POR ERNESTO BISCEGLIA – www.ernestobisceglia.com.ar
La noticia ha conmovido al país futbolero. No por inesperada, sino por lo simbólicamente devastadora. Boca Juniors, aquel coloso de otras épocas, ha caído en desgracia. Si, la pelota, aquella de la que Diego Maradona supo decir que “No se mancha”, ha sido revolcada y atada al carro de cualquier triunfador de la Tierra. En efecto, la pelota está de duelo. El fútbol argentino ha perdido a uno de sus más grandes equipos… bueno o al menos a lo que iba quedando de él.

Porque no hablamos del Boca de Rojitas, del de Bianchi, o aún del mismo Riquelme cuando no se había dado al mate y al asado. Hablamos de esta versión deslucida, errática, conducida por dirigentes que confunden la Bombonera con un comité político. Un club donde los ídolos se retiran en silencio y los técnicos pasan según el ritmo que les marca el “Muñeco” Gallardo, y terminan todos como expendedores en alguna estación de servicio. Los proyectos duran lo que un centro bien tirado por Fabra, o un gol de Cavani…
La tristeza es inmensa. La mitad más uno del país cursa en estos momentos una depresión que hace temer al gobierno una ola masiva de suicidios. El país se queda sin uno de sus espectáculos favoritos: ver a Boca compitiendo en las copas, enfrentando con dignidad a rivales internacionales y disputando clásicos con fiereza. Menos mal que muchos llegamos a disfrutar de más de un Clásico “River-Boca”. Hoy, el insigne Juventud Antoniana, parecería el Bayer Munich, frente a Boca.
Nos queda una sombra de lo que fue, una caricatura en blanco y azul que ni siquiera logra inspirar bronca, sino pena.
Peor la está pasando la afición de Núñez donde el dolor y la decepción son dobles: ya no habrá a quién ganarle con ese gustito especial. Se terminaron las cargadas a los “bosteros”. La hegemonía sin rival deja de tener gracia, es como un gobierno sin oposición. Es como jugar al truco sin mentiras, o hacer un asado sin carbón. ¿Qué haremos ahora los hinchas de River si no podemos cargarlos con argumentos reales? Ya se extraña hasta la rivalidad.
Pero no todo está perdido. La historia del fútbol es cíclica. Y quizás, en algún siglo, Boca vuelva. Pensamos con pesar que quizás Boca debiera ser un equipo metafísico, para poder ser campeón, no esta, sino en otra vida.
Mientras tanto, la pelota llora. O mejor dicho, se ríe… pero con discreción, por respeto al duelo. –