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Conmemoramos hoy, 17 de Agosto, otro Aniversario de la muerte del General Manuel Belgrano

Si esta nota hubiera sido escrita por un adolescente o un joven argentino -incluso algún autopercibido periodista joven-, quizás el titular y la foto habrían sido estos, porque duele aceptar que para las generaciones jóvenes la Historia argentina es desconocida. Les da igual Güemes que Perón, San Martín que Luis Miguel o Belgrano que Gustavo Sáenz, total, no conocen a ninguno de los nombrados. Nos preguntamos entonces ¿Podemos pensar un futuro con ciudadanos que no saben de dónde provienen?

SALTA – POR ERNESTO BISCEGLIA.- El Maestro Aristóteles enunció que lo único que existe es la realidad, apotegma que luego Juan Domingo Perón copiará (como hizo con todo lo demás) diciendo «La única verdad es la realidad», y esta nos marca que asistimos a la debacle nacional más lacerante de toda la historia contemporánea del país.

Porque si de algo sabemos los argentinos es de remar crisis. Desde 1810 cada proceso hacia el progreso le ha costado al país sangre, cabezas que como diría Almafuerte: «¡Que muerda y vocifere vengadora, ya rodando en el polvo, tu cabeza! La muerte, la eliminación del contrario ha sido siempre la vara que midió la política de este país. Tal vez, la muerte del fiscal Nisman sea el último ejemplo de esta forma bárbara de ejecutar la polìtica argentina.

También la bipolaridad pendular ha jugado lo suyo, jamás hallamos la serenidad de la plomada marcando el punto medio del equilibrio: criollos contra españoles, saavedristas contra morenistas, federales contra unitarios, nacionalistas contra liberales, personalistas contra antipersonalistas (en los tiempos de Yrigoyen), peronistas contra antiperonistas, millonarios contra bosteros… y asì.

Hoy, 17 de Agosto, conmemoramos el Paso a la Inmortalidad del General José de San Martín, la figura más alta de la Independencia, y tócanos hacerlo en medio de la incertidumbre del «qué pasará mañana»; con la economía destrozada y la sociedad hundida en la pobreza y en la indigencia. Con madres afligidas y padres deprimidos porque les han privado hasta de lo más elemental, el poder alimentar a sus hijos. Con casi tres generaciones de indolentes cegados por la ignorancia más siniestra, las mismas tres generaciones que han perdido el sentido del valor del trabajo y del esfuerzo…, un país a la deriva.

¿Para qué nos sirve hoy entonar el Himno Nacional, la Marcha San Lorenzo y honrar con palabras fútiles la gloria del Gran Capitán? Para nada.

¿Para qué los Padres fundadores perdieron familia, fortuna y hasta la vida pensando en un gran país? Para nada.

Porque la diferencia está en la talla moral de aquellos Prohombres frente a la miserabilidad espiritual de quienes gobiernan hoy. Aquellos pensaron en la Patria y sus ciudadanos. Hoy piensan en su riqueza personal, en acaudalar poder y promover la codicia más desenfrenada.

¿Para qué tanto poder y dineros acumulados si terminarán sus días como todos, como miserables restos dentro de un ataúd o regados como cenizas por allí? Los hombres son grandes por lo que se llevan en valores, no por lo que dejan en propiedades y riquezas.

No, hoy no conmemoramos al General Manuel Belgrano, espíritu prístino si los hubo. Hoy conmemoramos la grandeza humana, el genio militar, la talla moral y ética del General José de San Martín.

Por eso, los argentinos de bien, debemos desenvainar otra vez el sable corvo, ese humilde sable de corte turco, que el Libertador comprara usado, porque ni ese lujo se permitió, pensado para rebanar cabezas desde un caballo y caminar en busca de las cabezas de los miserables que han arruinado a la Patria.

Sólo que, en vez de un sable, lo hagamos con el filo de los votos. Y en lugar de llenar canastas con esas cabezas, llenemos urnas. Pero lo hagamos. –

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