Breve Ensayo: Consideraciones sobre Laudato Deum, el «Papa del Apocalipsis» y la falsedad ideológica del «periodismo» en tiempos del triunfo de Nietzsche
En toda guerra la primera víctima es la Verdad; de hecho, la manipulación de la Verdad se convierte en un arma cuando esa "verdad" se dispara como mentira. Pero más peligroso -mucho más- que una Verdad manipulada es la ignorancia generalizada de una sociedad que sólo consume "noticias". Una sociedad donde no se lee, donde no se conoce la historia, donde el sistema educativo está destruido, es una sociedad débil, predispuesta a consumir el engaño mediático que socava sus bases espirituales, morales y cívicas. Una sociedad que consume basura mediática termina siendo una sociedad enferma que ingresa en el peligroso terreno del posible auto exterminio.

SALTA – POR ERNESTO BISCEGLIA.- Nos, en un intento de uso afinado de la razón, trataremos de comprender el marco universal de los problemas que acucian a la sociedad en un tiempo de balance y erguir una opinión basada en la Verdad existencial, que, aunque con margen de error, siempre estará más cercana de un juicio probo que aquellas opiniones que se divulgan basadas en mendacidades ideológicas o posturas interesadas y subjetivas. Nadie -o muy pocos- parece darse cuenta de que el término exterminio ya revolotea sobre las sociedades como las aves carroñeras ante el animal moribundo.
Por el camino en que vamos, y nada parece decir que se vaya a torcer el rumbo en lo inmediato, hemos ingresado en un camino sin retorno.
El Papa Francisco, con quien tenemos abismales diferencias ideológicas y otras teológicas y hasta espirituales, publicó con motivo de la Fiesta de San Francisco (4 de Octubre) una Exhortación Apostólica llamada «Laudato Deum», un tanto una continuación de «Laudato Si», en la que refiere el problema de la crisis climática, que decimos debiera meditarse en cuanto resulta una alerta a la sociedad del consumismo tecnológico desenfrenado.
Digamos también y antes de ingresar en las consideraciones más específicas, que en las redes sociales se multiplican videos que denuncian que en esta Exhortación Apostólica, «El Papa llama a la organización de un gobierno mundial» y hacen estos «periodistas» un correlato con la advertencia del Apocalipsis, en particular el Capítulo 13, donde el Libro de la Revelación habla de las dos Bestias, la que sale de la Tierra que representaría a la Iglesia Católica porque es lo firme, lo arraigado y aquella que sale del mar, que sería la política porque es lo cambiante, lo mudable, etc., ambas responsables del fin de los Tiempos.
La comparación de suyo es aventurada sin más, porque el relato bíblico es tan mítico en sus imágenes que todavía hasta los altos teólogos discuten sobre su significado. Luego, alertamos sobre el peligro de creer a primera mano todo lo que se diga sobre tiempos apocalípticos inmediatos porque en acuerdo con la Escritura «Nadie sabe cuándo será el día o la hora, ni siquiera los ángeles del cielo, ni el Hijo mismo. Solamente lo sabe el Padre.» (Mt. 24-36).
Sí, es verdad, de que la Iglesia Católica es proclive a la formación un orden mundial único, como lo analizáramos en otros momentos y así fue manifestado en discursos y documentos pontificios. Este Papa en particular fomenta el ecumenismo en el marco de una militancia globalista que por momentos recuerda los postulados masónicos sobre el Novus Ordo Saeculorum, inspirado en los versos de la Égloga IV del poeta latino Ovidio.
Pero atendamos a la cuestión de fondo de Laudato Deum y exaltemos la figura del primer militante ecológico de la historia, San Francisco de Asís (1182 – 1226), quien resume en su «Cántico de las Criaturas» una perfecta filosofía y teología eco ambiental.
El Santo de Asís anuncia y enuncia que el hombre -en sentido genérico- no es un ser que camina por el orbe ni separado de la Naturaleza, ni superado de Ella. Por el contrario, el individuo es una parte más del Orden y dice el Papa con razón: “todo está conectado” y “nadie se salva solo”.
Nadie se salva solo ni ausente del problema ecológico y ambiental. Porque no se puede contribuir a la degradación del medio ambiente, ya por acción ni menos por omisión. La problemática ambiental que ya ingresó en extremos caóticos y hasta irreversible es un problema universal e individual que comienza cuando el niño tira un papel de golosina en una plaza y alcanza a la gran industria que vacía sus desechos en el lecho de un río. Todos estamos contaminando.
En Libro del Génesis, el primero de la Biblia, cuando se relata el proceso de la Creación por parte de Dios se repite a cada momento que «Dios vio todo lo que había hecho y vio que todo era bueno» (Gèn. 1, 31) Luego, para figurar la donación de todo eso al hombre por parte de Dios, se lee que dijo: » «Creced, multiplicaos, llenad la tierra y sometedla; dominad los peces del mar, las aves del cielo, los vivientes que se mueven sobre la tierra.» (Gèn. 1,28).
Pero el Génesis dice «dominad…» todo aquello que conforma la Naturaleza, pero nada dice del hombre mismo. En ningún lugar dice «dominad incluso al hombre y a la mujer». El gran problema de hoy es que aquella sentencia de Plauto «Homo hominis Lupus» dejó de ser una advertencia para convertirse en una realidad actuante, existencial. El hombre reduce, atomiza, a sus semejantes en busca de un lucro personal o de grupos. Esto se ve con toda crudeza en la política, por ejemplo.
La primera conclusión es el alto valor, casi de idolatrizaciòn que el hombre actual ha hecho de la tecnología generando un «paradigma tecnocrático» que es el responsable de la consumición y degradación del ser humano y del medio ambiente.
Son días en que la inteligencia artificial abre el camino a la concepción de un ser humano de poderes ilimitados donde «el paradigma tecnocrático se retroalimenta monstruosamente», dice el Papa.
Pero así como la ciencia le permite al individuo ya pensar en un «ciborg», es decir, una suerte de «hombre-máquina», paradójicamente, la aplicación de esa enorme tecnología en el medio ambiente lo ha degradado hasta umbrales donde se está tocando el límite del no retorno. Esta devastación del medio ambiente se hace cada día más rápido, tanto que lamentablemente bastarán dos generaciones para comprobar las consecuencias.
Coincidimos así en que todas las lecturas apocalípticas que bullen en las redes sobre la situación del mundo no tienen un origen divino sino meramente humano -antrópico-, dice el texto pontificio.
A esta altura algunas consecuencias son irreversibles, ya se han extinguido especies animales, se han desmontado áreas donde nunca más habrá vegetación ni animales autóctonos, se han contaminado las aguas, y lo más grave es que el sistema ecológico tiene cierta inercia, responde a ciclos de purificación para volver a ser potable para el ser humano.
Los avances de la ciencia, bendecidos como toda acción proveniente del intelecto, sin embargo, han sustituido todo valor moral por la obsesión de extender el poder del individuo sin que haya límite ni contención. Así, lo que debiera ser un servicio se ha convertido en un amo del individuo.
No hay límite porque con la misma velocidad con que los adelantos técnicos se han desarrollado, en la misma manera los valores del espíritu se han deteriorado y casi fenecido. El hombre de Nietzsche proclama la muerte de Dios y consagra la «voluntad de poder» como un voluntarismo que consagra al superhombre.
El «ethos» griego ha sido reemplazado por una desmesurada ambición o «voluntad de poder» se analiza como mandar sobre los otros y autoexigirse para alcanzar el concepto del superhombre que reemplace al Dios fallecido. Es el momento histórico de Nietzsche.
Sin embargo, en la esencia del hombre está Dios y la Naturaleza que es la religión universal y la que impone la ética, la cultura y la espiritualidad. Porque ahora, cuando el Planeta está reclamando el mal trato dado por el individuo, mientras este avanza embriagado de triunfos tecnológicos, la Tierra, el hogar común comienza a demostrar que todo eso frente al caos ambiental será nada.
Y tal vez…, sólo tal vez, si el impulso por cultivar la soberbia tecnológica no se modera, tal vez, el día en que nada, ni el móvil, ni las antenas, ni los satélites, sirvan para nada.
El superhombre de Nietzsche habrá muerto y la vigencia del Dios de los corazones permanecerá para volver a comenzar el ciclo. –