REDACCIÓN – www.ernestobisceglia.com.ar
De próxima aparición en edición papel y digital, el libro de Ernesto Bisceglia, titulado «1976 – La Verdad, sólo la Verdad y nada más que la Verdad», traza de manera cruda y objetiva los hechos que la historia registra como antecedentes previos al Golpe de 1976. No es un relato ideológico, sino una exposición basada en documentos que expone como aquellos negros días de la década del setenta hunden sus raíces en los problemas no resueltos desde el Golpe de 1955, cuando la “Revolución Libertadora” derrocó a Juan Domingo Perón.
La falta de Justicia y la incapacidad de las fuerzas políticas para encaminar los sucesos a través de la institucionalidad, sumado al contexto internacional que tenía una fuerte impronta marxista, crearon las condiciones para que se produjera el derrocamiento de María Estela Martínez de Perón. Un golpe de Estado que el pueblo pedía en las calles.
Aquí algunos párrafos del contenido:
Se levanta el telón de la violencia terrorista
Si bien las calles de la República Argentina ya sabían de hechos violentos como atentados, bombas que estallaban en las madrugadas en supermercados y concesionarias de marcas «imperialistas», vehículos sin chapa patente que se desplazaban por las ciudades con individuos que mostraban sus armas largas por las ventanillas, secuestros, asesinatos de policías y militares, robos y extorsiones para hacerse de logística y dinero, el debut con que Montoneros presentó su acreditación como grupo terrorista y subversivo fue el secuestro del ex presidente de facto, general Eugenio Aramburu, perpetrado por dos facinerosos disfrazados de militares que montaron un audaz operativo y sacaron engañado de su departamento a Aramburu. El hecho ocurrió el 29 de mayo de 1970, el Día del Ejército Argentino.
En su lugar de cautiverio, Aramburu fue «juzgado» por un «tribunal popular» y ejecutado. Su cuerpo sería encontrado un tiempo después en una fosa y cubierto con cal.
La violencia se repartía en distintas organizaciones que iban dándose a conocer a través de hechos violentos, como las Fuerzas Argentinas de Liberación (FAL), el Partido Revolucionario de los Trabajadores, el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), una de las más sanguinarias, las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), pero de todas ellas la más emblemática fue sin duda Montoneros que se definía como «una organización peronista de inspiración cristiana» y revindicaba a la violencia como «el único camino posible para que el pueblo tome el poder para instaurar el socialismo nacional; es la guerra revolucionaria total, nacional y prolongada, que tiene como eje fundamental y motor al peronismo».
Hay que hacer notar bien y claramente que estos grupos se habían organizado y articulado para sostener una guerra, como bien lo dice el parte de presentación de Montoneros.
Este concepto es muy importante y debe ser resaltado como corresponde: Tanto Montoneros como todas las demás agrupaciones subversivas habían declarado la guerra al pueblo argentino, se habían levantado contra el orden constitucional y querían derrocar al presidente elegido por la mayoría del pueblo para imponer una dictadura marxista.
Este argumento es central a la hora de oponer al discurso progresista y “Nac&Pop” que no eran «jóvenes idealistas» sino consumados terroristas que se habían organizado según un esquema militar, con uniformes en algunos casos, grados y hasta código de guerra propio ya que no pocos militantes fueron ejecutados por sus mismos compañeros por «causas disciplinarias graves», como por ejemplo querer salir de la organización o ser considerados espías de los servicios de inteligencia.
En suma, el puntapié inicial de la escalada violenta en el país lo dieron estas organizaciones de jóvenes y lo más grave, es que se dio en el marco de un Estado de Derecho, bajo un gobierno plebiscitado mayoritariamente por el pueblo argentino. La guerra lanzada por esos malvivientes, era, en suma, contra el propio pueblo argentino.
El secuestro y asesinato del General Pedro Eugenio Aramburu: Presentación de la violencia en sociedad
La presentación en sociedad del grupo terrorista y subversivo Montoneros fue el secuestro y asesinato de quien había liderado el gobierno posterior al derrocamiento de Juan Domingo Perón. El general, Pedro Eugenio Aramburu junto al almirante, Issac Rojas, no sólo afirmaron el movimiento golpista que terminó con otra dictadura como ya se había convertido el segundo mandato de Perón, sino que en un rapto de locura y soberbia decidieron extirpar de país todo resabio de peronismo.
Sólo en una mente afectada por una megalomanía patológica pudieron concebir que mediante una política represiva podrían terminar con un sentimiento que se había enraizado en el pueblo a límites muy profundos.
A los militares golpistas siempre les gustó etiquetar su asalto a la Constitución Nacional con algún rótulo, en el caso de aquellos facciosos que «voltearon» a Perón, se autotitularon como «Revolución Libertadora» y su accionar terminaría teniendo consecuencias significativas que se extendieron a varios aspectos de la vida nacional.
El secuestro y asesinato del general Pedro Eugenio Aramburu fue un evento significativo en la historia política de Argentina. Aramburu tomó el poder tras el golpe de Estado de 1955, que derrocó al gobierno de Juan Domingo Perón y durante su régimen, se implementaron políticas represivas y represalias contra los peronistas y simpatizantes del peronismo, lo que llevó a numerosas violaciones de derechos humanos.
El 29 de mayo de 1970, el grupo guerrillero peronista Montoneros secuestró a Aramburu en su hogar en Buenos Aires. Los Montoneros exigieron la liberación de varios prisioneros políticos a cambio de la liberación del General. Sin embargo, el gobierno no cedió a sus demandas. Finalmente, el 1 de junio de 1970, Aramburu fue asesinado por sus captores. Su cuerpo fue encontrado más tarde, y su muerte aumentó la violencia política en Argentina durante los años siguientes.
El secuestro y asesinato del general Aramburu es sólo el más emblemático de los muchos eventos violentos que ocurrieron durante ese período turbulento en la historia argentina. Los años 70 fueron testigos de una intensa lucha política y social en el país, con enfrentamientos entre grupos guerrilleros, como los Montoneros, y el gobierno militar. Estos eventos forman parte de un contexto más amplio de violencia política y represión en Argentina durante esa época.
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El 25 de Mayo de 1973: “Cámpora al gobierno, Perón al poder”
Aquel 25 de mayo de 1973, cuando asumió la presidencia el doctor Héctor J. Cámpora, no fue el día noble que se esperaba, no sólo por ser la Fecha Patria fundacional, sino porque era el momento de la asunción de un presidente, era el pasaje de un tiempo histórico a otro. Terminaba dictadura que había comenzado con la caída del Dr. Arturo Illia y se iba el último presidente de esa saga de golpes palaciegos dentro de las Fuerzas Armadas que habían colocado al Teniente General Alejandro Agustín Lanusse en la presidencia.
La historia reconoce que el general Lanusse fue un hombre de honor que cumplió con la palabra empeñada permitiendo el regreso de Perón y sobre todo devolviendo el manejo de las Instituciones a los civiles. Sin embargo, aquella mañana en que debían ser la Casa Rosada y la Plaza de Mayo los ámbitos de una fiesta cívica porque asumía un nuevo gobierno elegido en las urnas, todo terminó en tragedia.
La furia, el desatino, la irracionalidad, todo eso se apoderó de la Casa Rosada y de las inmediaciones de la Plaza de Mayo. Adentro de “La Rosada”, ocurrirían cosas sugestivas con el nuevo gobierno, como el brindis de Héctor Cámpora con Osvaldo Dorticos, presidente de la Cuba que gobernaba Fidel Castro. Ese encuentro no era casual, la presencia del enviado de Castro que en ese tiempo exportaba la revolución marxista hacia Latinoamérica marcaba la tendencia al nuevo gobierno que había sido apoyado mayoritariamente por la gente.
Otro momento no menos singular y con otra figura sugestiva y trascendente en ese momento, fue el saludo y la conversación que mantuvo Cámpora con el entonces presidente de Chile, Salvador Allende, que estaba entre los invitados extranjeros. El gobernante trasandino también tuvo palabras de elogio y mantuvieron largas reuniones y hasta asistieron incluso a espectáculos deportivos. El nombre del presidente comunista fue coreado largamente por los manifestantes en la Plaza de Mayo.
Mientras Chile se debatía un desgarrador proceso de luchas callejeras, de inflación desbocada, desabastecimiento y desorden, el nuevo presidente de los argentinos exhibía la amistad con su par chileno como una bandera. Era el anticipo de los tiempos que sobrevendrían.
Mientras tanto, afuera, en la histórica Plaza ocurrían cosas realmente insólitas. Grupos de jóvenes insurgentes y violentos se habían apoderado de la plaza portando pancartas que lucían insignias que la gente no había votado.
Se podían ver los carteles de Montoneros, del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), de todos los movimientos terroristas, incluso un enorme lienzo desplegado en un edificio que tenía pintado el “5×1”, aquella amenaza lanzada por Perón desde el balcón de la Casa de Gobierno el 28 de agosto de 1955, días antes de ser derrocado, cuando dijo que: “¡Por cada uno de nosotros que caiga, caerán cinco de ellos!”
Se puede afirmar a la luz de la historia que aquel 25 de Mayo del 73 constituyó una verdadera pesadilla, porque la Casa de Gobierno que había amanecido resplandeciente, tal cual correspondía a un momento tan solemne, comenzaba de a poco a llenar sus paredes exteriores con pintadas y grafitis de todas las organizaciones terroristas, de todos los elementos subversivos. La Casa Rosada era bautizada ya en ese momento como “Casa Montonera”, mientras en los alrededores la violencia se entronizaba a manos de jóvenes que se lanzaban a cometer todo tipo de desmanes: roturas de vidrios de negocios, vehículos de trabajadores argentinos anónimos que se daban vuelta y ardían alimentando aquella orgía de revancha y odio. Todo, todo fue posible en aquel momento.
Encaramados en los balcones de la Casa Rosada, se veían a encapuchados armados con palos que ya sacaban a pasear su clandestinidad y anonimato anunciando el despliegue del terror. Terminaba un ciclo, es verdad y comenzaba otro, pero mientras se cumplía la palabra que había sido tan difícil de comprometer y mucho más de realizar, abriendo el camino del retorno a la democracia y al retorno de Perón, cuando parecía que el país había alcanzado por fin una madurez política, las hordas de violentos trazaban la profecía de que con Cámpora no volvía la democracia sino que se instalaba el terror, el desquicio social y la violencia.
