Asquito: La Corte de los Milagros de Salta

POR: ERNESTO BISCEGLIA – www.ernestobiscegli.com.ar

En su obra “Nuestra Señora de París”, Víctor Hugo describe la célebre Corte de los Milagros; ese barrio prodigioso donde la invalidez era un oficio y la miseria, una estrategia. De día abundaban los cojos, los ciegos y los tullidos profesionales; de noche, cuando caía el telón, todos sanaban milagrosamente. No había allí gracia divina, sino una organización eficiente de la mendicidad. La miseria, bien administrada, daba de comer. Y, claro está, nadie quería curarse: enfrentarse a la intemperie del mundo real resultaba mucho más riesgoso que seguir viviendo del milagro. O sea, nadie quería curarse: el milagro no estaba en sanar, sino en seguir cobrando.

En horas pasadas han trascendido imágenes de un “cónclave pagano” realizado en alguna madriguera, donde se reunieron personajes tan disímiles ideológicamente, como, Sergio “Oso” Leavey, José Urtubey, el desforado Estada, conspicuos libertarios y señaladores de defectos ajenos…, en fin, algo muy variopinto y pintoresco. Y también peligroso.

La política salteña y la obscena vocación de seguir viviendo del Estado

Eso ha sido un remedo de la Corte de los Milagros de Hugo, pero en grado de miseria moral organizada. Todavía tibio el cadáver electoral, los muertos del urtubeycismo, de lo que se llamó partido “de la victoria” (vaya a saber cuál victoria), los ganadores morados y otros esbirros más de la resaca electoral, dejaron de lado convicciones, discursos y supuestos odios irreconciliables para ensayar lo único que realmente los une: algún tipo de “entente” con vistas a 2027.

La escena no fue política; fue biológica. El instinto de supervivencia del político profesional —ese animal que no sabe vivir fuera del Estado— volvió a imponerse sobre cualquier consideración ética, doctrinaria o siquiera estética. Porque hay algo peor que la traición ideológica: la falta total de pudor.

Porque esa escena es más propia del mundo animal cuando están en celo, no se reconocen por el pelaje sino por el común olor del presupuesto.

Decir más sobre estos ejemplares es gastar mi tiempo y el del lector porque ya sabemos de sobra quiénes son; pero sí, podemos rescatar algunas apreciaciones significativas.

  1. – Queda absolutamente demostrado que aquello del antagonismo, la “rectitud moral” y bla, bla, bla, no es más que una mentira electoral.
  • – Invocan a la democracia y hablan de la “sangre sanmartiniana”, olvidándose de que George Washington, no quiso ser reelecto por tercera vez cuando una multitud marchó a pedírselo. También se olvidan que el General San Martín, no quiso el poder en Perú cuando se lo ofrecieron. Porque para estos patibularios de la democracia, la política es un empleo vitalicio, y ahí están, todos juntos para cuidarlo.
  • – Quedado palmariamente demostrado que para estos individuos el votante es un convidado de piedra. Es apenas un número, una estadística, un voto que les permite continuar viviendo sin trabajar.
  • – Y por fin, devela una verdad brutal: NO LES INTERESA LA GENTE, sino sólo continuar viviendo de la cosa pública y los privilegios.

La Corte de los Milagros no desapareció con Víctor Hugo. Cambió de escenario. Ya no mendiga en las calles de París, sino que negocia en salones cerrados de Salta. Allí la invalidez no es física, es moral; y el milagro, como siempre, no consiste en curarse, sino en seguir cobrando. –