Todo es un tembladeral: Nadie está pensando en Patria, en provincia ni en municipio

POR ERNESTO BISCEGLIA – www.ernestobisceglia.com.ar

El abuelo, en la finca, allá en la niñez, solía decir cuando la situación del tabaco era compleja: “Todo es un tembladeral”. Utilizaba la misma expresión para la política, porque el hombre, era corresponsal de La Prensa y de La Vanguardia, un ambidiestro que le dicen.

Hoy, en este país, en nuestra provincia, en cada municipio, “todo es un tembladeral”. Permítaseme hacer un poco de docencia para graficar la expresión, que proviene del verbo temblar, pero su sufijo “eral” indica abundancia de algo. Los argentinos, los salteños, tenemos abundancia de hartazgo, de desesperanza, de agobio. El problema es que todos callan. Unos pocos porque gozan de prebendas y privilegios. Otros, porque no tienen modo de expresarse, y muchos por ignorancia.

Tembladeral, según la Real Academia Española, también es “un terreno pantanoso”, donde “estremece andar por él”. En su extraordinario “Diccionario de Regionalismos Salteños”, Vicente Solá, amplía el concepto afirmando que “En el lenguaje rural y popular del norte argentino, el tembladeral es ese suelo traicionero, engañosamente firme en su apariencia, pero inestable al pisarlo.”

En la metáfora, decimos que hoy “todo es un tembladeral”, porque la situación es absolutamente inestable en todas partes. No existe una conducción firme que nos haga pensar en que, aunque quizás errado, tal o cual sea un camino. No hay conductor, simplemente porque no hay a quien conducir, la política se ha desarticulado y todo es inestable, incierto, precario y frágil. Hoy, los que tienen trabajo, no saben si mañana siguen teniéndolo, ahí está el ejemplo del PAMI y el Hospital Militar, fresquito.

Caminanos una tierra –un sistema- que parece sostener pero se hunde. Un piso que tiembla bajo los pies del pueblo. ¡Y digo, el sismo que se aproxima, ni el Señor del Milagro podrá detenerlo!

Se equivocan los que se aferran a fanatismos y dogmas, porque hoy, esos mismos son responsables de haber eliminado los postulados políticos y la militancia. El tembladeral no es sólo el terreno blando donde se pierde el pie, es –repito- la metáfora perfecta de una Argentina y de una Salta que aparentan sostenerse, pero que no ofrecen ninguna base firme para proyectar futuro alguno. En apariencia hay piso, pero apenas se pisa con fuerza, todo se hunde.

La crisis es de tal magnitud que aquí ya no se trata de ser amarillos, violetas, verdes o tornasoles. Se trata de que sepan –sepamos- ponernos colorados de vergüenza porque hemos hecho todo mal. El primer mal de la República pos dictadura, ha sido dejar que permanezcan tantas décadas los mismos en los cargos públicos. En Salta, el mal ha sido permitir tres mandatos de gobernadores; no cometamos de nuevo el mismo error.

En el país, el error ha sido mantener a un peronismo que ya estaba desfigurado desde Menem hasta los Kirchner. Y ahora el peor error sería mantener a un personaje que desvaría públicamente. Insisto, no cometamos el mismo error.

En Salta, la única alternativa hoy, es exhumar un dirigente fuerte del peronismo

Los que venimos del antiperonismo, incluso, estamos pensando que en Salta la única alternativa posible es el peronismo. Parece un delirio, pero es una razón de ser política porque es la única fuerza política capaz de construir una alternativa. El radicalismo ha sido eliminado por Miguel Nanni y la izquierda es un vago recuerdos de vagos -valga la redundancia- cortando calles. Claro, cuando digo peronismo, no me refiero a lo que vemos. Hay que exhumar algún dirigente que sea peronista y capaz de formar una coalición de salteños pensantes, que quieran cambiar el rumbo. Porque lo que tenemos, no nos lleva a ninguna parte.

Esto requiere de una pedagogía política, de volver a los símbolos y a la doctrina, porque hoy campea la ignorancia que lleva al desinterés. ¿Qué triunfos son estos del 30%, donde sólo vota el 55%? Estamos legalizando lo ilegítimo.

Con razón dice, Noam Chomsky, que: “La gente no sabe, y ni siquiera sabe que no sabe”. Porque hemos legitimado a la ignorancia como forma de opinión, y hemos pervertido al periodismo que convirtió a la opinión pública en un ruido indecible. Hemos legitimado a una “dirigencia” que no sólo no dirige a nadie, sino que perdió el sentido de su misión. Todo lo que se llama gobierno –todos- ya no son eso, sino una cofradía de supervivientes del poder, sin ideas, sin rumbo.

Y como decía, no es tiempo de fanatismos. Es hora de despojarse de etiquetas, de relatos gastados, y poner el foco en lo esencial: la Patria, la provincia, el lugar donde uno vive. Pensar en los problemas reales de la gente, no en los manuales ideológicos.

Hoy, la Argentina tiembla. Salta tiembla. Tiembla su economía, tiemblan sus instituciones, sus vínculos sociales, pero sobre todo, tiembla la fe que la gente tenía en algo o en alguien. Porque el pueblo siente que lo han estafado. Porque nunca se roba algo, siempre se le roba a alguien. Y nos han robado hasta la esperanza.

Pensar la Patria, pensar la provincia, pensar el municipio

Si, es  tiempo de pensar en la Patria, pensar en la provincia y pensar en el municipio. Porque si no empezamos desde lo más cercano, desde lo concreto, desde el barrio y la comunidad, no habrá destino posible. No se puede construir Nación sin cimientos locales sólidos y sin un horizonte compartido.

Los municipios son el paraíso de la corrupción, con la tolerante complacencia del sistema. Porque no importa que los pueblos se hundan sino que sumen votos en cada elección. La mayoría de los intendentes en Salta carecen de formación académica. Pero no se trata solo de títulos: se trata de estar informados, de tener noción del mundo en el que vivimos. El celular no debería ser solo para comunicarse con amantes o cerrar arreglos; también puede servir para entender que no vivimos una época de cambios, sino un cambio de época.

La gran mayoría vive atrapada en la “feliz ignorancia”, alimentada por redes sociales, noticias deformadas y un sistema que nos educa para la distracción más que para la reflexión. Así, el ciudadano queda desarmado frente a los grandes temas y se vuelve presa fácil del engaño, la indiferencia y la ineficiencia.

La hora exige madurez, diálogo, humildad y visión de futuro. Exige salir del lugar cómodo del relato para habitar el lugar incómodo de la realidad. Es momento de dejar de mirar hacia arriba esperando respuestas y comenzar a construir desde abajo: desde la escuela, el club de barrio, el centro vecinal, la empresa familiar, la universidad, el trabajo silencioso y comprometido.

Tal cual, comenzar a construir desde abajo, como dice en “La vuelta de Martín Fierro”:

Y sepan cuantos escuchan / de estas reflexiones mías,
que el fuego pa calentarse / siempre del bajo se guía.”

Es la sabiduría popular, esa que no comprende ni las razones políticas ni la razón de Estado, es el impulso, la fuerza transformadora que nace de abajo, del Pueblo, de lo profundo. Como nacieron en su momento el radicalismo y el peronismo. La transformación no vendrá de las élites, no bajará desde la Casa Rosada.

La transformación será una afirmación de la dignidad de los humildes, de los jubilados, de los discapacitados, de los hombres y mujeres sencillos que ven cómo sus hijos se quedan sin futuro.

Porque es cierto “el fuego pa calentarse, siempre del bajo se guía”. Un día como hoy, 14 de Julio, en Francia, el Pueblo dijo basta a los privilegios y rodaron cabezas. Parravicini vaticina algo parecido. Y Perón claramente lo advirtió. “Un día marcharán con los dirigentes a la cabeza, o con la cabeza de los dirigentes”.

Ojalá no tengamos que aprenderlo del modo más doloroso. –