4 de Junio de 1943, cuando Perón volteó a Robustiano Patrón Costas

POR ERNESTO BISCEGLIA – www.ernestobisceglia.com.ar

Aquella década de 1940, era un tiempo muy particular. La oligarquía terrateniente y los sectores más conservadores vivían los estertores del llamado “Fraude Patriótico”, una etapa signada por la manipulación sistemática del sufragio, el clientelismo político y la subordinación del poder civil a los intereses conservadores.

Eran los días en que el poder pasaba de mano en mano y los presidentes se decidían en las cenas del Jockey Club o de la Sociedad Rural Argentina. El elegido para suceder al presidente, Ramón Castillo, y que representaba la continuidad de este sistema era Robustiano Patrón Costas, empresario azucarero salteño, senador nacional y candidato presidencial promovido por el oficialismo.

En el contexto internacional, la Segunda Guerra Mundial influía de manera muy fuerte en la política interna. Dentro del Ejército argentino pugnaban dos corrientes opuestas: los aliadófilos, cercanos a los intereses de Estados Unidos y el Reino Unido, y los germanófilos, que no necesariamente apoyaban al nazismo, pero sí valoraban el modelo nacionalista, autoritario y anticomunista que representaba el Eje. Recordemos que el Ejército, además, venía formado en el modelo prusiano.

La neutralidad argentina frente al conflicto era sostenida por amplios sectores del Ejército, lo que generaba tensiones con Washington y Londres, interesados en una alineación decidida del país con los Aliados.

En ese clima enrarecido nació el GOU (Grupo de Oficiales Unidos), una logia militar integrada por jóvenes oficiales del Ejército, entre ellos un hasta entonces poco conocido coronel llamado Juan Domingo Perón. El GOU interpretaba que el sistema político vigente, corrupto y entreguista, no podía ofrecer una conducción nacional fuerte ni preservar la soberanía frente a la presión externa. El inminente ascenso de Patrón Costas al poder simbolizaba para ellos la continuidad de ese orden decadente.

Así, el 4 de junio de 1943, el GOU derrocó a Castillo y puso fin a la «Década Infame». Sin saberlo del todo, comenzaban a abrir el camino hacia una transformación profunda del país. Y aunque Perón no fue en ese momento la figura central del golpe, su inteligencia política lo llevó pronto a ocupar espacios claves en la nueva etapa que se abría.

El presidente que no fue

En efecto, puede afirmarse con razón que, Robustiano Patrón Costas fue, literalmente, el presidente que no fue, y no por falta de voluntad o estructura, sino porque la historia —y un grupo de jóvenes militares— le cerraron la puerta cuando ya tenía la mano en el picaporte.

Como adelantáramos “ut supra”, Patrón Costas representaba al sector más conservador del régimen oligárquico de la llamada Década Infame. Empresario azucarero, fundador del Ingenio San Martín del Tabacal, senador por Salta, influyente católico, y articulador político del interior, especialmente a través del Partido Conservador, en 1942, el presidente Ramón Castillo ya lo había designado como su sucesor “natural”, favoreciendo su precandidatura presidencial con todo el aparato estatal, en lo que se perfilaba como otra elección arreglada bajo el sistema del «fraude patriótico».

Se han escrito varias obras sobre este período y en particular sobre Robustiano Patrón Costas, una de ellas, muy clara, de nuestro amigo, Patricio Colombo Murúa –“Salta en la historia política y cultural de la Argentina”, publicado por la Universidad Católica de Salta, en los tiempos en que tenía ese rango bajo otro arzobispo. Allí, Colombo Murúa, aborda la trayectoria del empresario salteño, de interesante y recomendada lectura.

Para ese mes -junio de 1943-, Patrón Costas ya tenía planchado el traje para asumir la presidencia y escrito su discurso. Debo decir -y recomendar- que la lectura de ese discurso es verdaderamente una pieza política formidable, sobre todo en la parte que trata la distinción entre educación e instrucción pública. Sobresale en esas páginas la idea de restauración moral y defensa de los valores tradicionales.

En lo demás, ya estaban en marcha los acuerdos políticos provinciales que asegurarían su victoria. El propio presidente, Castillo, se había encargado de promover a Patrón Costas como el único hombre capaz de garantizar el orden, la neutralidad ante la Segunda Guerra Mundial, y el continuismo del modelo agroexportador que beneficiaba a las elites.

Sin embargo, aquella dirigencia y el mismo Patrón Costas -lo mismo que sucede ahora con los oficialismo-, no supieron o no quisieron ver que el país estaba a punto de reventar por el hartazgo y la continuidad de aquel régimen.

El estado deliberativo dentro del Ejército Argentino

Un sector de la joven oficialidad del Ejército comenzó a mostrar su descontento con esta forma de manipular el poder, sentían verdadero desprecio por estos “acuerdos entre señores”, que tildaban de entreguistas, fraudulentos y funcionales a los intereses sobre todo británicos.

El día 4 de junio, un golpe de Estado encabezado por el general Arturo Rawson, con el respaldo del GOU, puso fin a la presidencia de Castillo y, con ello, dinamitó las aspiraciones de Patrón Costas, quien quedó a centímetros del poder, humillado y desplazado, sin poder siquiera presentar su candidatura formalmente.

Sin embargo, el general Rawson, duraría apenas tres días en la presidencia y su desplazamiento muestra cómo funcionaba el poder real en el Ejército en 1943, y cómo Perón —aún desde las sombras— comenzaba a demostrar su sagacidad para entender y manejar esas tensiones internas.

Arturo Rawson, era general de división, comandante del Cuerpo de Ejército con sede en Campo de Mayo, y fue quien entró en la Casa Rosada ese día para comunicarle a Ramón Castillo que debía abandonar el poder. Pero él no formaba parte del GOU y se puede decir que lo usaron porque tenía buena imagen frente a los sectores conservadores, pero no pertenecía a la logia de los coroneles.

Consumado el golpe, Rawson, decidió armar su gabinete con algunos amigos conservadores y de simpatías aliadófilas, lo cual causó un inmediato desagrado en el seno del GOU, compuesto por oficiales nacionalistas que sintieron que Rawson les estaba robando el golpe y traicionando su espíritu.

De reflejos rápidos, el GOU, tres días después, el 7 de junio, obligó a Rawson a renunciar, reemplazándolo por el general Pedro Pablo Ramírez, nacionalista y con simpatías germanófilas. El movimiento del GOU, comenzaba a consolidarse.

¿Y Perón?

En ese momento, Perón no era una figura central, pero sí era un operador clave dentro del GOU. Aunque todavía no tenía cargos importantes, participó en las reuniones internas donde se definió que Rawson debía ser desplazado. Hay testimonios de que Perón fue uno de los que argumentó que Rawson había traicionado los objetivos del movimiento al intentar reinstalar una fórmula conservadora.

Más allá de eso, su principal habilidad fue esperar, observar y moverse con astucia, y en los días siguientes empezó a escalar posiciones: primero, se instaló en la Secretaría de Trabajo y Previsión, una oscura dependencia que nunca había servido para nada porque jamás había resuelto ningún conflicto laboral. Desde allí, Perón, comenzaría a construir su vínculo con los sindicatos).

En resumen, si bien Juan Domingo Perón, no fue el artífice principal del derrocamiento de Ramón Castillo, fue quizás el más importante ideólogo de ese movimiento que actuó para impedir que Robustiano Patrón Costas fuera presidente.

Una lectura a la distancia de aquellos días, nos dirá que, de alguna manera, Perón, más que correr a Castillo de la Casa Rosada, volteó a Patrón Costas y todo lo que él significaba; es decir, aquel 4 de Junio de 1943, fue el final simbólico de una Argentina oligárquica que no vio venir su ocaso. –