Con los dirigentes a la cabeza o con la cabeza de los dirigentes
Perón fue un visionario, sin lugar a dudas. La comprensión del fenómeno peronista es fundamental para una valoración de la política contemporánea. El peronismo tuvo -y tiene- un grave problema, sus hombres y sus métodos, pero la doctrina peronista trazó el hilo conductor de lo que debió ser una sociedad organizada a través de un ideal que identifica el ser argentino en un amplio marco de participación. No supieron comprenderlo y terminó el peronismo atomizándose en una oligarquía que terminó destruyendo a la República y al partido mismo. La profecía de Perón se ha cumplido: el Pueblo ha hecho tronar el escarmiento.

SALTA – POR ERNESTO BISCEGLIA.- Dijimos siempre que hay que estudiar los tres momentos de Perón: Aquel del ’45, que protagoniza la única revolución popular y nacional del siglo XX; el Perón del segundo gobierno que se convierte en una dictadura y cae a manos de otra peor como fue esa criminal experiencia autotitulada «Libertadora»; y el Perón del año ’73, el del retorno, cuando ese «León herbívoro» regresa comprendiendo que el signo de los tiempos era el diálogo y la reconciliación. El abrazo con Ricardo Balbín entrañaba mucho más que un gesto simbólico, representaba señalizar el camino del encuentro entre los argentinos porque de otra manera «El año 2000 nos encontrará unidos o dominados». Tampoco se equivocó.
De todas las mutaciones que experimentó el peronismo desde la muerte del líder en 1974, sin lugar a dudas el kirchnerismo ha sido la más nefasta, no sólo porque abandonó todas las banderas y aquel axioma que definía la estructura existencial del peronismo: «Una Patria Libre, Justa y Soberana», fue destrozado. La Patria no es libre en ningún aspecto, mucho menos justa cuando la mitad de la población está en la pobreza y la clase media que había sido fundacional para el peronismo yace casi extinta. Menos es soberana cuando su moneda no tiene valor alguno y su territorio nacional está mordido por la presencia de potencias extranjeras, su mar depredado por los chinos y los experimentos ideológicos tratan de separar «territorios sagrados» para supuestas etnias que son extrañas a nuestra historia. Aquí el único territorio sagrado es el de la Nación.
El kirchnerismo se llevó a la tumba al peronismo y a sí mismo como experiencia política. Sólo los necios pueden afirmar en estas horas de que el kirchnerismo tiene alguna oportunidad política o histórica. Esa experiencia ha terminado.
Es aventurado decir que la ola morada de Javier Milei es la resurrección del país. Estamos ante un sujeto interesante pero inestable; sin embargo, como experiencia tántrico-política ha venido a significar la catarsis de un pueblo que estaba agobiado por tanto atropello. Quedan 70 días para repensar el escenario que definirá el curso del país.
Los únicos culpables de la derrota del kirchnerismo son ellos mismos, que abandonaron las banderas del peronismo y destruyeron al Movimiento Nacional Justicialista. Una culpa compartida por los radicales que hicieron lo propio con la Unión Cívica Radical.
Y ahora ¿qué viene? Nadie puede decirlo, aún la presidencia 2023-2027 continuará vacante hasta el 22 de octubre cuando a la noche las urnas digan su verdad. Pero estamos asistiendo a un sismo político de cuyas consecuencias tal vez la más importante sea la oportunidad de construir un nuevo país que no será posible sino PARTICIPAMOS todos.
Es la hora de recordar aquel abrazo de Perón y de Balbín y rubricarlo con aquella otra frase del General: «Si a esto no lo arreglamos entre todos, no lo arregla nadie». Por ahora, la profecía del líder se ha cumplido: «Marchará el pueblo con los dirigentes a la cabeza o con la cabeza de los dirigentes». Y esto último es lo que ocurrió.-