace 20 o 30 años sobre la guerra que sobrevendría y coincidían que sería un enfrentamiento por los recursos naturales y se mencionaba a China como una potencia emergente que disputaría el liderazgo mundial a Estados Unidos, aquello parecía lejano. Hoy está aquí y el carácter global de este enfrentamiento alcanzará a todos en el planeta.
La imposición de aranceles impuesta unilateralmente por, Donald Trump, ha despertado a un gigante que crecía agazapado y que ahora comienza a mostrar su verdadero poderío. Mientras las marcas de lujo maquillaban orígenes y Estados Unidos levantaba sus muros, China seduce con puertas abiertas y una estrategia global sin disparos ni misiles.
Estamos ante una guerra por una nueva Ruta de la Seda que se construye e instrumenta desde Tik Tok. El mensaje es claro: el futuro que viene habla mandarín.
Ahora sabemos que detrás de cada marca de lujo occidental hay una historia que no se contaba. Millones de occidentales venían pagando 35 mil dólares por un bolso que en realidad cuesta apenas 1.250 fabricarlo. Nadie imaginaba que ese bolso, que dice “Made in France” o “Made in Italy”, en realidad nació en una fábrica en China, pasó por Europa para que le cosan una etiqueta, y de ahí directo al Olimpo del marketing global.
No es una novela de espías, es el capitalismo en su versión más performática. Y el telón está cayendo gracias a algo tan simple como TikTok. Sí, esa red social que hoy se ha convertido en una herramienta de denuncia industrial. Trump, ha pateado un avispero y ahora los fabricantes chinos están filmando el detrás de escena de las marcas de lujo: cómo las fabrican, a qué precio, y cómo después todo se convierte en un teatro de apariencias donde el consumidor occidente paga —literalmente— por una fantasía.
Desde bolsos, indumentaria, teléfonos, artefactos de todo tipo, todo se fabrica en China y una de las preguntas que surge es si acaso esto no es una estafa legal. ¿Qué estamos pagando los occidentales, calidad o estatus? ¿Qué se compra, una cartera o el derecho a pertenecer a una elite?
Porque después de estas revelaciones se puede decir que las revelaciones chinas han hecho caer los estándares sociales por el piso. Si al final de cuentas, casi todos podemos comprar algo de afamada marca a través de Internet directamente de China. No es poco lo que está ocurriendo.
Mientras tanto, en otra escena del mismo escenario global, China lanza una jugada geopolítica que puede cambiar el tablero entero: a partir del 1° de diciembre, todos los países en vías de desarrollo que mantengan relaciones diplomáticas con Beijing podrán exportar a China con arancel cero. Así, de golpe, África, América Latina y buena parte de Asia entran al juego grande sin pagar peaje.
No podemos menos que preguntarnos en Argentina: ¿Y ahora qué hará el presidente, Javier Milei? ¿Continuará pensando que los chinos son unos socialistas hijos de…?
Y mientras Xi Jinping abre puertas, tiende puentes y seduce con oportunidades; Donald Trump, sube aranceles, se repliega, blinda fronteras. La potencia que solía dictar las reglas ahora parece desorientada, como un viejo jugador que no entiende las nuevas cartas.
El presidente chino fue directo y sin rodeos. En un discurso pronunciado hace unas horas, el presidente chino dijo: “Compatriotas de China, pueblos del mundo. Hoy me dirijo a ustedes en un momento crítico para la economía global. Estados Unidos, bajo el mando del presidente Donald Trump, ha decidido dar un paso imprudente, peligroso y completamente irresponsable. Ha desatado una guerra comercial mundial elevando aranceles de forma unilateral, sin diálogo, sin razón y sin respeto alguno a las normas que rigen el comercio internacional.”
Y en otro pasaje, lo dejó aún más claro:
“Las guerras de aranceles, las guerras comerciales y las guerras tecnológicas van en contra de las tendencias históricas y las leyes económicas, y no habrá ganadores.”
China no está regalando nada. Está invirtiendo en liderazgo. Conquista sin disparar. Compra voluntades con rutas comerciales, no con portaaviones. Y lo está logrando.
¿Estamos ante un nuevo orden mundial donde el “Made in China” ya no es símbolo de copia barata, sino de poder estratégico?
¿Y nosotros, los países periféricos, sabremos jugar esta carta o volveremos a ser peones?
Lo dicho: De la China con amor…
Y con factura incluida.