POR: ERNESTO BISCEGLIA – www.ernestobisceglia.com.ar
Hay dos clases de periodismo. Aquel que se levanta sobre la base de sus orígenes doctrinarios, inspirado en el ejemplo de las plumas que nos dieron la nacionalidad; un periodismo que hacía de esa pluma una espada para zaherir a los monstruos de la tiranía y el villanaje político. A esos funcionarios que hicieron de sus cargos una piedra filosofal, que viniendo de la “chanchería” (como solía decirse), terminan mostrando al pueblo sus botines logrado mediante el saqueo, el cohecho, la asociación ilícita y el menoscabo del patrimonio público. Esos no son funcionarios, son sencillamente delincuentes, porque quien hecha a su bolsa aunque sea una moneda mal habida, es un ladrón. Contra esos miserables es que se levantan las plumas de aquellos que ejercitan el noble oficio de decir la Verdad.
Y hay otro “periodismo”; ese prebendario, a quien el poder le otorga patente de corso para deformar la verdad o bien ocultarla. Son esos los lacayos del poder de turno, que se arrodillan ante la moneda farisaica de los que han convertido la silla del servicio en el trono de sus intereses personales.
Nos inscribimos en el ámbito de la primera descripción, como que libres somos de todo compromiso dinerario con el poder; luego, entendemos que la riqueza de nuestro idioma nos permite jugar con la metáfora de titular: “Una intendente resbalosa como una babosa”. La aclaración tiene el sentido liminar de poner blanco sobre negro, más cuando nos hallamos frente a una funcionaria y un gabinete que no descuella por su lucidez intelectual, precisamente. Entonces, resulta necesario explicar el sentido de los términos, caso contrario, podríamos ser pasibles de una denuncia de género.
Así, decimos, para dejar en claro, que, según el Diccionario de la Real Academia, el término “babosa”, tiene varias acepciones, a saber:
Según el contexto y el tono con que se use, podría tener varias interpretaciones posibles:
A.- En algunos pueblos del norte argentino, se usa “basosa” (o “vasosa”) para referirse de forma despectiva a un insecto grande, feo o molesto, como una cucaracha, una polilla gorda o un bicho de humedad.
B.- En lenguaje coloquial, también se aplica a cualquier bicho “baboso” o viscoso, como una lombriz, una babosa o una larva.
C.- Y en sentido figurado, algunas personas llaman “basosa” a alguien “pegajoso, pesado o entrometido”, difícil de agarrar (por extensión del comportamiento del bicho).
Habrá, no dudamos, malintencionados y perversos, que busquen aplicar al caso de la señora intendente, algunas de las acepciones; pero eso seguramente será una aplicación personal y en el ámbito privado. Por nuestra parte, deslindamos responsabilidades al respecto, decimos que para los efectos que nos competen en este soliloquio, decimos “babosa” porque hasta aquí, la dicha intendente ha demostrado notable capacidad de viboreo ante los requerimientos del orden administrativo y sobre todo legislativo comunal.
Véase, nada más, la historia de sus dos años y algo más al frente del que supiera ser hasta entonces un municipio progresista y sobre todo donde reinaba la decencia. Al caminar por las calles se escucha como un susurro del viento vallista «Almeda, volvé, te perdonamos».
Desde el minuto uno de su actuación, se acumularon las quejas y las denuncias. Su trayecto hasta aquí, no ha sido sino la suma de actos supuestamente reñidos con la transparencia en las cuentas públicas.
El abuso de poder ha sido otra de las características de esta resbalosa persona. Pruebas al canto, se diría, pone y dispone de la vida de sus funcionarios según su humor cambia como los lentes que usa. Recuérdese que prontamente, dos de sus más fieles canes, fueron echadas sin piedad y dejando ellas sus puestos con las acusaciones más duras contra la mujer de la sonrisa eterna. Que dicho sea de paso, hay dos clases de sonrisas eternas; aquella de la Gioconda, enigmática, solemne e intrigante, acompañada de una mirada que intuye una inteligencia sobrenatural; y la sonrisa de personas como la intendente. O sea.
No hemos de repasar el martirologio de los cafayateños hasta aquí, sino asombrarnos de la capacidad de esquivar de esta mujer, que, por ejemplo, con dos informes de Serenata a Cafayate, sin explicación, con gruesos faltantes, muy ligera de cuerpo, acaba de lanzar la próxima Edición.
No entendemos mucho cómo la encargada del Turismo en la provincia la recibe y se exhibe con esta mujer cafayateña, promoviendo la próxima Serenata, cuando los números anteriores estarían dando groseras e inexplicables diferencias. ¿Dónde está ese dinero? ¿Al gobierno provincial no la importa que las cuentas no sean claras?
La reunión que no fue
En la jornada pasada, los miembros del Concejo Deliberante, se constituyeron en la sede de la alcandía para revisar en conjunto con el cuerpo de dibujantes…, perdón, de contadores, algunos aspectos que no cerraban. Obviamente, se vieron defraudados ante la inasistencia de la intendente y la ausencia de todo papel. La excusa fue que la “intendente está viendo el incendio del vertedero”. Lo que debería estar viendo la intendente, es el incendio de su gestión.
Uno de los temas a intentar dilucidar en la frustrada reunión, era el “Plan de Emperne a los Cafayateños” (PECAFA), una supuesta engaña pichanga, urdida a espaldas de todos entre la intendente y unos sibilinos beduinos cordobeses, que habría costado más de 40 millones (de los 150 millones que dicen, se habrían pactado inicialmente) y Cafayate no ha visto ni un yuyo nuevo, un burro nuevo en plaza…, no sé. Algo.
Los gastos del playón San Isidro, que habrían demandado como 20 millones más. Todo, absolutamente todo, sin un sólo comprobante a la vista hasta ahora.
Sabemos que se trata sólo de dos de la multiplicidad de ítems que ofrecen irregularidades en Cafayate.
La cuestión, finalmente, terminó con la explicación de un contador -López, posiblemente apellidado-, quien tiene más habilidad que Picasso a la hora de pinta el Guernica (Aclaramos que Guernica fue aquel pueblo español destruido en la década del cuarenta del siglo XX. Una analogía, en fin) en que está convertido Cafayate, y el consabido “NI”, como son todas las cosas de Guevara, otra jugada resbalosa.
Tarde o temprano, los rastros viscosos del poder se secan al sol de la verdad. Y cuando eso ocurra, Cafayate sabrá distinguir entre una gestión transparente y una simple huella de baba.
A esta altura, lo único que falta en Cafayate es que declare a la babosa animal municipal. –
