Ensayo sobre una cuestión herética: ¿La abstinencia de carne, incluye también al sexo?

www.ernestobisceglia.com.ar – POR ERNESTO BISCEGLIA. – ¡Amados Hermanos en Cristo! Oh, sí, así os digo, porque dialéctica y empíricamente, una cosa es que seáis cristianos, y algo más diferente, es que contribuyáis al Óbolo de San Pedro. Nos, en ejercicio de los dones heredados del Padre, nuestra Razón y Libertad, nos permitimos discernir sobre estas cuestiones “divinas y humanas”, como diría algún antiguo, diciéndoos que una cosa es el cristiano en estado puro y otra el católico. Y os preguntaréis en qué radica la diferencia.

Si sería largo de explicároslo; Nos, a la luz de la historia fáctica y de la minuciosa exégesis de las Sagradas Escrituras, os recordamos que la “Santa” Madre “Iglesia” os ha convencido de que todo su rito está fundado en “los hechos y los dichos de Jesús”. Pues bien, entonces es donde nos preguntamos -entre tantísimas otras cosas-, ¿En qué parte de los Evangelios, Jesús, ha dicho “No comáis carne los viernes de la Semana Santa”? O, también, “Ayunad y haced sacrificios en mi nombre”. ¡Ah, sí, los tonsurados nos dirán: “Dijo ‘Haced esto en memoria mía’”! (Ver Lucas 22:19 y Corintios 11:23-25. Pa’ que sepan.)

Ahora bien, palurdos y palurdas, os diré que este “Haced esto en memoria mía” tiene más capas que una cebolla o que una homilía bien condimentada. Para la “Santa” Madre Iglesia, que es un invento humano del emperador Constantino I, certificada en el Concilio de Nicea de 325 y los sucesivos hasta el de Trento y más, es un mandato explícito de instituir la Eucaristía. Es decir, repetir el gesto del pan y el vino como representación sacramental del cuerpo y la sangre de Cristo. Es la base de la misa católica.

Este “Haced esto en memoria mía” es lo que en teología se llama anamnesis, un término clave en la liturgia cristiana, especialmente en la Eucaristía, que significa “memoria activa”, un recuerdo vivificante. En léxico de los simples, no es simplemente acordarse, sino hacer presente; no es nostalgia litúrgica, sino actualización. Nuestros párrocos y prelados entenderán mejor lo que estamos diciendo. Creemos…

Nosotros, en este punto, haremos docencia agregando que esa anamnesis se da cuando el sacerdote pronuncia la fórmula de la consagración (que problemas le traería a Giordano Bruno y a Lutero, sobre si hablamos de transubstanciación o consubstanciación, pero es otro tema). En ese momento, el sacerdote actualiza el misterio de Cristo. Por eso se dice que el sacrificio de Cristo no se repite, sino que se hace presente de forma sacramental en cada Eucaristía.

Pero no deseo distraeros con estos intríngulis teológicos, que si bien interesantes a los intelectos, son absolutamente insolventes al simple que lucha a diario por su supervivencia.

Y aquí -si bien es tan rico el campo del debate-, os propongo la siguiente “quaestio”: ¿La Semana Santa tiene realmente poder de conversión, o es mero ritual socio-político-religioso y cultural?

Nos, pensamos que este asunto del viernes santo en ayuno, sacrificio y abstinencia cárnica resulta a todas luces una cuestión insolvente, pues os preguntamos en honestidad de conciencia: ¿Luego del “Domingo de Gloria”, qué cambiará en nuestra sociedad? ¿Veréis políticos corruptos devolviendo sus botines y entregándose a la Justicia? ¿Hallaremos médicos aborteros que este momento están con el olivo en la mano junto a sus familias botando sus cucharas? ¿Hallaremos jueces, fiscales y abogados, renunciando a su mala praxis y dejando sus puestos dados por decreto para favorecer algunos asuntos oscuros? ¿Será que, en la otra punta del plexo social, el policía de tránsito dejará de coimear al que maneja en modo ilegal? ¿O continuará la sociedad hundiéndose en la angustia, la depravación y la amoralidad generalizada?

Y vosotros, ensonatados, ¿Habréis hecho el mea culpa por levantar el Cuerpo de Cristo con las mismas manos que la noche anterior acariciasteis las curvas de vuestras amantes? ¿De vuestros mancebos? ¿Renegará el arzobispo flagelándose públicamente de los negociados del poder eclesiástico? ¿Mostrará la Curía el listado de clérigos implicados en causas canónicas y judiciales que involucran a un notable número de ellos en aberraciones de la carne?

¡Alabado sea nuestro Señor Jesucristo si esos cambios ocurrieran!

Luego, no nos vengan a decir que un pescado a la parrilla, unas docenas de humitas, y algún que otro ayuno suelto, regados con buen vino y rico postre, los hacéis “En memoria mía”.

La carne como pecado y el “pecado de la carne”

Y ya que vamos de paso, preguntémonos… Si comer carne los viernes, y en particular el “Viernes Santo”, es un pecado de lesa liturgia católica, entonces ¿Qué ocurre con las prácticas sexuales durante estas horas canónicas? (Siendo que horas canónicas son las que medían el tiempo en el medioevo, pero total, quién sabe de lo que estamos hablando, ¿verdad?)

Sí, santos padres, así como vosotros os aprovecháis de la ignorancia generalizada, nosotros, “a imagen y semejanza”, hacemos lo propio. ¡Ah, ya os veo, en vuestros concilios gastronómicos deliberando sobre nuestra herejía! ¡Os desafiamos a conculcarnos, a enviarnos a un Acto de Fe, si acaso mentimos un ápice en lo que decimos! Y agradeced que por caridad cristiana no decimos lo que vuestro “sigilo pontificio” oculta.

Pero, nosotros, hombres pecadores, débiles en substancia e inclinados naturalmente a darnos a los placeres de la carne; es decir, desde el asado hasta las delicias del revolcón conyugal y algunos, extramatrimonial, profesamos públicamente nuestra debilidad ante el sexo opuesto (otros hay ante el mismo sexo, por supuesto. Benditos ellos, al fin de cuentas ¿Quién puede juzgar lo que ocurre en cabeza ajena?), invocando las palabras de nuestro Señor en el Huerto de Getsemaní, horas antes de ser arrestado: “El espíritu está dispuesto, pero la carne es débil” (Meditad: Marcos 14:38 y Lucas 22:46, reos del pecado).

Basta estudiar la historia eclesiástica desde el Concilio de Jerusalén del año 40, para comprobar que la “Santa” Iglesia Católica, se ha metido entre las sábanas de millones de seres confiscándoles su libertad de gozo con el complejo de la culpa.

Dice, San Guillermo de Baskerville a su discípulo Adso: “No veo que aquello que hace tan bien a hombres y mujeres, deba ser condenado.” ¡Y menos en viernes de Cuaresma!

Hacemos “anamnesis” de San Ireneo de Lyon (s. II), hombre que fuera un interesante pecador antes de su conversión, quien en su “Teología de la carne”, afirma que: “La gloria de Dios es el ser humano viviente, y la vida del ser humano es la visión de Dios.” Y dos seres humanos que se complacen recíprocamente ¿No están acaso alabando a Dios? A esto lo comprendieron muy bien los Caballeros Templarios. (Así terminaron también los Templarios por obra de Felipe II y la traición del infeliz de Clemente V).

Para los legos, diremos que San Ireneo defendía la idea de un Dios que se hace carne para redimir a la carne, no para negarla. Así que no hay salvación sin cuerpo, ni gloria sin vida encarnada. De modo que encarnarse en el cuerpo del otro ser amado, o sea, vivir el cuerpo, amarlo, no es pecado sino gloria divina. Cuando hay amor sincero, claro. (Reclamos a San Ireneo, no a nosotros).

Un siglo más tarde, Orígenes (s. III), quien señalaba que las Escrituras tienen tres niveles: literal, moral y espiritual, efectuando una interpretación alegórica de sus textos, podríamos preguntarnos: ¿No será que la abstinencia literal oculta una lectura más elevada? Quizás la verdadera carne a evitar sea la del egoísmo, del abuso, del amor sin entrega. A quien le quepa el sayo, que se lo ponga.

¡Ah, pero en esto de la carne, el éxtasis sexual y los orgasmos espirituales, nadie como el Rey Salomón! Sí, pues, este predilecto del Padre Eterno, tuvo unas 700 esposas y unas 300 concubinas, según se lee en 1 Reyes 11:3. ¿Qué consumiría este muchacho si el Viagra no existía todavía? ¡Un maestro de la erección celestial! O el 7º mandamiento no pasaría de una recomendación circunspecta.

Nos, faltando a la modestia, decimos que aún nos mantenemos fieles a los dictados de la madre Natura sin recurrir siquiera al “ginseng peruano” (Maca), a la Yohimbina, al Muira puama o Ptychopetalum olacoides, (para que vean que lo nuestro es ciencia pura). Y ya que hablamos de estas miserias humanas, apuradas como pecado capital en la lujuria, para aquellos necesitados de pecar en bien de su salud física y mental, os recomendaremos probar también con Damiana, o con Ashwagandha, una planta india adaptógena. Y si en las herboristerías no consiguierais de estos beneficios…, bueno, dadle al cacao puro, rico en feniletilamina y triptófano, que estimula la producción de serotonina y mejora el estado de ánimo… y el juego previo, claro.

¡Ah!, por cierto, olvidábamos, Nos, que recorremos los Valles Calchaquíes, de la ancestral “Allawaya» o » Ají Allawa», que os pondrá más rojos que el mismo Lucifer. Claro, hay que decirlo, que todo esto nos lo contaron que es así, por supuesto.

Por eso, no os privéis de la carne sobre la parrilla ni mucho menos sobre la cama, porque esa pasión está indicada en la propia Biblia. Allí hallaréis un párrafo de poesía erótica en el “Cantar de los Cantares”, del dicho “Homo Eroticus Supermacho”, de Salomón (Perdón, Lando Buzanca), que decía en sus noches de verbena pasional: “Béseme con los besos de su boca, porque sus amores son mejores que el vino.” (Cantar 1:2) ¡Tomá para vos!

Como veis, el deseo y el placer ya estaban consagrados en la Escritura, y que incluso el erotismo puede ser espiritual.

Pero si un ejemplo de virilidad y pasión hubo, fue Agustín de Hipona -San Agustín, para los simples”, quien antes de volcarse a sus “Confesiones”, no dejó lupanar por visitar, incluso engendrando un hijo -Adeodato-, con una “trabajadora sexual” de la época. El santo, eso sí, nos dejó una línea de conducta para el goce bien ordenado, diciendo: “Ama y haz lo que quieras.” (Sermón 7, VIII, 8). O sea, si el amor guía el acto, no hay culpa que valga.  ¡Otra que viernes santo!

¿O acaso tememos tanto al Amor, que preferimos ayunar de él?”

De lo Sacro, lo profano y el verso institucional

En suma, Nos, impenitentes, contumaces y perdidos para historia, desde la plataforma de la Razón pura, os decimos, que penséis; es una capacidad que Dios le ha dado al hombre en honor de su Libertad, y comprobéis, que todo este asunto de la Semana Santa y demás, desde la objetividad más plena, no es sino la programación más grande de culpa colectiva.

Cada año, los tonsurados os hacen revivir el sacrificio, el dolor y la culpa como si fueran sagrados. Y nos preguntamos ¿Esto, eleva al espíritu humano o lo encierra? Desde una óptica liberal de pura cepa, no de esta porquería que llaman “ser libertario”, se puede decir que la “Semana Santa” no es espiritualidad sino programación emocional masiva. Un ciclo diseñado para recordarte que debes pagar que alguien murió por ti. Así, todos, por el sólo hecho de nacer ya somos culpables.

Debo preguntaros entonces, ¿Por qué jamás hemos visto un Cristo de la sonrisa? ¿Por qué siempre, se venera al cuerpo vencido en la cruz y no al Redentor resurrecto? ¡Vedlo, pues! ¿Por qué se detiene a un país para conmemorar, la traición, el arresto, la tortura y el homicidio y no se detiene el mundo para celebrar que Cristo es el único Ser vivo que muerto ha resucitado?

¿Por qué los templos se visten de morado y se ponen a media luz, en lugar de preparar la Semana con vientos de Gloria, de Música y celebración “Porque estuve muerto y ahora estoy vivo por los siglos de los siglos” (Apocalipsis 1:18)

Por eso, Nos, hacemos profesión pública de nuestra Fe, basada en la espiritualidad, en la Libertad del Espíritu, que rechaza como abominable todo dogma, ya que por elección decimos con San Pablo: “Y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados.” (1 Cor. 15-17).

Y si hemos de creer con firmeza en el Resucitado, quienes creemos en la vida venciendo a la muerte, cuesta entender por qué deberíamos someter al cuerpo a castigos litúrgicos, abstinencias rituales o penitencias que parecen más castigo que redención. Mucho menos aún comprendemos esa peculiar cruzada contra el placer sexual, que —según sabemos— fue idea divina y no del demonio. Pues el mismo Dios, dijo en repetidas oportunidades: “Y vio que todo era bueno” (Gén. 1, 31).

Porque al final de los Tiempos -el de cada uno de Nos-, cuando nos hallemos frente al Tribunal del Padre, no nos preguntará: ¿Cuántos ayunos has hecho?; ¿Te has flagelado por tus pecados?; ¿Te has confesado y comulgado?; ¿Has hecho el Via Crucis al Cerro con el arzobispo?

¡No! El Padre nos preguntará, simplemente: ¿Has amado?

¿Qué cosa?

Todo, el Orden, la Naturaleza, a tu Familia, a tu hermano necesitado, porque el político nunca roba algo, le roba a alguien, a tus Hijos. A todos tus Hermanos en la Naturaleza de Cristo.

Ésa, es la verdadera Anámnesis que el Padre, que Jesús, nos pide que hagamos. –