POR: REDACCIÓN – www.ernestobisceglia.com.ar
El régimen de Nicolás Maduro atraviesa su tercer mandato en un clima de debilidad interna y aislamiento externo. La oposición denuncia un fraude electoral estructural, mientras que la comunidad internacional mantiene cuestionamientos sobre la legitimidad del gobierno.
En este escenario, Estados Unidos ha endurecido la presión, con movimientos militares en el Caribe y advertencias directas que funcionan como un mensaje de intimidación. Washington busca forzar concesiones en materia democrática y petrolera, pero también proyectar poder en la región frente a China y Rusia, socios estratégicos de Caracas.
Maduro responde con retórica de resistencia y despliegue de milicias, apelando al nacionalismo como defensa frente a la “agresión imperialista”. Sin embargo, el trasfondo es la fragilidad de su modelo: inflación desbordada, pobreza creciente y una emigración masiva que erosiona el tejido social.
La tensión con EE.UU. mantiene a Venezuela en un delicado equilibrio: cualquier error de cálculo puede derivar en un conflicto regional, mientras la población sigue atrapada entre la asfixia económica y la lucha por sobrevivir.