Cuando la Fe Supera a la Talla, si la Imagen del Cristo se destruyera: ¿Continuaría el Pueblo de pie?

POR: ERNESTO BISCEGLIA – www.ernestobisceglia.com.ar

¿Qué pasaría si se destruyera la imagen del Señor del Milagro? La sola pregunta provoca un estampido en la conciencia popular de Salta: una tragedia inimaginable, pero inevitable de imaginar. Ninguna fe sólida puede esquivar las preguntas incómodas, sobre todo cuando el fanatismo suplanta a la razón.

Me pregunto entonces, ¿Qué pasaría si un día, por accidente o por la locura de un fanático, la imagen del Señor del Milagro se hiciera pedazos? ¿Cómo se sostiene un pueblo que camina cientos de kilómetros, que se arrodilla ante sus Patronos, si de pronto no hay imagen alguna que mirar y venerar?

Este planteo supe hacérselo a un clérigo salteño de alto rango hace algunos años y su gesto de asombro se acompañó de la admonición: “¡Vos te vas a ir al Infierno!”.

Es probable, al menos es del deseo de más de uno, pero más allá de que tengo amigos en el Averno, casi nadie sabe que la Imagen del Cristo que conocemos, supo sufrir en el pasado modificaciones e incluso daños cuando un día se cayó. En efecto, en la obra “Cuatro Siglos del Milagro en Salta”, libro publicado en ocasión de cumplir Salta los 400 años de su fundación, entre otras tantas, se publicó este libro que reúne interesantes artículos de todo el clero de Salta sobre aspectos de espiritualidad, exégesis catedralicia, historia, y por supuesto, un análisis plástico de las Imágenes del Milagro.

En la nota titulada “Imágenes del Milagro – Análisis Plástico”, de la profesora, Ester C. López Méndez, en la página 94 y ss., describe las modificaciones que sufrieron los brazos del Señor del Milagro para adaptar la imagen a la nueva cruz, pero particularmente relata un episodio -repito- desconocido para común, como fue el accidente que sufrió la imagen que resultó en graves daños al brazo y a la mano.

Dice la autora: “Al parecer todo este asunto del brazo se confunde con los graves deterioros que sufrió la imagen en 1913. Un artículo de “La Voz del Norte” del 22 de mayo de ese año, informa: “Ayer tarde… en la iglesia Catedral, ocurrió la caída de la imagen del Señor del Milagro… Al caer sufrió el busto serias desperfecciones (sic), pues el brazo izquierdo fue arrancado de su sitio rodando en pedazos por el piso, como igualmente otras partes integrantes del cuerpo de la estatua (sic)”. termina diciendo la autora: “Pero no aclara -el artículo de marras- cómo ni por qué ocurrió el desastre”.

Dice más adelante, López Méndez: “También la mano parece haber resultado muy dañada, no pudo ser reconstruida con sus propios pedazos (… que rodaron por el piso…), pues los dedos son notablemente diferentes a los de la mano derecha”. Y agrega: “Se guardan tres delicados dedos … ennegrecidos por cola de carpintero”. El análisis de la imagen y de los hechos es más extenso, obviamente, pero los datos históricos que contiene son azaz interesantes.

Cuando destruyeron a “La Piedad” de Miguel Ángel

En los primeros meses del año de 1972, un desequilibrado mental ingresó a la Basílica de San Pedro y atacó a martillazos a “La Piedad” de Miguel Ángel, causándole gravísimos destrozos, sobre todo en las manos y el rostro de la Virgen. También dañó al Cristo yacente sobre las piernas de la Madre. Si se busca en Youtube, hay algún video que muestra detalladamente la tarea de reconstrucción de la obra. La imagen que hoy vemos, ingresando por la nave derecha, al inicio de la misma, está ahora protegida por un grueso vidrio blindado.

El ataque a la imagen de la Virgen consternó al mundo, no sólo por tratarse de una reliquia del Renacimiento, sino por el símbolo que representa. El domingo inmediato siguiente, el Papa Paulo VI, en su homilía al referirse al hecho pronunció aquella famosa frase: “El humo de Satanás se ha filtrado por las grietas de la Iglesia”.

La fe, el ídolo, la Espiritualidad

Estos episodios históricos nos recuerdan que la madera, el mármol y la pintura son frágiles; lo que importa, lo que trasciende, es la devoción, el rito y la memoria que cada creyente, que cada peregrino lleva en el corazón.

Como se ve, las imágenes como obras salidas de las manos de los hombres están expuestas a los deterioros propios del tiempo y de la maldad de otros hombres. Luego, aquella inquisición que le hiciera al clérigo adquiere lacerante actualidad. ¿Alguien puede asegurar que las Imágenes del Milagro no podrían sufrir algún tipo de accidente o atentado? Y cuyo caso -Dios no lo permita- habría que restaurarlas inmediatamente, porque sino ¿Se reuniría un millón de personas detrás de nada?

La pregunta es brutal, sin duda. Y aún más ¿La madera podría ser sustituida por lo sagrado? La fuerza del Milagro, en realidad, no está en la madera ni en la pintura, sino en el rito, en el gesto multitudinario, en la memoria que esas Imágenes concentran y devuelven cada septiembre. El objeto, la talla, el oro, la plata y los diamantes, son sólo soporte, símbolos, vaso frágil que contiene algo que lo desborda: la devoción.

La razón, pues, lleva a preguntarnos si acaso la fe popular ha madurado más allá de las formas, de los templos y de las sotanas. Sin estos símbolos, como Pueblo ¿Seríamos capaces de renovar cada año la memoria y el Pacto? Porque ese Pacto ¿Con quién se celebra? ¿Con las Imágenes o con Dios y su Madre?

El verdadero desafío a la fe del Pueblo no sería la caída de la imagen, sino comprobar si los salteños, si los peregrinos seguirían caminando sin Ellas. Y quizás allí radique la verdad más honda y se descubra que el Milagro está antes que la talla, que la fe es anterior al símbolo y que, aunque todo se rompa, mientras el corazón siga encendido, habrá devoción ¡Y habrá Procesión!

Claro, hilando más fino, si un día el Pueblo supera en su fe a las Imágenes y a los símbolos, los primeros perjudicados serían los jerarcas que perderían todo tipo de poder y ascendencia sobre los simples. Sobre aquellos que no marchan por fe, sino que son la FE misma. Ellos no lo advierten, pero vienen a contemplar las Imágenes pensando que es el fin último de su esfuerzo y de sus rezos, cuando en realidad, la sola marcha es ya oración, devoción plena y demostración testimonial de que todo puede perderse, menos la Fe en el Cristo y en la Madre.

La imagen puede caer. La talla puede romperse. Pero el Pueblo… el Pueblo sigue de pie. Porque la fe está antes que el símbolo, y mientras el corazón siga encendido, ¡habrá Milagro, habrá Procesión!