POR: ERNESTO BISCEGLIA – www.ernestobisceglia.com.ar

El destino suele ser en ocasiones como una bomba caza-bobo; un paso mal dado y el mecanismo activa la explosión. En mi caso, llevaba una vida provinciana sin mayores angustias hasta que un día, algún espíritu ya condenado a ser pasto de las llamas me llamó para que visitara Cafayate. Nunca más pude irme de allí. Y ese destino salpicó la historia últimamente de buenas y malas experiencias. Algunas muy buenas, incluso.
Confieso que llegué a Cafayate como un párvulo inocente. Pero ocurrieron experiencias tan hermosas que terminé enamorándome de ese lugar, sintiéndome -como lo dije en algún discurso-, uno más. Hasta le llevé de obsequio al municipio la placa del General Martín Miguel de Güemes, que se encuentra en el ingreso. (Y que dicen, la Guevara, quiso quitar porque la había llevado yo. Propio de los bárbaros)
Pero también conocí en Cafayate lo peor que puede anidar en las personas como es la mezquindad de los espíritus, la torpeza a la que reduce la ignorancia, la soberbia y la más infame de las actitudes humanas: la traición. Huelga decir que en esta última categoría se encuentra la intendente, Rita Guevara, a quien, SIN COBRARLE UN PESO, contribuí al armado de su campaña. Viajes, alojamientos, etc., los pagué yo y reto a que me desmientan públicamente. Pero bueno, el Cristo dice: “Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos?” (Mt. 7, 16).
La vendimia de amigos
Pero hice amigos, muy buenos amigos, que es una forma de echar raíces, entre los que he contar a concejales que terminan su periodo. Los he visto trabajar con conciencia y sobre todo con compromiso con la comunidad.
Tuvieron la deferencia de invitarme a que fuera uno de los cuatro disertantes en el “Encuentro de concejales del Valle Calchaquí”, y en cierta forma, uno se convirtió en un asesor a distancia y presencial. Hemos luchado juntos en pos de la transparencia en el manejo de la cosa pública frente a una administración municipal notoriamente corrupta y decadente.
Hasta he tenido el «privilegio» de que cada vez que llegara a Cafayate, enviaran vehículos a seguirme, a sacarnos fotos cuando tomábamos un café en Chaile. Tanto ha sido ese privilegio de mi inserción que hasta la usina de calumnias me hizo parte de esa denigrante práctica que tienen los que manejan -si manejar es el término- el municipio.
Hemos trabajado allá y en repetidas visitas de estos amigos aquí en la Capital. Con el ánimo claro y equitativo, puedo afirmar que este Concejo Deliberante, fue un ejemplo. Ojalá que el próximo pueda continuar este nivel.
Meisner-Chaile, una delantera imparable
El Dr. Gabriel Meisner, ha demostrado un compromiso profundo, sólido y sobre todo con una transparencia en las acciones que toca el altruismo político. Estudioso, supo encaminar y presentar proyectos que van a cambiar el curso de la vida cafayateña. Fue, como diría Sócrates “puesto por los dioses sobre la ciudad como el tábano sobre el caballo para picarlo y mantenerlo despierto”.
Esta actitud de nobleza y compromiso le valió todo tipo de persecuciones y hasta difamaciones personales urdidas desde el municipio. Si hoy, Rita Guevara, está denunciada penalmente ante los tribunales, ha sido por el compromiso de un hombre decente como Meisner.
Con Daniel Chaile, tuve además oportunidad de trabajar en la última campaña. Lo he visto ponerle esfuerzo y compromiso, ganas de aprender para llegar a la Cámara de diputados. También ha sido víctima de las perversas maquinaciones que la intendencia teje contra quienes aplauden o callan ante los desvaríos económicos de esa “gestión”.
Ambos, desde estilos distintos, fueron la conciencia activa del Recinto.
Con los demás concejales he mantenido siempre también un diálogo afable y amistoso. Destaco en ese conjunto a Toti Chocobar, siempre presente en el acompañamiento.
Aun en las disidencias, hubo siempre un respeto mutuo y una nobleza en los procedimientos. Llevo en el corazón un agradecimiento profundo porque supieron hacerme objeto de aprecio y distinciones.
En medio de un valle fatigado por la corrupción y la pequeñez, este Concejo Deliberante fue una excepción luminosa: una prueba de que, aun cuando la política se enturbia, todavía existen espíritus capaces de sostener la dignidad del servicio público. Acompañarlos fue un privilegio; luchar junto a ellos, una lección de coraje y decencia.
Me voy de esta etapa con la certeza de que Cafayate me dio más de lo que yo pude darle: amistades nobles, batallas compartidas y la convicción profunda de que el bien aún puede abrirse paso entre sombras. A los que se van, mi gratitud; a los que llegan, mi mano abierta.
Porque, al fin y al cabo, la Causa es siempre la misma: que el pueblo de Cafayate viva mejor. –
