El peronista: ¿Ya es una especie en extinción?

Por Ernesto Bisceglia – www.ernestobisceglia.com.ar

La situación de prisión de la hoy rea de la justicia, Cristina Fernández, ha puesto a debate la supervivencia del peronismo. ¿Existe todavía?, o acaso forma parte de la gran diáspora política de la Argentina contemporánea. Se acercan las elecciones y en Salta, el peronismo no puede exhibir un candidato que motive a la gente. ¿Será más de lo mismo? o peor de lo mismo. ¿Son verdaderos peronistas los candidatos a ofrecer?

Éramos niños y la provincia de Salta todavía se desperezaba a los avatares que sobrevendrían al año 2000, que la profecía del general Juan Domingo Perón, había advertido que nos encontraría “Unidos o dominados”. Lo que el visionario Perón no alcanzó a ver, es que además de desunidos, dominados, también nos encontraría desperonizados.

Aquellos de los ’70, eran tiempos en Salta en que los peronistas caminaban erguidos, con el diario bajo el brazo, la doctrina en el pecho y la Marcha en la garganta. Se los veía como a seres mitológicos capaces de recitar las 20 Verdades, distinguir a Ramón Carrillo de Ricardo Alfonsín, y saber que «La única verdad es la realidad» no era una frase de Instagram, sino un principio de acción política. una regla de vida. Porque en aquellos años, los peronistas, sentían, respiraban y vivían como peronistas.

Ser peronista era una marca registrada. Y ser amigo de un peronista con jinetas era un valor social muy apreciado, porque una llamada de uno ellos podía significar un favor especial. En el caso de nuestra familia, ancestral y visceralmente antiperonista, sin embargo, la llamada al entonces gerente del Banco Hipotecario Nacional, de una “Compañera” maestra, dirigente de armas llevar, que si la memoria no me traiciona se apellidaba, López; le consiguió en 24 horas el crédito con el que mi madre hizo su casa. Habían trazado amistad en la escuela Güemes, donde enseñaban. ¡Y mi madre festejaba -recuerdo- la caída de Illia, porque eran todos “fachos”!

Pero ¡Eso era el peronismo! Tenía códigos, “Al amigo todo”, aunque no fuera peronista. Hombres con errores, pero sin tachas morales y que jamás se enriquecieron con los cargos públicos. Me toca recordar al insigne -y lo digo así-, Miguel Ragone, que visitaba nuestra casa sabiendo que no comulgaban con su pensamiento. A Horacio Bravo Herrera, cuya familia aún me honra con su amistad, y sería injusto en invocar más nombres porque dejaría muchos otros en el olvido. Repito ¡Eso era el peronismo!

Había respeto por el adversario. De hecho, la muerte de Ragone se urdió dentro del mismo peronismo. Pero en su gran mayoría era gente decente. Insisto, nunca pudimos decir que se habían “llenado los bolsillos”, que habían participado de un negociado o que eran corruptos. ¡Obviamente que los hubo, por supuesto! La corrupción en este país es el deporte más practicado después del fútbol.

Pero hoy, ese espécimen -el peronista- está en peligro de extinción.

El ADN Justicialista: Una especie no identificada

Lamentablemente hoy, los que aún dicen ser “compañeros” no podrían explicar la diferencia entre justicia social y asistencialismo, ni recordar qué quiso decir Perón con “ni yanquis ni marxistas, peronistas”. Muchos ni siquiera sabrían qué significa Tercera Posición, y si se les pregunta por la Doctrina Social de la Iglesia, piensan que es una app para pedir misa por delivery.

Aquellos peronistas discutían incluso sobre Perón. Recuerda mi memoria la devoción en las casas de los peones de la finca del abuelo por Eva Perón. Aquellas viejas matronas que se referían a “Ella”, o “Evita”, juntando las manos, elevando los ojos al cielo frente a esos improvisados altarcitos en sus casas de piso de tierra prolijamente barrido con la escoba húmeda cada mañana. Y allí estaba “Ella”, sonriendo desde la foto como dándoles una esperanza inacabada. ¡Eso era el peronismo!

Porque “Evita”, merece un acápite particular que nos permita comprender la dimensión hasta metafísica del peronismo. Evita se refería a los descamisados con un amor casi místico, una devoción visceral. Para ella, eran el Pueblo verdadero, los humildes, los únicos imprescindibles, los que le daban sentido a su lucha y legitimaban su rol en la historia.

Zoología peronista en tiempos de Milei

¿Qué ha quedado de aquello? Cuando Eva decía “Yo no soy Evita por mí misma. Yo soy Evita por los descamisados.” Evidentemente, la especie se ha degradado. Hemos pasado del “descamisado” valiente al puntero freelance, del “muchacho peronista” al influencer con cargo público. Hoy se pasean con gorras del Che, fotos con Trump, selfies con Milei o guiños a Bullrich, según sople el viento (y el contrato). Antes se pintaban los muros y se pegaban afiches por devoción, hoy son pequeñas Pymes que contratan los partidos.

Las sedes partidarias están vacías o convertidas en depósitos. Las Unidades Básicas ya no forman cuadros, sino listas. Y las 20 Verdades… bueno, esas están archivadas en algún PDF que nadie abre.

Clima adverso y falta de hábitat

Los gobiernos “peronistas” que gestionaron los últimos años devastaron el ecosistema doctrinario. El kirchnerismo, en lugar de construir justicia social, organizó un clientelismo rayano en la reducción a la servidumbre. En vez de soberanía, firmaron entregas. Y cuando el pueblo empezó a pasar hambre, respondieron con TikTok, más relato y “dancing” de bataclana en un balcón.

Hoy, no hay hábitat para un peronista auténtico en esta jungla de traiciones. Ni siquiera dentro del propio Partido Justicialista. Porque no se sabe si el compañero que hoy “te palmea el lomo”, mañana es candidato de La Libertad Avanza. Lo último que queda del Movimiento está escondido en alguna vieja columna de Fierro o en los discos rayados donde todavía suena, nostálgico, Hugo del Carril, repitiendo “Todos unidos triunfaremos”. Pobre Hugo…

¿Extinción total o resurrección?

Pero tal vez no estén muertos del todo. Tal vez, en algún taller, sindicato o aula perdida, haya un joven que se pregunte: “Che, ¿quién era Perón?” Y tal vez alguien le conteste sin panfleto, sin aparato y sin interés. Porque la semilla está. El problema es que no aparece un dirigente de fuste que avive ese fuego.

Hasta los dinosaurios se extinguieron, les llegó su meteorito. Pero el peronista verdadero -hay que reconocerlo- es como el Ave Fénix, puede renacer cuando no quede nada.

Pero mientras tanto…

¡Apúrense a ver uno! Porque se están yendo… y por este camino no vuelven más.