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Cuando la Libertad puede convertirse en libertaria esclavitud

La extinción del kirchnerismo es un imperativo categórico para el sector todavía sano de la sociedad argentina. Lo que fue un gran país ha quedado reducido a un guiñapo de rezagos institucionales donde todo concepto de orden público, autoridad, mérito o decencia ha sido adulterado cuando no eliminado. El kirchnerismo de hecho es la dictadura de una minoría. Pero la opción que promete la libertad absoluta puede concurrir en convertirse una trampa para ratones que ingresan a comer el queso que piensan que se puede adquirir libremente.

SALTA- POR ERNESTO BISCEGLIA.- Por principio, la libertad absoluta no existe. Luego, el concepto de libertad puede resultar equívoco cuando no se lo comprende en su dimensión más profunda y luego, el mal uso de la misma puede llevar a excesos en ocasiones impredecibles.

Es necesario distinguir bien el concepto de Libertad y libertario, ya que no necesariamente un «libertario» es un seguidor o un discípulo de la Libertad. La Libertad es una categoría y antes que eso es uno de los dos primeros dones -junto a la Razón- otorgados por el Creador al hombre. Sin uso de su Razón con Libertad -libre albedrío-, Eva no habría decidido comer del Árbol del fruto prohibido, es decir, el uso racional de la Libertad es un derecho humano intrínseco, de primerísima generación que otorga derechos inalienables al ser humano. Es tan caro ese derecho que permite incluso desobedecer a Dios.

Ahora, libertario, está en general asociado a quien tiene a la Libertad por bandera, pero es un término equívoco según el contexto donde se aplique. Primero, libertario, puede ser una ideología política que en grado extremo -fanatizado- lleva al anarquismo político. Ese ese marco, un libertario es un individuo egoísta, no colectivo ni gregario, que basa sus acciones en la autogestión y la eliminación del gobierno y la ley, incluso.

La biblioteca se divide en dos en este punto, libertario como anarquía política, ya dicho o bien como «partidario de la Libertad», donde se retorna al principio, la Libertad es un derecho humano propio. Desde allí, se diría, la Libertad no debiera militarse, se milita aquello que no se tiene o hay que mejorar.

Las sociedades hispanas están fraguadas en el molde cristiano y de fondo evangélico; de hecho, en el Evangelio de San Juan, el único de los Cuatro de concepción profundamente teológica, se lee claramente: «La Verdad os hará libres» (Jn, 8, 32). Pero en este punto sería ingresar en un estadio aún más alto de consideraciones donde debiera discutirse sobre qué es la Verdad.

Esa herencia hispana ha considerado tradicionalmente a la Libertad como un rasero donde se igualan todas las oportunidades de una comunidad, principio recogido sabiamente por el constitucionalista (Principio de Isonomìa enunciado por los griegos) y plasmado en el Artículo 16 de la Carta Magna argentina, que reza:  La Nación Argentina no admite prerrogativas de sangre, ni de nacimiento: No hay en ella fueros personales ni títulos de nobleza. Todos sus habitantes son iguales ante la ley, y admisibles en los empleos sin otra condición que la idoneidad. La igualdad es la base del impuesto y de las cargas públicas. Todos somos iguales ante la ley.

Ahora bien, un libertario sublima el concepto de Libertad más allá de los límites de la responsabilidad social, es decir, si bien la Libertad reconoce como límite el inicio del derecho ajeno, en el libertarismo, sí sería posible avanzar sobre el derecho del prójimo porque para ese concepto la libertad está asociada a la capacidad individual de competir.

Para explicarlo con peluches, sería sencillamente la «ley de la selva» donde sobrevive sólo el más fuerte.
Caen pues, los conceptos de comunidad organizada, de igualdad y hasta de equidad y sus principios o conquistas sociales, salvo que Nos no comprendamos muy bien el fondo de la teoría libertaria, pero no podemos dejar de preguntarnos què representa, què significa acabadamente el grito de guerra: ¡Viva la Libertad! Pues, desde donde lo vemos la Libertad es vida «per se» y su vigencia entraña de igual forma la existencia y respeto de todos los derechos preexistentes.

Coincidimos absolutamente en el criterio de esa concepción de la Libertad de los libertarios respete la vida por nacer y celebramos que se comprenda al no nato como una persona desde el momento de la concepción. Luego, es natural y válido que su vida sea respetada porque no es un apéndice de la madre sino una substancia como diría Aristóteles: «El hombre es una substancia de cuerpo y alma».

Para explicar este concepto aristotélico, digamos: Un cuerpo -substancia- sin alma, es un cadáver; y un alma sin cuerpo, es un espíritu, nunca, ninguno por separado es un hombre.

Aprovechamos de paso que decimos «Hombre» como sustantivo epiceno, es decir, omnicomprensivo de hombre Y mujer a la vez. Otra de las ridiculeces del kirchnerismo.

En suma, una cosa son las categorías -Libertad- y otra son las ideologías -libertarios-; las primeras son principios trascendentes, las segundas interpretaciones derivadas de esa idea superior, de donde la no aplicación consecuente y correcta o una interpretación equivocada o maliciosa, pueden llegar a convertir a la excelsa categoría de la Libertad en la más miserable esclavitud.-

 

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