POR ERNESTO BISCEGLIA – www.ernestobisceglia.com.ar
La primera Magistratura del país es la cátedra docente más alta, es la liturgia reverencial de la misa laica que representa el mando de la República. El presidente de la Nación, desde el momento en que la sociedad lo unge como tal, lo consagra como un paradigma, como un ejemplo. Y esto implica una responsabilidad ética, moral, espiritual y por supuesto cívica.
Nosotros, hace años, venimos hablando de la necesidad de los CONSENSOS, del diálogo con el adversario, al punto que quien escribe estas líneas, caracterizado antiperonista, aceptó con todo gusto formar parte del consejo académico de la fallida Escuela de Formación del Partido Justicialista. Aquella invitación fue un gesto de civilidad y madurez política que agradezco al verdadero presidente del PJ, Esteban Amat y al vicepresidente, Gastón Galíndez.

Siempre, desde la campaña a la gobernación de Gustavo Sáenz estuve presente apoyando con los radicales. Siempre dispuesto para colaborar cuando funcionarios de este gobierno salteño me pidieron esto o aquello durante todos estos años y a cambio, cuando por primera vez en mi historia solicito una pauta del gobierno, hace cinco meses que meditan si corresponde otorgarme ese pedido que en monto, es menor a una jubilación mínima. Parece que a esta altura ya es una cuestión de gobierno porque falta que lo analice el gabinete. Pero no importa. Sigo creyendo en el DIÁLOGO. Hasta horas antes de las últimas elecciones les redacté escritos que algunos me pidieron. Y bueno… así de bondadoso es uno.
Intenté, incluso, formar una multipartidaria con base en el Partido Justicialista. Convoqué a dirigentes de todo el arco político para apoyar al PJ, y jamás pude hacer que nos recibieran para conversar del tema… y así “tante otre cose”. Pero a pesar de todo, sigo insistiendo en la necesidad del DIÁLOGO con todos y el CONSENSO, entre todos, porque, como decía Perón: “A esto lo arreglamos entre todos o no lo arregla nadie”.
También, me inspira -junto a otros notorios correligionarios y camaradas-, aquella frase de Don Hipólito Yrigoyen: “No venimos en contra de nada ni de nadie, sino a favor de todos”.
Esto para decir, ante los amigos de La Libertad Avanza, que últimamente se niegan hasta tomar un café conmigo, tal vez por mis críticas al presidente Milei; para decir, repito, que creo tener la autoridad moral de opinar y expresar mis dudas sobre la salud psicológica del presidente. Incluso, espero, podamos tomar ese café para hablar de este y otros temas, por supuesto.
Una mano para un mandatario es como un vaso de agua, no se puede negar a nadie
La actitud de Milei, de negarle el saludo a Jorge Macri y a la vicepresidente, Victoria Villarruel, decididamente no habla bien de la educación básica del presidente, que parece no haber comprendido lo que expresé “ut supra”, él, es un ejemplo. Es el foco de atención de 50 millones de argentinos. Ya demasiado tenemos -y lo dijo el obispo, Ignacio García Cuerva, en su homilía-, clara y contundentemente: “Los que odian y justifican su desprecio, el ´terrorismo de las redes´, como decía el Papa Francisco. Hemos pasado todos los límites, la descalificación, la agresión constante, la difamación parecen moneda corriente».
El gesto del presidente, Milei, y más en el ámbito de la Catedral Metropolitana, es un gesto profundamente simbólico y, al mismo tiempo, políticamente riesgoso. Cuando un presidente, en un acto institucional como el Tedeum —que es símbolo de unidad y recogimiento republicano— omite el saludo a figuras clave del sistema político, no se trata simplemente de una descortesía, sino de una señal deliberada.
En el caso de Jorge Macri, jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, y Victoria Villarruel, vicepresidenta de la Nación, la falta de saludo puede leerse como un gesto de desprecio o marginación, que pone en evidencia internas, rupturas o un estilo de conducción que se afirma en el CONFLICTO más que en el CONSENSO.
En un momento del país que exige madurez institucional, reconstrucción de puentes y trabajo conjunto, este tipo de actitudes debilitan la imagen presidencial y transmiten una idea preocupante: que el liderazgo se ejerce desde la soberbia o el capricho, no desde la responsabilidad democrática.
Así, ¡Qué difícil es pensar en la construcción de un país, cuando un 25 de Mayo, donde celebramos el Día de la Patria, el presidente hace ostentación de su desprecio por adversarios políticos y la propia vicepresidente!
Más aún, en un ámbito como la Catedral Metropolitana que representa en el mensaje evangélico, la unión, la concordia, el perdón y la esperanza. Si, tal vez, uno sea demasiado teórico.
Pero creo, estoy convencido, de que este que señala, el presidente, Javier Milei, no es el camino que necesitamos hoy los argentinos. Sigo pensando en el DIÁLOGO y el CONSENSO. De esto hablamos casi a diario con dirigentes del oficialismo y de otros sectores. En Salta, al menos, habemos quienes no creemos en la soberbia dialéctica de algunos que miden con su propia vara.
Decía, el Dr. Ricardo Balbín, ante el féretro del fallecido General Juan Domingo Perón: “Vengo en nombre de las viejas luchas (…) Este viejo adversario, hoy despide a un amigo”. Y entre ellos habían existido la persecución y la cárcel. Un alto ejemplo cívico el de Balbín.
Venimos formados en esa escuela. La de la construcción cívica a través del diálogo. Porque supimos de los años de plomo y muerte. No podemos continuar sembrando la marginación, la descalificación, el vituperio y la soberbia dialéctica. Hago mía la fresa del fiscal Strassera: «Señores, Nunca Más».
Si el Tedeum nos invita a reflexionar sobre la Patria, la falta de saludo también es una forma de discurso. Y en este caso, el discurso fue de exclusión. –