POR: ERNESTO BISCEGLIA – www.ernestobisceglia.com.ar
En Salta se prohibió el uso de celulares en las aulas.
A primera vista parece una medida de orden y disciplina, pero la realidad es otra: el problema no es el celular, sino cómo se lo usa.
En tiempos de Inteligencia Artificial y aulas virtuales, no tiene sentido apartar de cuajo a estudiantes y docentes de la tecnología.
El desafío está en capacitar a los maestros para que el celular se convierta en lo que puede ser: una biblioteca, un cuaderno y un laboratorio en la palma de la mano.
Si querés saber más, lee la nota completa:
El Ministerio de Educación de Salta resolvió prohibir el uso de celulares en horario de clases, tanto para alumnos como para docentes. A simple vista, la medida puede parecer profiláctica y orientada a mejorar la disciplina. Sin embargo, no puede ser absoluta: no se trata de alejar de cuajo a estudiantes y maestros de la tecnología, sino de enseñar a aplicarla.
El verdadero desafío es capacitar a los docentes para que incorporen el celular como una herramienta más de enseñanza. El objetivo no es restringir, sino formar en un uso responsable y productivo de un dispositivo que ya forma parte de la vida cotidiana.
Tecnología y aula
Hoy, en el mundo, existen docentes virtuales que dictan clases y ya tenemos en Argentina hasta aulas experimentales sin maestros, donde los estudiantes interactúan únicamente con pantallas. Mientras tanto, en Salta, buena parte del cuerpo docente todavía duda sobre cuánto se puede usar Google en clase. A ello se suma la irrupción de la Inteligencia Artificial: una herramienta poderosa, pero cuyo uso resulta limitado —y hasta riesgoso— si no se cuenta con bases sólidas de conocimiento.
Lejos de reemplazar al docente, la tecnología debe entenderse como un aliado, del mismo modo que en otro tiempo lo fueron el pizarrón y la tiza. El celular puede convertirse en un recurso pedagógico: permite búsquedas rápidas, verificación de información, análisis de documentos, imágenes, mapas o videos. En una clase de Historia, por ejemplo, se amplía la base de conocimiento y se favorece el desarrollo del pensamiento crítico y la capacidad de investigación.
De los grupos de trabajo al WhatsApp
La tradicional formación de grupos de trabajo, que antes significaba mover bancos y juntar carpetas, hoy puede resolverse mediante grupos de WhatsApp conectados a plataformas educativas. Allí los alumnos comparten material, responden encuestas y hasta generan presentaciones colaborativas.
Imaginemos un aula donde los estudiantes trabajan sin distracciones y autoalimentan su conocimiento en tiempo real: fotos, videos y textos que se suben al instante y son analizados en conjunto bajo la guía del docente. Se potencia así la comunicación, la colaboración y la productividad.

Nuevas herramientas para enseñar y evaluar
Capacitar a los docentes implica también enseñarles a manejar aplicaciones interactivas como Kahoot, Quizizz o Socrative, que permiten elaborar cuestionarios en tiempo real. Las evaluaciones dejan de ser pilas de hojas corregidas en casa para transformarse en resultados inmediatos que permiten ajustar la enseñanza en el momento.
Asimismo, el celular puede ser un espacio de creación y registro: en Arte, los alumnos pueden documentar paso a paso la elaboración de una obra con fotos o videos, reflexionando sobre técnicas y procesos. En Biología, es posible usar apps de realidad aumentada para visualizar células en 3D o simular ecosistemas completos.
Transformar la adicción en herramienta
Es cierto: la mayoría de los jóvenes usa el celular para distraerse en TikTok, enviar mensajes o subir fotos a redes sociales. Pero esa adicción puede reconvertirse en herramienta de aprendizaje. Lo que antes implicaba largas visitas a bibliotecas, hoy se resuelve compartiendo un libro en PDF, señalando el párrafo exacto y debatiéndolo en clase.
Conclusión
En una provincia donde la crisis educativa es inocultable, pensar que la solución pasa por prohibir celulares es desconocer el mundo en el que viven nuestros estudiantes. El desafío no es esconder el dispositivo en la mochila, sino transformarlo en una biblioteca, un cuaderno y un laboratorio en la palma de la mano. –