Con el retiro de Romero, comienza a escribirse un nuevo capítulo de la historia política de Salta

POR: ERNESTO BISCEGLIA – www.ernestobisceglia.com.ar

Si sólo vas a leer esto, quedate con estas ideas.

La retirada del senador Juan Carlos Romero no sólo marca el fin de una era, sino que reconfigura todo el tablero político provincial. Con él se retira una figura monumental, y quedan en evidencia las ruinas que dejaron quienes alguna vez fueron sus delfines, no pocos que luego de encaramados en el poder le mordieron la mano.

Urtubey, Olmedo, Leavy: todos, en mayor o menor medida, son herederos fallidos de un poder que ya no volverá. En medio de este vacío emerge una figura: Gustavo Sáenz, quien tiene ahora la oportunidad —y la obligación histórica— de liderar un Nuevo Ciclo. Pero el tiempo apremia: enfrente lo espera una Libertad Avanza que, entre camisas moradas y discursos mesiánicos, ya sueña con gobernar Salta en 2027.

Pero si querés entenderlo a fondo, seguí leyendo.

En nuestra nota del pasado sábado afirmábamos que el senador nacional, Juan Carlos Romero, bajaba el telón y no participaría en la disputa por la re-renovación de su cargo en las elecciones de octubre próximo. También afirmábamos que esa decisión provocaría un sismo político porque le guste o no a quien sea, la figura de Romero siempre fue la columna sobre la cual se asentaba el edificio político de Salta. Siempre fue la referencia ineludible para todos a la hora de saber dónde pararse y con quien armar alguna alianza.

Con la jubilación del “Júcaro”, la escena política de Salta pierde una figura consular, cuya talla e influencia en la historia política de Salta y del país sólo es comparable con la de Robustiano Patrón Costas, en cuanto a peso político, preparación intelectual, nivel económico y capacidad para discernir el destino de la provincia desde un “Olimpo” al que ninguno está en condiciones de llegar… por ahora. Y vaya a saber por cuánto tiempo más.

Sin embargo, hay que señalar del “Sultán de las Costas”, dos errores, su tercer mandato, que señaló el camino de un mal ejemplo institucional, y la formación de los “Golden Boys”, un rótulo medio afeminado para designar a un grupete de jóvenes sin militancia y carentes de vocación de servicio (algunos hasta de escrúpulos), que nada útil aportaron a la política de Salta.

¿Qué sigue ahora?

Al quitar esa columna que sostenía al esquema político, más de uno queda en el aire y sólo uno está en condiciones de afianzar su porvenir político y hasta su legado histórico. Veamos:

Urtubey, más solo que una penca

Junto a la jubilación de Romero, se termina y pensamos que definitivamente, el ciclo del ex gobernador, Juan Manuel Urtubey. Paradojas de la vida y de la historia, el hombre que hizo cuanto pudo por menoscabar el poder de Romero, hoy parte al ostracismo en parte por la decisión de su padre político. Porque sin Romero, su delfín, Urtubey no habría sido nada. Urtubey, sale del tablero habiendo logrado ser más grande que Atila, quien dijo que “Donde pisa mi caballo, no vuelve a crecer la hierba”. Donde pisó Urtubey, no volvió a crecer la hierba, la economía, la educación, la justicia, los partidos políticos, nada. Hoy, estas palabras pueden sonar exageradas quizás, pero con el tiempo será la historia la que refrende estos términos. En suma, “Consumatum ex”.

Alfredo Olmedo, el sepulturero de sí mismo

La presencia de Alfredo Olmedo en la política es un caso de esos donde se mezclan la casualidad, la oportunidad y la decadencia de un sistema democrático que favoreció una coyuntura donde este personaje que en su momento pareció ser serio –casi lo votamos entonces-, terminó demostrando que era un niño caprichoso jugando a ser líder. Dotado de un natural histrionismo, la ausencia de líderes de peso le permitió hasta llegar a ocupar una banca en el Congreso nacional donde protagonizó momentos muy hilarantes. Otra creación de Juan Carlos Romero, el “Cepillo”, terminó deshonrosamente su paso por el Parlasur. Ahora, el país –y Salta- volverá a tener un clown en el Senado nacional, porque la inercia de votos morados lo depositará seguramente allí. En un ámbito tan recoleto como el Senado, la campera amarilla será “más notable que negro con remera blanca”, como suele decirse. Ojalá no se cumplan aquellas palabras de Perón: “Prefiero a un malo antes que a un bruto”. Y Olmedo no es mala persona.

Sergio “Oso” Leavy, el final de otro caudillo

Puede ser que ingrese al Senado…, puede ser que no. Pero el ultra kirchnerista, Leavy, intentará correr esta, su última carrera antes de “ser gancho” montado en un matungo; nada menos que el PJ tomado por asalto por Cristina Fernández, que en las últimas elecciones obtuvo un paupérrimo resultado. El espacio del “Oso” es un rejunte de sellos de la izquierda nihilista, algunos “idealistas” y muchos desahuciados, una masa informe de elementos que se autoperciben peronistas pero desprovistos de peronismo porque son kirchneristas, y el kirchnerismo jamás fue peronismo. Como sea, el “Oso”, es más bien un paquidermo que va en busca de una muerte solitaria. Nobleza obliga, hay que reconocerle a Leavy –y en eso sí se parece a un peronista-, su irrestricta lealtad a su jefa CFK, una condición que casi ningún otro ha tenido, porque muchos de los que están todavía en cargos públicos vienen como saltando a la rayuela, un pie aquí, mañana allá y más allá vaya a saber dónde. La muerte política de Leavy es también la defunción de otro espacio más.

La hora de Gustavo Sáenz

La salida del “Júcaro”, quizás haya beneficiado más que a ningún otro  a Gustavo Sáenz, a quien esta coyuntura lo ha liberado –si los tenía- de compromisos y le deja el campo orégano para convertirse en el líder de los espacios que dejan Romero, Urtubey y Leavy, más todos esos grupetes de peronismo sueltos por ahí que no tienen contención.

Esto es así porque la elección de octubre en Salta se ha polarizado ahora. Por un lado, La Libertad Avanza, que parece un Carro de Tespis lleno de “Mesías”, hombres y mujeres “químicamente puros”, gente “de bien”, profetas de la Tierra Prometida y filántropos, con algún que otro mequetrefe con manchitas morales como un dálmata y alguna “basura” que tirar en contenedores por allí, pero bueno… en toda “familia bien” ¿quién no tiene un cadáver en el placard o un pariente sucio, verdad?

Este “Pueblo de elegidos del Señor”, mide bien; es más, mide muy bien, porque vienen todavía empujados por la inercia del “fenómeno Milei”, ya que los ciudadanos ni los conocen y tampoco les interesa conocerlos, pero basta que sea morado, los votan. Esa tendencia es masiva y asegura una proyección que los hace soñar con una Emilia Orozco, gobernadora en el 2027. De hecho, Olmedo, ha declarado que la Orozco ya se está preparando para ser la próxima Primer Mandataria de Salta. La teología enseña que no siempre lo que se piensa que Dios está pensando, sea lo que realmente ocurre en la Tierra. ¿Se entiende, no?

Y al frente, queda, Gustavo Sáenz, con una responsabilidad histórica, la de frenar la fiebre amarilla y encauzar la política de Salta hacia el 2027 y más allá (quizás). Son dos años donde Sáenz podría realizar reformas institucionales y sociales profundas que le otorguen el bronce, pero eso sólo será posible si cambia de cuajo, gabinete, segundas y terceras líneas.

La hora reclama ciudadanos capaces, con “Cursus Honorum” y capacidad intelectual y sobre todo, voluntad de servicio a la comunidad. En Salta los hay y muchos, hombres y mujeres de valía notable. Si persiste en mantener este mediocre esquema de funcionarios que lo acompaña, en 2027, la “fiebre amarilla” puede convertirse en una epidemia.

Así es, “Alea Jacta Est”, pronunció Julio César al cruzar el Rubicón. Ese es el paso que la historia le propone y le reclama ahora a Gustavo Sáenz. Tiene las manos libres, no hay competencia ni con quien compartir espacios de poder.

La historia, juez implacable, le pedirá cuentas sobre si supo aprovechar la oportunidad para ser un líder o decidió continuar siendo un gobernador nomás, rodeado de amigos y obsecuentes. La opción es de hierro.

Ya no hay excusas, ni sombras que lo cubran: Gustavo Sáenz está solo frente al espejo de la historia.

Romero se retira, deja el escenario. Sáenz puede elegir si lo convierte en un teatro de gloria… o de títeres.-