Cafayate: La intendenta, los caramelos que le faltan y la kermés de los ineptos

POR EL Dr. OBERDAN BASURTO – www.ernestobisceglia.com.ar

Amables vecinos todos de Cafayate; como viejo catedrático de filosofía -entre otras materias-, cuando el Director de este muy prestigioso Sitio, el Doctor por la Cámara de Senadores de la provincia de Salta, el no menos ilustre, Ernesto Bisceglia, me puso a consideración esta posibilidad de expresar mis pareceres, y en su preocupación por el destino de los cafayateños, ahora en manos de una caterva de “minus habens”, le recordé aquellas palabras de Aristóteles, vertidas en su sabio libro “Política”: “Los dioses han dotado por naturaleza de inteligencia a algunos para que verifiquen las cosas significativas de la política. Y a otros, sólo los ha dotado de cuerpos rústicos para cumplir con las duras tareas que los sabios no pueden y no deben ejercitar”. Entre ellas, la de gobernar, por ejemplo.

Pero, he aquí el problema; en tiempos turbulentos como los actuales en donde todo está puesto al revés, observamos que los brutos gobiernan y los inteligentes callan, observan y sufren las consecuencias. Éste es, ni más ni menos, el problema que acontece en la querida tierra de Cafayate. El mando municipal se halla en manos de seres rústicos, apocados intelectualmente, privados de todo juicio prudente y a la luz de los hechos, con menor IQ que un primate con retraso madurativo. Y eso que en Cafayate no hay zoológico, porque si no también contrataban al orangután para las relaciones públicas…, bueno, algunas lenguas maledicentes, sostienen que sí tienen un ejemplar así en ese puesto. Non lo so.

Memoro también a Platón, quien en “La República”, señalaba que el mejor gobierno era el de los hombres sabios, y aquí pues, que, en Cafayate, no gobiernan hombres ni mucho menos sabios. Bueno, sabemos cómo terminó la experiencia de Platón de tratar de ayudar a enderezar el gobierno del tirano de Siracusa: terminó esclavizado. Lo mismo ha pasado en Cafayate con el esperpéntico gobierno que han elegido, todos aquellos ilustres que trataron de aconsejar a las Furias entronizadas en el palacio municipal, han terminado echados, vituperados, desperdiciados, “anche”, extraditados.

Si Aristóteles viera este gobierno municipal de Cafayate, cambiaría de escuela y se haría trapero. Y Platón, en lugar de ‘La República’, escribiría ‘La Murga’.

Pero toda consideración político-filosófica que hagamos sobre la murga que gobierna a ese municipio podría ser tachada de agresión, cuando no de un ataque misógino y denunciada por violencia de género simbólica, verbal, política y de todos los géneros que se puedan ocurrir, cuando en realidad los géneros están sólo en las tiendas de atuendos femeninos. Porque en Cafayate, hoy, criticar a esta mala gestión femenina es automáticamente una herejía, un acto patriarcal, un pecado capital, una multa municipal y una denuncia penal.

Esto ocurre cuando los asesores jurídicos no son competentes o bien, asienten dócilmente a los mandatos de las féminas que gobiernan por el sólo interés de llenar su bolsa cada fin de mes.

Porque como diría también Aristóteles, “La única verdad es la realidad” (Porque lo dijo el Estagirita, Perón lo copió), y dicho en términos académicos, ese gobierno tiene forma legal pero no mando, tiene decreto mas no sentido ni dirección. En Cafayate, se gobierna con la lógica inversa, por no decir que hay invertidos, entiéndase esto último filosóficamente bien. No sea que también nos denuncien por alguna supuesta fobia.

Pero vamos a los hechos. A la parva de iniquidades que la intendente, Rita Guevara, ha cometido desde el primer minuto, ahora comienza a saltar a la vista y consideración pública que habría dineros públicos que se habrían manejado con procedimientos non santos, e incluso, repartidos entre los más allegados al sillón municipal, con una liviandad y algarabía propias de un fandango de facinerosos.

Me acomete a la memoria aquellas palabras pronunciadas por un intendente que coleccionaba causas judiciales, que supo decir: “Hasta para robar hay que ser inteligente. Y yo soy muy inteligente”. Pues al parecer, esta sentencia de tono cicerónico nos habilita a pensar que ni siquiera eso se ha hecho bien en Cafayate, donde parecería que los ladrones sí han dejado recibo. Sin duda, una ligereza propia de seres poco avispados y en mucho disipados neuronalmente.

De asesores y asesoretes

En efecto, el archivo ha devuelto a la vida facturas por supuestos “asesoramientos” y “logística en general”. Pues diré, que logística es un término que estricto sensu, quiere decir elementos “que apoyan a…”. En este caso, pareciera que habrían terminado “apoyando” a los propios vecinos… o sea. La autora material de este “apoyo”, sería una abogada de apellido Camacho, quien habría rehuido de presentarse ante el egregio Concejo Deliberante, faltando a la máxima clásica que reza “Quien nada debe, nada teme”. No pareciera ser el caso de los asesoretes de esta Guevara.

La casualidad, que este caso no sería tal sino mera causalidad, enseña que alguien con el mismo apellido de la letrada, propietaria de un pequeño negocio en la Capital de Salta, le habría vendido al municipio -nueve facturas mediante- una serie de elementos para el balneario. Tal parece, y como he indicado, en Cafayate, las aguas del natatorio bajan turbias.

En el elenco estable del municipio, observamos el nombre de un tal, Wilton Guzmán, que ante la investigación señala que en el Concejo Deliberante hay narcotraficantes, cuando esos seres la única blanca que conocen es la cerveza. Ahí nomás, un sujeto que oficia de contable -López-, contrataría adjuntos de su estudio por varios millones de pesos.

Más allá, un tal Sandro Guzmán, su esposa, conocida como “La Clota” y fundadora de la línea política interna llamada “El Clotismo”, su hijo y el gato, todos facturando al municipio. Dígase, pues, que hasta el momento de ser defenestrada por “La Rita”, el Clotismo, funcionó como un  movimiento ideológico basado en el principio de que, si no entrás por la puerta, facturás por la ventana.

Más allá, dicen haber hallado a un funcionario de la planta, facturando a su vez los sanguchitos, medialunas y las bolas de fraile; todo un verdadero festival de la ética y la transparencia. Insisto en decir, tan elementales que dejan recibo.

Para muestra -dicen- que basta un botón, y en nada más que estos párrafos, tenemos una mercería completa, y despuntar la cantidad de irregularidades que pintan a la gestión Guevara con más manchas que un chita africano, nos demandaría el tamaño de un códice medieval.

Ni qué hablar del zafarrancho que fuera la rendición de la Edición 50 de Serenata a Cafayate, convertida en un verdadero guitarreo contable. Pero, la lógica de las autoridades de la Auditoría y Grand Bourg parece ser la de jugar al Gran Bonete: ¿Yo señor? ¡No he visto nada señor!

Es decir, que si analizáramos esa gestión a la luz de las depravaciones de la historia, hallaríamos quizás desde nepotismo, usura, desfalco, malversación, cohecho, y faltaría sólo que nombraran secretario de obras públicas a Incitatus, haciendo que el propio Calígula palideciera de la envidia y Barrabás se preguntara: “¿Cómo no se me ocurrió a mi?”

¡Ah, perdón! Aconsejo a los funcionarios municipales y a la propia intendente buscar en Google, quién fue el cónsul Incitatus.

Los ilusos concejales piensan en volver a enviar toda la documentación a ese espacio indefinido de la administración público que llaman “Auditoría” de la provincia, una suerte de limbo donde los expedientes duermen el sueño de los justos. O de los injustos, más bien.

Uno, que podrá saber de filosofía y algunas otras artes semánticas, piensa que aplicando sólo el mínimo criterio, esta situación ameritaría más bien una denuncia ante un estrado judicial en lo penal. O me pregunto ¿No hay en Cafayate algún fiscal que inicie una investigación en base a la cantidad de notitia criminis que se vienen publicando?, seguido de un acto administrativo de intervención, para que algún enviado del Olimpo Grand Bourg, no tanto por preocupación republicana, sino porque quieran saber cómo se hacer para birlar tantos millones, hacerlo tanto, y aún así estar todos libres.  

En fin, pero si uno pensara que esto es pura torpeza administrativa, se equivoca. No, señores. Lo que se vive en el Palacio Municipal de Cafayate es una suerte de Gran Hermano: Edición Gabinete. Cada semana hay un nuevo eliminado, nominaciones cruzadas, alianzas de pasillo, traiciones por Facebook y facturas que, al parecer, se autogeneran en el confesionario. La intendenta, en rol de conductora, lanza retos y premios como si estuviera repartiendo pochoclo en una matiné. No falta el que cocina, el que hace yoga con el presupuesto y, por supuesto, el que se cree estratega pero no distingue entre una ordenanza y una receta de empanadas. Si esto no es entretenimiento público con fondos públicos, que venga Telefe y nos lo niegue.

Tal vez un día amanezca la razón, se apaguen las cámaras del reality y alguien encuentre, en algún cajón perdido del municipio, no los caramelos… sino al menos una calculadora con pilas y dos dedos de frente. Mientras tanto, sigamos filosofando… y tomando vino, que para soportar esto, hace falta más espíritu que logos.