Una Pascua sin judíos y a precios chinos

www.ernestobisceglia.com.ar – POR ERNESTO BISCEGLIA. – Hoy es Domingo Pascua… jornada de salutaciones automáticas, comidas familiares y huevos de chocolate a precios suizos. Sin embargo, es una fiesta religiosa en el marco de un contexto político, con una vigilia militar tensa y un Yahvé quizás preguntándose ¿Qué pasó que todo está por irse al demonio?

Es que nuestro huevo o el conejo pascuero, tienen el precio resultante de algo que está ocurriendo a miles de kilómetros de la góndola que los exhibe. Porque el mundo ahora es más global que nunca.

Como suele pasar con las grandes celebraciones religiosas, pocos se detienen a pensar de qué se trata en realidad. La Pascua, que en hebreo es Pésaj, conmemora la salida del pueblo judío de Egipto, su huida de la esclavitud, la travesía por el desierto y la promesa de libertad. Hoy, sin embargo, ese pueblo de epopeya bíblica parece haber sido reemplazado por un Estado que se erige en nombre de Dios para arrasar vecinos, construir muros, y lanzar bombas con precisión quirúrgica, pero con consecuencias infernales.

Estamos ante una Pascua universal sin judíos, en la que el símbolo ha sido vaciado y reemplazado por la geopolítica. Con liberadores convertidos en opresores, imperios que se tambalean y con nuevos dioses que vienen de Oriente, envueltos en plástico reciclado, con etiqueta en mandarín y envío gratis.

La Pascua como símbolo de liberación y el Pueblo Judío

Originalmente, esta fue la celebración del Éxodo, del escape del pueblo hebreo de la esclavitud egipcia. Pero aquel pueblo bíblico no es el actual Estado de Israel, ni su actual práctica política. El Israel bíblico era víctima; el Israel actual aparece como victimario, con una política colonial y expansionista sostenida por la superioridad militar y el respaldo de EE.UU. Esta contradicción expone cómo los símbolos religiosos han sido secuestrados por los Estados-nación modernos para justificar guerras, masacres y ocupaciones

No se trata de cuestionar la existencia del Estado de Israel, sino de señalar su actual deriva: un país que, amparado en el sufrimiento histórico de su pueblo, se permite masacrar a otros pueblos sin pestañear. De Gaza a Cisjordania, y ahora con la mira en Irán, Israel ha dejado de escapar del Faraón para volverse Faraón. Un primer adelanto de lo que puede venir es el reciente ataque de Israel a la embajada de Irán en Siria, hace horas. El «pueblo elegido» termina jugando a ser Dios, decidiendo quién vive y quién muere, en una lógica inversa a la Pascua original.

Mientras eso ocurre, el mundo occidental celebra su Pascua con huevos de chocolate, discursos vacíos y misas sin alma. Una festividad que alguna vez habló de sacrificios y liberación hoy se reduce a promociones en supermercados y sermones sin Dios, donde la fe es tan industrial como el cacao que envuelve al conejo. Las multitudes consumen sin entender, repiten sin sentir, y se abrazan a rituales que ya no los abrazan a ellos.

Es una Pascua extraña, envuelta en un clima de desasosiego universal, donde en los márgenes del imperio repta silenciosa una nueva fuerza: China.  Los chinos no lanzan misiles, no prometen paraísos celestiales, ni Cielos o Infiernos, ni las huríes de Allah. No dan lecciones morales. Sólo extienden la mano, y en la palma, tienen una aplicación con descuentos, logística eficiente y alianzas impensadas. Mientras Occidente duerme la siesta de su decadencia con liturgias prefabricadas, China susurra tratados, conecta puertos, firma convenios y coloca a sus emisarios en cada rincón del mapa.

No necesita ocupar militarmente: ocupa por dentro, colonizando mercados, generando nuevos hábitos, replanteando necesidades que los occidentales se abalanzan a comprar. Su evangelio no se predica desde púlpitos o mezquitas, sino desde catálogos virtuales. El mercado chino a “Todo por 20 centavos”, según dice una graciosa mujer china desde Tik Tok, mientras afirma: “Comunicate conmigo… todo a 20 centavos”; es la nueva fe de los pueblos: fe en el envío rápido, en el bajo precio, en la obsolescencia programada.

Así es, la dupla EE.UU.–Israel, históricamente asociada al dominio militar y financiero, ve ahora cómo se le derrumba el altar del que se creía dueño. Las mercancías chinas, sin relato mesiánico, sin biblia ni Corán, están conquistando el mundo a pura oferta y demanda. Esta estrategia erosiona el poder del dólar porque el Euro ayer cotizó más alto (1,14 por dólar), debilita la hegemonía de Estados Unidos y deja al tándem Washington-Tel Aviv más aislado que nunca en lo económico. Y en esa invasión sin sangre ni discursos, se reconfigura el poder global.

Podemos preguntarnos -debemos hacerlo- ¿Qué papel va a jugar la Argentina en este contexto? Entonces nos viene a la memoria aquella frase enfática del presidente, Javier Milei: “¡Yo soy judío!” y la afirmación delirante: “Y hasta donde pueda voy a luchar por la liberación de Israel”. Me pregunto… ¿Por qué tendríamos nosotros que defender a Israel?

Occidente celebra su Pascua, sin darse cuenta de que ya no es el protagonista del relato. Mientras canta “Hosanna” y aleluyas, otros reescriben la historia.