POR: ERNESTO BISCEGLIA – www.ernestobisceglia.com.ar
A dos años del gobierno libertario no se observa ningún cambio estructural que nos haga pensar que hemos salido de la zona roja. Por el contrario, una lectura dedicada a los observadores más reconocidos nos dará un panorama más que preocupante.
Primero: El empobrecimiento como política pública no declarada
Es un dato de la realidad, donde quiera que se haga una encuesta la gente no cubre los gastos del mes. Hay una literal demolición sistemática del ingreso real. No es inflación: es un proceso de descapitalización humana. Cuando un país se acostumbra a que trabajar no alcance para vivir, a que el salario sea un souvenir del pasado y a que la movilidad social sea un mito escolar, la mecha ya está encendida. La pobreza no es un diagnóstico: es un combustible.
Segundo: La demolición de los amortiguadores sociales
Los mecanismos de absorción de tensiones sociales en este país han desaparecido: los sindicatos se han vuelto funcionales a los gobiernos de turnos. Las iglesias fuertes ya no existen, hasta Cáritas ha perdido presencia social en orden a la crisis. Los partidos políticos no existen. Y las organizaciones sociales son feudos que a menudo lucran con presupuestos nacionales o internacionales. El resultado: una ciudadanía sin intermediarios, y un malestar sin contención.
Tercero: La política desconectada del territorio
La clase política se distancia cada vez más de la sociedad en todo sentido. Se distancia económicamente porque viven un mundo de privilegios; se reúnen cada vez más en barrios privados y los funcionaros hablan como si vivieran en un país imaginario, un archipiélago flotante sobre la realidad. El Estado recorta, ajusta, administra crisis, pero nadie produce un relato que explique hacia dónde vamos. La ausencia de narrativa deja un vacío que se llena con bronca, teorías conspirativas y delirios mesiánicos. Una sociedad sin horizonte es una sociedad que deja de obedecer.
Cuarto: La fatiga moral de una sociedad agotada
El cansancio social ya se palpa en un ánimo crispado. Los resultados que no se publican sobre enfermedades mentales derivadas del estrés ya tocan picos cercanos a los de una guerra psicológica. Si se pudiera medir con una aguja, en la Argentina el ánimo social se acerca peligrosamente a la zona roja donde anida la reacción. Es peligroso cuando una sociedad ya no protesta, porque puede ser un índice de que estamos pasando del reclamo al impulso.
En ese punto, el estallido deja de ser una hipótesis para convertirse en un calendario.
Para libertarios hipersensibles: Fuentes para quien quiera mirar más allá del termómetro político
No soy “kuka tirapiedras”, menos peronista; simplemente uno trata de ser racional frente a un análisis crítico del cuadro de noticias. No es profecía ni panfleto -repito- es la lectura combinada de datos duros y diagnósticos académicos. Las estadísticas del INDEC, los informes del Observatorio de la Deuda Social de la UCA, los relevamientos de la CEPAL y los estudios del CONICET vienen señalando un deterioro sostenido en los indicadores sociales, laborales y anímicos del país.
No se trata de un pronóstico apocalíptico, sino de una invitación a mirar la realidad con la frialdad de los números. Los hechos están ahí, disponibles para quien quiera verlos; lo demás es mera discusión ideológica. –