Sobre el difícil y peligroso arte de pensar en Salta

POR: ERNESTO BISCEGLIA – www.ernestobisceglia.com.ar

Pensar es básicamente un acto de inteligencia para el cual todos estamos habilitados en orden a nuestra naturaleza racional y libre; sin embargo, el pensar en una aldea como Salta puede convertirse en un acto peligroso “per se”. ¡Ni qué esperar del pensar y además, decir!

A pesar de que estamos transitando ya el siglo XXI de la Era del Cristo, la provincia de Salta, es un sitio con aspiraciones modernas pero que no puede -o se niega- abandonar su estructura medieval. Hoy los teléfonos nos muestran cuán avanzados están otros lugares del Orbe, y tras meditar un poco por qué razón es así, notaremos que el progreso va de la mano con la liberación de condicionamientos atávicos, básicamente religiosos, políticos y sociales.

La experiencia histórica global nos enseñará que el mayor impedimento para el progreso y el desarrollo se encuentra en la influencia de la Iglesia Católica, responsable de por lo menos 500 años de retraso en la evolución de la conciencia. El ultramontano reaccionará a esta, nuestra concepción, clamando “!Sea anatema!” (Gálatas 1:8-9). Para los no iniciados, explicaremos que “anathema”significa “maldición, excomunión, maldito”. Era una manera durísima de marcar ruptura y condena pública.

La “Santa” Inquisición, la maquinaria más demoníaca jamás pensada para tronchar el razonamiento científico y libre, persiguió, procesó y castigó a muchos. Algunos fueron ejecutados en la hoguera; otros fueron perseguidos, encarcelados o forzados al silencio.  El paradigma, lejos, de esta brutalidad dogmática, fue sin duda, Giordano Bruno (1548–1600)Filósofo, matemático y astrónomo italiano, defendió el infinito del universo y la multiplicidad de mundos; fue quemado en Roma tras un largo proceso inquisitorial. Michael Servet (1511–1553), médico y teólogo aragonés, descubrió la circulación pulmonar de la sangre y cuestionó la Trinidad; fue quemado en Ginebra por el calvinismo. Lucilio Vanini (1585–1619), filósofo italiano acusado de ateísmo y herejía, fue ejecutado en Toulouse: le arrancaron la lengua y lo quemaron.

Más extensa es la lista de los que debieron renegar de sus ideas y descubrimientos para conservar la vida, donde el símbolo es Galileo Galilei.

El costo de pensar

La impronta de los clérigos en América siguió el ejemplo europeo, y en Salta, ese pensamiento en las élites locales se mantiene vivo como una impronta cultural ancestral, no como fe viva sino como escudo de poder y legitimación de la hipocresía local.

Por lo tanto, se aplica desde las aulas de los párvulos en los colegios confesionales sobre todo, esa cultura del silencio como norma y el peso del estigma social contra quien se atrece a decir lo no se puede decir: “De eso no se habla”, una frase que sellaba historias indecibles en muchas familias.

La política que no es para el progreso sino para la riqueza (de pocos)

En Salta, desde los tiempos de su fundador, Hernando de Lerma, el manejo del poder también tiene una impronta de severidad y de exclusión de las mayorías. A diferencia del Movimiento de Mayo de 1810, donde participaron algunos apellidos ya mixturados de sangre, en Salta, la historia política delata que siempre el bastón de mando estuvo en manos de la oligarquía terrateniente, reemplazada desde mediados del siglo XX por una oligarquía comerciante. En las últimas décadas, el poder, lo ostenta una oligarquía política, nacida de los negocios y negociados a costa del Estado.

Esta nueva de ejercicio del poder en Salta, se caracteriza por la convocatoria a los elementos más mediocres, más lábiles y dispuestos a practicar el «robo para la corona»; como siempre, salvo las honrosas excepciones. He allí, otro elemento que retrasa el progreso de los Pueblos.

Bien denunciaba, Estebe Echeverría, en “El Dogma Socialista”, aquello de “Los tiranos han fraguado de la religión cadenas para el hombre y de ahí ha surgido la liga impura del poder y del altar”.

Pensar es un acto subversivo

El mundo se encamina decididamente hacia el abismo del caos. Tal vez, como parte del eterno y recurrente ritual de renovar las cosas. Sin embargo, todo dice que ahora podría ser distinto porque esta Era está signada por la evolución de la Conciencia. Es un tiempo donde la Espiritualidad gana terreno sobre el dogma, el altar y la imagen. La Libertad del Espíritu, abatirá finalmente a los tronos y el Apocalipsis no será el fin del mundo sino la caída de los reinos, donde el «Sic transit gloria mundi», será la única verdad y realidad.

Pobres aquellos que se afanan en ganar y conservar el poder, porque al final, verán que tienen sólo polvo entre sus dedos. La puja por el poder y sus obsequios tiene un costo social cada vez más alto. Por cada triunfo en el poder, cientos, miles, padecen y mueren, para que pocos, muy pocos satisfagan su ambición de pasar a la historia como los que más poder han detentado. Es una aspiración inicua, indolente, incluso estúpida si se quiere, porque basta pasar por el cementerio para hallar la cripta en bronce del poderoso y la humilde cruz de madera del desconocido en la tierra.

Si, definitivamente, pensar es un acto subversivo. Y decir es resistencia y terrorismo. Pero como bien decía, Erasmo de Rotterdam, en su obra “El Elogio de la locura”: “La mayor de las locuras es, en verdad, la sabiduría que se atreve a desafiar al mundo.”

Hay dos maneras de morir, como un insípido ser constreñido por los temores y el dogma, o como un loco, marginado, señalado, pero satisfecho de haber sido él mismo.

El que se atreve a pensar en Salta sabe que arriesga la hoguera invisible: la del estigma, la del silencio y la soledad. Pero, aun así, pensar es la única locura que nos mantiene humanos. –