www.ernestobisceglia.com.ar – REDACCIÓN. – En tiempos donde el mundo comienza a disputar el control de los bienes esenciales —agua, aire y energía—, en Salta seguimos naturalizando el desaprovechamiento de territorios que podrían cambiar el destino de miles de salteños. Uno de esos lugares es La Caldera, un departamento con más de 1.400 km² de superficie, reservas hídricas, masa eléctrica significativa y, aún, oxígeno puro.
El senador por el Departamento de La Caldera, Miguel Calabró, expresó que «Sí, aunque suene exagerado, todavía hay oxígeno en Salta. Y lo decimos con ironía, porque parece que la política y la economía provincial no terminan de reconocer el valor tangible e intangible de este territorio. En un mundo ahogado por la contaminación y la escasez de agua potable, La Caldera representa una joya natural estratégicamente desaprovechada.
Más de 300.000 habitantes de la capital salteña consumen agua proveniente de La Caldera, y sin embargo, ese recurso no se valora como corresponde. Ni económica ni políticamente. No se paga lo que vale, ni se retribuye en infraestructura o inversión para quienes habitan el departamento y sostienen, con su geografía y su sacrificio, buena parte del abastecimiento hídrico del norte provincial.
La captación, el transporte, la filtración, el clorado y la distribución del líquido vital tienen un costo. Y aunque el relato urbano diga que “se paga el servicio”, la verdad es que La Caldera paga con su ecosistema, con su estabilidad ambiental y con la paciencia de su gente, que ve cómo sus bienes naturales enriquecen a otros sin mejorar su propia calidad de vida.
La cuenca alta del Mojotoro, los ríos Vaqueros, Wierna, Santa Rosina y San Lorenzo, alimentan el Acueducto Norte, que va desde Campo Alegre hasta el Hualco, integrando aguas superficiales y subterráneas en un sistema vital para toda el área metropolitana. Pero nadie parece discutir seriamente qué significa eso. Ni qué le debe Salta a La Caldera.
Tal vez ya sea hora de ponerle cifras a este aporte. Tal vez haya que repensar el federalismo interno de la provincia. Y quizás el debate de fondo sea más incómodo: ¿hasta cuándo los territorios ricos en recursos van a ser administrados desde una capital que no los reconoce, ni los integra, ni los retribuye?
La Caldera, con su naturaleza privilegiada, su gente paciente y su potencial intacto, no puede seguir siendo tratada como un apéndice decorativo de Salta Capital. Es tiempo de que se valore en términos reales, no solo simbólicos. No por caridad, sino por justicia.
Y este, es el trabajo que estamos haciendo y defendiendo desde el Senado de la provincia»