17 de octubre: La lealtad bajo los escombros

Por Ernesto Bisceglia – www.ernestobisceglia.com.ar

#17DeOctubre #DíaDeLaLealtad #Evita #Perón #Peronismo #JusticiaSocial #HistoriaArgentina #MemoriaPopular #MovimientoObrero #ErnestoBisceglia

RESUMEN: Hubo un tiempo en que el 17 de Octubre ardía en las plazas, y la lealtad no era consigna, sino destino. Ese día, el pueblo escribió una de las páginas más nobles de la historia argentina: la gesta de los trabajadores reclamando justicia social. Pero ochenta años después, la épica se ha vuelto simulacro. Lo que alguna vez fue fuego sagrado hoy se apaga entre egos, traiciones y discursos vacíos.

Alguna vez, cuando en la República Argentina todavía reverberaban los sones de aquel histórico Centenario, cuando el país en menos de un siglo había dejado de ser colonia y se anotaba entre las primeras naciones del mundo, y los Estados Unidos miraban con recelo a esta nación que se insinuaba con un porvenir de potencia; en ese tiempo, parecía que lo teníamos todo, excepto justicia social.

La oligarquía terrateniente, heredera de los más feraces campos del Cono Sur, se mantenía obediente a la Distribución Internacional del Trabajo, ordenaba por Inglaterra que necesitaba materia prima; luego, la Argentina estaba condenada a cumplir su rol de país agro-exportador. Esa dependencia socio-económica, se mantuvo sobre indignos pactos entreguistas, como lo probó Lisandro de la Torre en el Senado nacional cuando denunció el “Pacto Roca-Runciman”, que se llevó la vida de su compañero de banca, Enzo Bordahebere, quien recibió el disparo que era era para él.

La desigualdad social era una institución más del país, y entonces apareció ese coronel golpista que desalojó de sus pretensiones presidenciales a Robustiano Patrón Costas, y se encaramó en el poder, tanto que sus propios camaradas lo destituyeron y confinaron.

Fue entonces que se encendió la llama de aquella epopeya social, cuando el pueblo, como una marabunta hambrienta cruzó el Riachuelo, abandonó los campos y las fábricas, y se apiño como un solo cuerpo orgánico en la Plaza de Mayo, pidiendo la restitución de su líder, Juan Domingo Perón.

Como dijo entonces alguien de la oligarquía “Era el subsuelo de la Patria sublevado”, que marcó para la historia esa fecha en el calendario de los humildes: El 17 de Octubre de 1945, el “Día de la Lealtad”. }

A la luz estricta de la historia y no de las ideologías, podemos decir que entonces el peronismo no fue bueno ni malo, sino necesario.

El tiempo pasa y lo deteriora todo

Año del Señor de 2025; 17 de Octubre…, tal vez, habrá actos, discursos, selfies y lágrimas ensayadas. Habrá quienes entonen la Marcha Peronista con la mano en el pecho y la mirada al cielo, y habrá otros que sólo muevan los labios pero se dicen peronistas. Es como si aún se escuchara el rugido del pueblo en aquella Plaza de 1945, pero la verdad es que nadie sabe bien qué se celebra. 

¿La lealtad? ¿A quién? ¿A qué?

Porque hoy el peronismo luce más como un museo saqueado que un movimiento político. En Salta, por ejemplo, hay peronistas que se juraron lealtad y se traicionaron antes de terminar el desayuno. Otros que se dicen herederos del legado de Perón pero comparten lista con quienes jamás militaron una idea justicialista. Y están, claro, los conversos de ocasión: esos que ondean la bandera del peronismo sólo cuando sopla viento de subsidio.

Y están esos otros, que se autoperciben peronistas, pero por la candidatura tranzaron y traicionaron, quedándose con el PJ.

El resultado es un paisaje desolador: una constelación de siglas vacías, de sellos prestados y discursos reciclados.

Nadie habla de justicia social, de independencia económica o de soberanía política. La doctrina ha sido reemplazada por la rosca; el compromiso, por la conveniencia.

Aquella revolución popular que nació de las entrañas del pueblo trabajador es apenas una anécdota de la historia, tan amarilla como las páginas que la registran y yace hoy bajo los escombros del edificio que los propios peronistas dinamitaron.

No hubo enemigos externos ni golpes militares que lo lograran: fue la demolición interna, paciente y sistemática, a fuerza de egos, traiciones y miserias. El peronismo implosionó desde sus mismos dirigentes.

Hoy, ni los peronistas, ni aquellos que no lo somos, podemos mirar a este día, ellos con el orgullo propio y nosotros como un evento cívico-social que aportó reformas necesarias, porque el  “Día de la lealtad” se ha vuelto, tristemente, el día del simulacro.

Donde antes había un pueblo movilizado, hoy hay un casting de candidatos mendigando protagonismo. Donde antes se soñaba un país justo, hoy se discute un cargo o una pauta. Todo es paupérrimo, lacerantemente mediocre y acomodaticio. }

No hay doctrina, no hay mística, no hay proyecto político…., nada.

Y mientras tanto, la gente —la misma que aquel 17 de octubre del ’45 desbordó las calles para liberar a Perón— ya no va a la plaza, va al supermercado, a ver si todavía le alcanza. Aquel apotegma que “Siempre los mejores días fueron peronistas” es tan sólo un recuerdo dialéctico. Por más que brille el Sol, tampoco ya es “Un día peronista”.

Quizá la única lealtad que quede en pie sea la del Pueblo con su propia memoria. –

Porque el peronismo, ese que una vez fue fuego, hoy apenas es una hoguera de vanidades.