POR: ERNESTO BISCEGLIA – www.ernestobisceglia.com.ar
Los salteños estamos ante una encrucijada que ya parece un laberinto: ¿hasta cuándo vamos a sostener un consorcio político que supera largamente las dos décadas de vigencia, con sus mismos dueños, porteros, queridas y queridos?
La cercanía de las elecciones se parece a esos cambios de estación cuando el calor saca a los bichos de sus cuevas y empiezan a reproducirse. Así salen también nuestros “políticos”:, en buen romance peronista «De sus guaridas asquerosas» —como decía Eva Perón— para repetir los mismos cantos de siempre. Y como los bichos, cantan lo, mismo porque no saben hacer otra cosa. Para eso son bichos.

Desfilan por radios, televisión y medios rentados para decir… nada. O peor: para decir lo mismo que hace quince, veinte o treinta años. Ninguno tiene algo concreto que mostrar, ninguno trae una idea nueva, y lo más dramático: ninguno sabe qué va a hacer si logra renovar o aterrizar en el Congreso Nacional.
La troupe parece salida del film Volver al futuro: hablan de un mañana radiante mientras siguen encadenados a un ayer gris. Viene el cambio, la provincia que nos merecemos está llegando, hagamos el esfuerzo que seremos potencia en la Región… El problema es que después de tantas promesas, no tenemos ni el auto volador, y somos como Marty McFly, pero sin gracia, sin frescura y sin patineta.
Objetivos vencidos, plazos rotos
Como en la película, Marty siempre se encuentra con las mismas caras en distintas épocas. En Salta pasa igual: los períodos de gobierno cambian, pero los protagonistas no. Quienes estuvieron vuelven para decirnos que hay que cambiar lo mismo que ellos dejaron roto, mientras insisten en prometer futuro… con ellos, que son pasado.
Nuestro reloj político está detenido hace rato. La política salteña es un eterno retorno, un loop infinito donde se reciclan las mismas grietas, las mismas excusas y las mismas caras, cada vez más ajadas, que no aprendieron nada y no piensan aprender. Aristóteles decía que episodios como la Guerra de Troya podían repetirse, porque los griegos creían en el eterno retorno. Con esta gente, hay que darle la razón: estamos atrapados en un eterno retorno… pero sin héroes y sin gloria.
La máquina del tiempo atascada
La “provincia que nos merecemos” será imposible mientras sigan los mismos mecánicos de la máquina del tiempo, que arrancan el motor y nos regresan al 1983, al 2007, al 2015… Ese motor está fundido y es el voto —sobre todo el electrónico—, que no importa cuántas veces lo usemos, siempre nos deja en el mismo lugar: frente a los fantasmas de la corrupción enquistada, la división ideológica y las promesas huecas.
Estamos votando hologramas gastados, políticos con encefalograma plano, incapaces de articular un pensamiento estratégico. Ninguno ha demostrado capacidad de diseñar un plan serio hacia adelante. Y lo peor: pareciera que a muchos les gusta este loop, porque les evita el esfuerzo de pensar.
Mientras no dejemos de vivir en el pasado, el futuro de Salta seguirá llegando tarde… o nunca. Si no revitalizamos los partidos políticos y la participación ciudadana a través de la militancia real —no el marketing—, seguiremos corriendo tras un horizonte que se aleja, y la promesa de progreso quedará congelada en ese instante que ya fue, pero que insistentemente se repite.
Es hora de romper la máquina, no de viajar otra vez en ella. Es hora de cortar con los mismos nombres, las mismas excusas y las mismas recetas fracasadas. Y sobre todo, de construir un futuro con actores nuevos, ideas frescas y una sociedad que, en vez de conformarse con el “déjà vu” político, se anime a cambiar el guion. Porque si seguimos votando fantasmas, lo único que nos espera… es seguir viviendo en un cementerio con cartel de “Provincia en obra”.