Concejo Deliberante de Salta: Vacío legal y bragueta abierta

POR: ERNESTO BISCEGLIA – www.ernestobisceglia.com.ar

Alguna vez supe tener una pauta del Concejo Deliberante de Salta, y parafraseando a Les Luthiers, en sus “Zambas Paródicas”, cuando dice “…Supo ser un honrado arriero… después se olvidó.” Así se olvidaron hace muuucho tiempo de responderme sobre la continuidad de dicha pauta. Debe ser que lo que uno escribe no les gustó. Ya lo dice el viejo dicho español: “El que dice las verdades, pierde las amistades”.

Es inútil, estos tipos no tienen autocrítica, che.

Pero el periodismo es un oficio público; más aún del público. Cuando uno publica una nota deja de pertenecerle, es del Pueblo. Y ellos parece que no son muy Pueblo porque no les preocupa mucho cuidar la ética frente a los votantes. Pero uno no puede con su genio.

Recordaré que cuando estalló el escándalo que involucra a este simpático personaje, Pablo López (Alias “Milkhouse”, para los amigos), escribí una nota que molestó mucho a los amigos libertarios, no tanto desde entonces, pero que reflejaba una verdad, porque para ellos “las vaquitas son nuestras -de ellos- y las penas son ajenas”.

Hoy, el caso “Milkhouse”, perdón, Pablo López, vuelve al ruedo, como vuelve el propio López, a quien no le tembló el pulso para jurar al mejor estilo “Führer”, otros cuatro años de ejercicio. Eso de la ética y la moral son cosas para curas, que dicho sea de paso también mantienen pontificio sigilo y silencio ante estos avasallamientos al pudor público.

“No se va, Pablito, no se va…”

Nada menos que en el Concejo Deliberante de la Capital, donde uno esperaría que la moral pública tenga al menos el decoro de fingir seriedad, vuelve a protagonizarse esta escena digna de un sainete de grotesco criollo: un individuo acusado de conducta indecorosa, retención de sueldos y pedidos de favores sexuales reasume su banca sin que a nadie —absolutamente a nadie— se le moviera un músculo de la vergüenza.

Varios miembros de ese Cuerpo saltaron a los medios a dar explicaciones con el argumento estrella de que se trata de “un vacío legal”; faltó agregarse también moral. Es que pareciera que en ese lugar entre la decencia y el Reglamento hay un atajo, el Concejo Deliberante de la Capital siempre toma el atajo, se comprueba. Esto ya es una tradición local, como las empanadas o las ordenanzas inútiles.

En tiempos espaciales donde parece que en días más llegan de nuevo los Anunnakis, lo que hay en el Concejo Deliberante de Salta, es un agujero negro ético que absorbió cualquier vestigio de coraje institucional. Porque, señores -y señoras-, el Derecho puede callar; la ética no. Aquí callaron ambos, uno por defecto, la otra por cobardía.

O acuerdo de cúpulas…, quién sabe.

¿Quién es la “gente de bien”?

El concepto de “gente de bien” con que se autorotularon en La Libertad Avanza, parece que era para restringir el ingreso a su sede partidaria nomás. Especialmente a los periodistas. Después todo revoltijo moral se aguanta en nombre de la “Causa”. Chicos, con este silencio están mostrando la hilacha…

En resumen, el tildado por el propio Concejo Deliberante como “indecoroso concejal”, reasume su banca con la naturalidad de quien llega tarde a la oficina porque se quedó dormido.

La escena es kafkiana; tan absurda que merece descripción: entra por la misma puerta que un trabajador honrado, se sienta en el mismo recinto donde otros —pocos, muy pocos— alguna vez deliberaron en serio, y levanta la mano con idéntica parsimonia que el resto de los presentes, esos atletas del silencio que hoy constituyen el pleno del Concejo.

La pregunta es: ¿Qué discutieron para llegar a este estrafalario consenso? Probablemente nada. O no podemos saberlo porque allí, en ese Recinto, el silencio también delibera.

En vez de asumir que estaban frente a un escándalo moral —y actuar en consecuencia— cada bloque encontró su coartada técnica, su nota al pie, su pequeña trampita reglamentaria que le permitiera evitar el único acto que demanda coraje: decir que no.

Los libertarios, que predican libertad con una mano y se desabrochan la bragueta con la otra, guardan estratégico silencio. ¿Será que cuentan subrepticiamente con Milkhouse -perdón, López-, para hacer número en alguna votación?

Los progres, tan duchos en levantar banderas, se dedicaron a mirar para otro lado. Por ahí resulta que López es de Virgo. Y “Siempre es bueno tener un Virgo en la vida” (Farqhuarson dixit).

Los más conservadores, fieles a la liturgia, se limitan a masticar la incomodidad sin emitir sonido.

Y así, por acción u omisión, cada uno aporta lo suyo a esta deshonra colectiva.

Porque el problema no es sólo el concejal acusado. El “pequeño Führer” es apenas el síntoma. El problema verdadero es la institución que lo normaliza, que lo admite sin pestañear, que lo acomoda en el Recinto como si nada.

Cuando un imputado por conductas indignas puede asumir “porque no hay norma que diga lo contrario”, ya no estamos frente a un caso individual: estamos frente a la degradación del estándar moral del órgano deliberativo. Y en definitiva, de la política toda.

Hay que advertirles a estos concejales que gustan de realizar sus “stand up” en cada sesión: ¡El Pueblo no funciona con vacíos legales! Funciona con sentido común y observa, comprueba que para los concejales es el menos común de los sentidos.

La dignidad no alcanzó el quórum, la ética pidió la palabra y nadie se la concedió. En ese Recinto quedó firmada el acta de defunción de la decencia pública. La vergüenza perdió por mayoría simple; el bochorno ganó por unanimidad. Y el Pueblo tomó nota: en Salta, algunos ya legislan sin pudor y deliberan sin alma.-