Eva Perón: Tan santa… tan hdp

POR: ERNESTO BISCEGLIA – www.ernestobisceglia.com.ar

Hace largas décadas atrás, cuando comenzaba mis primeras lecturas y recopilación de material sobre historia argentina, se vendía en los quioscos una colección en fascículos “Nuestro Siglo”, que dirigía el Dr. Félix Luna. Allí, traía un cassette (¡vaya antigüedad!) con “Las voces de Nuestro Siglo”. Uno de los pasajes que más impresionó a mi memoria y mi carácter fue la solemne voz del locutor que con tono severo, anunciaba: “La Subsecretaría de Informaciones de la Presidencia de la Nación cumple con el penoso deber de informar al pueblo de la República que a las 20:25 horas ha fallecido la señora Eva Perón, Jefa Espiritual de la Nación.”

Alguna vez, mi madre –antiperonista furiosa si las hubo-, recuerdo entre brumas, en la esquina de calles Córdoba y Urquiza, me presentó a un señor alto, calvo, muy bien vestido: “El Coronel Cabanillas”, me dijo. Muchos años más tarde me enteraría en los libros que había sido el encargado de ejecutar el secuestro y desaparición del cadáver de Eva Perón.

A los siete años, aproximadamente, en Buenos Aires, en razón de las influencias de hermanos de mi madre –uno era rector de la Universidad de El Salvador-, jesuita, pude ver en el aeropuerto la llegada de los restos de Eva Perón. Un féretro de tapa tipo techo a dos aguas –diré-; la carroza custodiada por dos filas de hombres de riguroso traje, con armas que no había visto nunca.

Y por fin, la vería, luego de restaurado el cuerpo, en la cripta que se habilitara en la Quinta Presidencial. Su féretro abierto, las manos juntas, un color ocre la piel, el semblante sereno, los pies descalzos. A su lado, el féretro del General Perón, cerrado. El tío jesuita me explicó que Perón ingresó sin avisar a donde estaba trabajando el Dr. Ara, médico tanatólogo español, trabajando y vio que tenía el cuerpo de Eva colgado de los pies. Tanto –decían- habría impresionado a Perón la escena que habría ordenado que no se hiciera lo mismo con su cuerpo.

Hasta allí, la anécdota.

Pero la historia es otra cosa. Es una ciencia, tiene SUJETO, OBJETO y MÉTODO. Resultados empiricos. Pero no tiene objetividad, porque el análisis de los hechos dependerá del ánimo de quien analiza determinado proceso. Y el peronismo es lejos, el proceso más significativo del siglo XX.

Sería ocioso abundar en los hechos ya por todos conocidos, sólo recordar lo que digo en uno de mis libros sobre el peronismo «Crónicas de un Gorila desde el zoológico» (de pronto aparición): “A la luz de la historia, el peronismo en aquellos años no fue malo ni bueno, fue necesario”. Y dentro de ese momento histórico, la figura de Eva Duarte de Perón, es más que significativa. Diría, es el proceso peronista en sí mismo. Porque, ¿Habría calado tan hondo en la conciencia popular la doctrina justicialista sin Eva Perón? El General fue un estadista admirable. Su formación filosófica y política no ha podido ser alcanzada por ningún líder de antes ni después. Esto puedo afirmarlo luego de haber leído sus obras, cosa que muchos “peronistas” ni siquiera conocen.

Del peronismo he discutido siempre sus hombres y sus métodos.

Eva Perón también fue una mujer admirable, su profundo resentimiento social fue el motor que impulsó su sentido de revancha que paradójicamente se convirtió en una tarea solidaria que dibujó sonrisas en millones de niños argentinos, que hizo sentir mujeres a millones de argentinas postergadas y que le dio dignidad a millones de hombres que eran explotados en los campos y en las fábricas. Con Peron y con Eva, millones tuvieron Navidad, Reyes, vacaciones, un policlínico donde asistirse, un hogar escuela donde estudiar cuando los padres no podían sostenerlos.

Millones supieron de la alegría de una bicicleta, y tantas mujeres se convirtieron en “la costurerita que dio el mal paso” –para sazonar con una metáfora-, porque tuvieron su máquina de coser. Los postergados tuvieron casa, lavarropas, heladera y cocina. Y hubo fábricas para hacerlas. Y se echaron las bases de la industria pesada en el país. Y hubo autos (Di Tella) y camionetas (Rastrojero) y “Pochonetas” (motonetas) de industria nacional.

Los más pobres, los que habían sido marginados y explotados vieron sonreír a sus hijos por primera vez, porque Evita lo podía todo. Lo daba todo.

Claro…, podemos discutir cómo se conseguían todas esas cosas. Y los «1.600 millones de dólares que se dilapidaron en un país que hasta entonces tenía inflación cero y el peso más fuerte», según afirmaba con papeles en mano, el Dr. René Favaloro.

Alguna vez, en la universidad, hablábamos de estas cosas y yo pontificaba desde mi púlpito de Gorila consumado. Y entonces, le pregunté a un alumno: ¿Y usted, porque es peronista? Y el morocho (que podía asistir a la universidad desde la Reforma radical de 1918 y desde la Ley universitaria de Perón), me respondió: “Porque Eva Perón le dio las chapas a mi abuela para el rancho”. Y le pregunté sardónicamente: ¿Conoció a la Eva? Y el chango respondió: “No profesor, a mi abuela tampoco, pero mis padres me contaron”.

Ese día me di cuenta de que el peronismo y Eva Perón, no eran una cuestión política sino genética.

“¡Viva el cáncer!”

La muerte temprana de Eva Perón -33 años- la elevó a la categoría de mito. El odio visceral de sus enemigos que se aglutinaban “En sus guaridas asquerosas” (Eva dixit) de la Sociedad Rural, del Jockey Club, de la Curia Metropolitana y de los casinos de oficiales, era la reacción a la acción social de esa mujer que de haber continuado con vida nos hubiera llevado a la guerra civil antes de que Perón fuera derrocado. Hasta las armas había comprado para entregarlas a los obreros si eso pasaba. Las que guardó en los sótanos de la CGT.

En una crónica, José María Rosas, cita a Eva diciéndole a Peron: “Juan, no seas tan milico. Tus compañeros te van a cagar”. Proféticas palabras.

En su ceguera movida por el odio al ver recortados sus privilegios, alguna mano vil, miserable, mística y mesiánica (He ahí, el peligro de los mesiánicos en el poder), pintó al abrigo de la oscuridad, como hacen los cobardes aquella frase monstruosa: “Viva el cáncer”.

Y en las crónicas de la época se recogen frases pronunciadas en esas cenas en los palacios de Buenos Aires: “¡Brindemos! ¡Por fin se murió esa hija de puta!” Más que una frase de triunfo aquello era una declaración de derrota. Porque ni la muerte podría terminar con Eva Perón.

Por eso, hay que decirlo, sin ambajes, sin rubor, aún desde la vereda de la oposición al peronismo. Eva Perón fue todo lo que se pueda decir, pero fue el nervio, el carácter, el alma de un movimiento que paradójicamente fue destruido por los propios peronistas.

Los arribistas, los oportunistas, los chantas, los turros, los curreros, los coimeros, todos esos que llegaron a los gobiernos en lo sucesivo en nombre de Perón y Eva, lograron lo que la Revolución Libertadora no pudo. Extinguir al peronismo.

Ahora, también hay que decirlo, tiraron a la basura la Marcha, el escudo, las fotos de Perón y de la Eva. Pero lo que nunca lograron hacer hasta hoy es que el Pueblo peronista deje de seguir rindiendo culto de santidad a esa mujer.


“Evita” sigue viva porque no fue sólo carne y hueso, sino un grito de dignidad que ni la historia ni sus propios traidores lograron silenciar.-