Del populismo al sálvese quien pueda: A cambiar todo si quieren salvar la ropa

POR ERNESTO BISCEGLIA – www.ernestobisceglia.com.ar

#Salta #Kirchnerismo #Elecciones2025 #Milei #CrisisPolítica #ReformaLaboral #ReformaPrevisional #Populismo #SálveseQuienPueda #ErnestoBisceglia #OpiniónPolítica #Argentina

RESUMEN: El kirchnerismo salteño se derrumba, pero el reemplazo no promete alivio. Entre el hartazgo y la bronca, muchos votaron sin leer la letra chica del “cambio”. Ahora llega el tiempo de las reformas y los lamentos, cuando la motosierra toque carne. En Salta, del populismo al sálvese quien pueda: otra vez, la historia repite su ironía. Es el momento de una decisión cabalmente política de Gustavo Sáenz, sino el gobierno se habrá perdido.

Paradojas de la historia política, el Juan Manuel Urtubey, que un día expresó: “Hoy, mi hija me dijo, Qué lindo día papá, porque hoy viene Cristina a Salta”; ahora, en su regreso, fue quien “le puso el último clavo al ataúd del kirchnerismo en Salta”. A partir de ahora, el kirchnerismo local ya no se cae: se desintegra. Es una implosión política silenciosa, sin épica ni resistencia, como un globo que se desinfla solo.

Sus dirigentes, como zombies, caminan sin rumbo, los sellos partidarios se diluyen y la sociedad, cansada del relato, le dio la espalda. Hasta ahí, todo bien. Pero lo curioso —y lo grave— es que muchos votaron su entierro sin leer el parte de defunción del nuevo orden que ayudaron a parir.

Lo que pasó en Salta -y en el resto del país- dejó en claro que buena parte del electorado eligió “en contra de” y no “a favor de”. El comicio fue una suerte de exorcismo, una catarsis emocional y cívica más que una decisión racional. Cada voto llevaba consigo una carga de bronca, de fastidio, renovando aquella frase que fuera bandera en el 2001: “Que se vayan todos”. Hoy, queda demostrado que en política, en ocasiones, el remedio es peor que la enfermedad.

Un triunfo pírrico para la sociedad

Los que ahora saltan y festejan, no se dan cuenta del costo de la letra chica del contrato que representó cada voto a favor de Javier Milei: reforma laboral, reforma previsional, achicamiento del Estado, flexibilización a destajo y jubilaciones licuadas. Lo llaman “modernización del Estado “; pero traducido en verbo criollo, el tiempo que viene hay que leerlo como menos derechos y más sacrificio. Lo que antes se llamaba “ajuste”, ahora se vende como “libertad”.

El presidente Milei, dijo ayer: “La Argentina será el país más libre”. Lo que no dijo es para quién o quiénes.

¿Y por casa cómo andamos?

En Salta, mientras tanto, el desconcierto es total. Los mismos que ayer reclamaban al Estado por empleo o asistencia, hoy celebran el discurso del esfuerzo individual como si hubiesen descubierto el fuego. La alegría de entregar el recibo de sueldo parece haberse transformado en un acto patriótico.

Nadie parece advertir que el “anti casta” terminó siendo el “anti pueblo”. Que detrás del discurso de la motosierra hay un proyecto de país sin red de contención, donde la meritocracia se convierte en excusa para la exclusión. Y cuando lleguen las reformas —porque llegarán—, el llanto será tardío, pero previsible.

Con gente que no ha demostrado nada, ni en lo intelectual ni en lo político, La Libertad Avanza, se alzó con el triunfo, porque colocar dos senadores nacionales y sendos diputados en el Congreso nacional, representa haberle ganado al aparato de gobierno. Estos resultados comprometen los dos años de gestión que le restan a Gustavo Sáenz, lo cual obliga al gobernador a realizar lo que venimos predicando desde un tiempo: ¡Hay que cambiar todo y a todos!

El tiempo político que se inauguró anoche en Salta, no resiste continuar la navegación con los mismos marineros porque eso sería equivalente a poner proa rumbo al iceberg. Es hora del consenso, del llamado pluralista. Una suerte de “Pacto de la Moncloa” a lo criollo, digamos. Porque de lo contrario, no sólo la provincia se pintará de morado en 2027, sino el semblante de todos los salteños.

Sáenz, tiene un gran mérito, el de haber construido su carrera política solo y tejiendo con habilidad acuerdos, así, supo construir desde la cercanía con todos, pero hoy queda en el centro del tablero, obligado a elegir entre seguir como espectador o asumir el riesgo de liderar un verdadero cambio.

Precisamente, las palabras del gobernador Sáenz, pronunciadas anoche en su búnker, cuando dijo que no habrá identidad, ni federalismo, ni fortalecimiento de Salta y el Norte, no podrán ser realidad con gente,  que lo ha hecho quedar segundo frente a candidatos sin mérito político alguno. Es el momento de aplicar la fórmula  que pronuncia el Tancredo del “Gatopardo” al revés: “Cambiemos todo para que nadie cambie”, dice la novela. Ahora, en Salta, “Hay que cambiar todo, para todo cambie”.  

Precisamente, las palabras del gobernador Sáenz, pronunciadas anoche en su búnker, cuando dijo que no habrá identidad, ni federalismo, ni fortalecimiento de Salta y el Norte, no podrán ser realidad con gente,  que lo ha hecho quedar segundo frente a candidatos sin mérito político alguno. Es el momento de aplicar la fórmula  que pronuncia el Tancredo del “Gatopardo” al revés: “Cambiemos todo para que nadie cambie”, dice la novela. Ahora, en Salta, “Hay que cambiar todo, para todo cambie”.  

La historia argentina tiene algo de tragicomedia: siempre votamos para castigar a alguien, y terminamos castigándonos todos. Cambian los nombres, cambian las siglas, pero la ilusión de que esta vez “será distinto” sigue intacta.

En Salta, la caída del kirchnerismo no fue un acto de madurez democrática, sino de catarsis colectiva. Y como toda catarsis, alivia, pero no cura. Porque mientras festejamos el fin del populismo, ya asoma el comienzo del sálvese quien pueda. –