POR: ERNESTO BISCEGLIA – www.ernestobisceglia.com.ar

Reuniones secretas, rumores de recambio y un presidente atrapado en su propio laberinto. La crisis ya no se mide sólo en votos o en economía, sino en la solidez misma de las instituciones.
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El teléfono sonó a esa de las dos de mañana. Una voz firme desde el otro lado de la línea dijo secamente: “Todo se está yendo a la m…” y agregó, “La Villarruel (sic) se llamó a silencio absoluto y hay reuniones de todas partes con sectores del peronismo y los militares”. Lo que siguió a la charla fue “de forma”, digamos. El dato objetivo y más palpable es la salida del escenario político de la vicepresidente, Victoria Villarruel; que, durante la crisis de los audios, la previa de las elecciones y luego del catastrófico resultado del pasado domingo 7, no apareció ni dijo absolutamente nada.
Otra fuente, señaló que “Lo vemos a Milei, atrapado en su propia telaraña de ideas fijas” y agregó “Los sectores políticos esperaban una autocrítica más severa, cambios más resonantes en el gabinete, pero nada. La ratificación del rumbo publicada en su twit, profundiza la crisis y debilita todavía más al gobierno”. En medio del fragor de los comentarios que van y vienen, hay una sola idea común a todos: “Milei la tiene que rajar a su hermana. Esa bruja (sic) es lo que lo tiene inmovilizado y la cuestión social se están tensando demasiado”. Otra persona cercana a los intríngulis de la Casa Rosada, señaló que, “Si no se avivan, la cosa se puede poner colorada. La macroeconomía está de diez, pero abajo domina la heladera y adentro de la heladera, la gente ya tiene solamente luz”. Y algunos ni eso.
Así puestas las cosas, hasta el mismo periodismo porteño ya está preguntándose públicamente: “¿Y, cae o no cae, Milei?”. Y este es el mayor riesgo que enfrentamos, un quiebre institucional en un momento muy delicado del país.
Las luces y las sombras o los guisos y las sobras
Mientras el pueblo apenas sobrevive entre guisos y sobras, en los altos despachos se cocinan operaciones que evocan fantasmas del pasado. La mayor amenaza no es un cambio de nombres, sino un quiebre institucional.
Por una parte, la cuestión política muestra luces y sombras que proyectan siluetas no deseadas; un gusto a conspiración pre-golpista que hace décadas no sentíamos los que tenemos memoria de aquellos días lamentables.
En los círculos políticos más íntimos de Buenos Aires, desde que comenzó el conflicto entre el presidente y su vice, se viene acunando la idea de “apurar un recambio”. Esa posibilidad la manejan algunos sectores de las Fuerzas Armadas decepcionadas con la actuación del ministro Luis Alfonso Petri, por la falta de cumplimiento de promesas hechas al inicio de la gestión: “La recomposición salarial no ha sido tal como tampoco el rearmamento de las Fuerzas”. Además, el escándalo de IOSFA (Instituto de Obra Social de las Fuerzas Armadas y de Seguridad), que dejó a todo el personal y sus familias sin obra social, sumado que el tema de ascensos y otros temas castrenses “Siguen manejándose con el dedo”. Varias encuestas realizadas antes de las elecciones revelaron que “hasta un 80% del personal uniformado votó en contra de Milei”. Y la historia nos enseña que los altos jefes, votan, pero además se reúnen.
Por otro lado, los sectores más ortodoxos del peronismo y de la centro y ultra derecha argentina, hace meses han comenzado a comunicarse intercambiando ideas para ir formando una posible base de apoyo electoral a Victoria Villarruel. Un analista privado señaló el lunes pasado que “La gente votó a Kicillof (Axel), porque no había más, pero el sector más pensante del peronismo no se quiere comer el sapo de un regreso “K”, ni depender de un tipo poco confiable”. Como se ve, hay sectores del peronismo que son pensantes…
Abajo de todo esto, está el pueblo raso, que votó a Kicillof, por las mismas razones. Son los que apenas comen guiso y sobras, los que viven en el barro, los que no pueden pagar el fiado del almacén. Los que ya no tienen como ayudar a los padres o abuelos jubilados, no con los remedios que pasaron a ser en muchos casos un lujo, sino con la comida. El veto al financiamiento de los discapacitados, la cuestión del Hospital Garraham y el corte al financiamiento universitario, son agresiones que la sociedad argentina no va a perdonar.
Un silencio que hace mucho ruido
El silencio de Villarruel, la debilidad de Milei y la ansiedad de la política abren un escenario que huele a conspiración. Entre pasillos y uniformes, la pregunta es una sola: ¿resistirá la democracia?
Mientras el presidente, Javier Milei, ofrece una “mesa” que quiere ser distinta pero es la misma, el mecanismo conspirativo ya viene marchando. Una opinión generalizada sobrevuela en todas partes “Este gobierno ya está terminado”. El peronismo que es como los tiburones, cuando huele sangre se junta en manada y corre a despedazar al herido, ya está maquinando escenarios posibles. La ausencia absoluta de liderazgos políticos, le ofrece a Victoria Villarruel, un escenario posible, donde al parecer, tanto ella como sus contertulios no estarían con ganas de esperar los tiempos constitucionales para disputar la presidencia. Claro, hay que decir, que el propio presidente y su entorno, están haciendo un muy buen trabajo para favorecer esas especulaciones.
Entre los interlocutores uniformados, alguien dijo “El 26 de octubre es el “Día D” en la política argentina. Si el presidente, Milei, cosecha otra derrota pero a nivel nacional, entonces, no sería raro que se hiciera realidad (lamentablemente para las Instituciones de la República), aquel viejo dicho del campo: “Otros vendrán, que de tu casa te sacarán”.
En definitiva, lo que hoy está en juego no es sólo la figura de Javier Milei ni el silencio calculado de Victoria Villarruel. Lo que late detrás de cada reunión a escondidas, de cada rumor de pasillo y de cada palabra dicha en voz baja, es la fragilidad de nuestras Instituciones.
Si la política insiste en devorarse a sí misma entre intrigas y operaciones, y si el gobierno no entiende que gobernar no es tuitear ni blindarse con un círculo íntimo, entonces no habrá Milei ni Villarruel que resistan: lo que caerá, una vez más, será la confianza del pueblo en la democracia. –