Artículos

El kirchnerismo y los profetas de la muerte: Quoque tandem, abutere patientia nostra?

Hemos de confesarnos los argentinos sodomizados todos (bueno... casi todos) por una caterva de criminales de la más baja estofa que ha saqueado el tesoro público hasta la última moneda, que ha destruido a las Instituciones de la República dejándonos indefensos, que ha embrutecido al pueblo y ha permitido el derrame de narcóticos por las calles, que ha convertido a los delincuentes en ejemplos sociales instalando la cultura de la vagancia... Todo, todo cuanto desde los Próceres y nuestros antepasados familiares han construido con trabajo y honestidad, yace ollado por estos miserables hampones.

SALTA – POR ERNESTO BISCEGLIA.- Un día 8 de noviembre del año 63 a. C, el célebre Cicerón pronunciaba una de las famosas frases de la historia: «Quousque tandem abutere, Catilina, patientia nostra? (¿Hasta cuándo abusarás, Catilina, de nuestra paciencia?), como advertencia sobre la conjura que preparaba Catilina para hacerse con el poder absoluto.

Extrapolando los tiempos y la situación, vemos signos de que el poder kirchnerista juega las fichas que lo caracterizan: la violencia, la amenaza y la siembra del temor como argumentos para instalar la idea del caos que sobrevendrá si ellos pierden el poder. Y diremos parafraseando al gran Hipólito Yrigoyen: «Que se pierdan mil gobiernos, pero que permanezcan los principios». Que se pierda el poder pero salvemos a la República en horas en que agoniza entre estertores en medio de las ruinas de lo que fue un gran país.

¿Cuál es la herencia que dejan el kirchnerimos luego de dos décadas en el poder? Casi tres generaciones de ciudadanos semianalfabetos, un sistema educativo que abre la puerta de la tranquera cada año para lanzar a la sociedad manadas de seres embrutecidos, con su identidad adulterada porque la ciencia de la historia fue reemplazada por un relato miserable. Sin conciencia de trabajo ni esfuerzo, porque nunca trabajaron, no trabajan ni piensan hacerlo. Un sistema de salud precario donde se manifiestan patologías ya extinguidas. Donde un delincuente es poco menos que un ciudadano ilustre y un trabajador, un profesional lindan en el borde de ser conspiradores, porque bajo el kirchnerismo ser honesto, ser decente, es semiplena prueba de «pensar feo», ergo, sospechoso.

No se puede esperar otra cosa de una cáfila conformada por salteadores del poder, terroristas que atentaron contra su propio gobierno constitucional peronista en los ’70, asesinos confesos de ciudadanos comunes, policías y militares, de sindicalistas y empresarios. ¿Cómo puede un país aspirar al progreso cuando su «gobierno» lo forman los que quisieron cambiar la Bandera Nacional por un miserable trapo rojo?

Helos allí enriquecidos más allá de lo que un magnate capitalista y liberal podría serlo en tan poco tiempo, pero predicando el verbo de un socialismo ya expirado. Instalando cuanta doctrina pervertida sobrevuela en reemplazo de los valores fundacionales de esta Nación.

Han derramado al crimen por las calles, le han dado patente de corso a los asesinos, violadores, ladrones y cuanta clase de criminal que asombraría al propio Cesare Lombroso. ¡Esos son ahora los ciudadanos de primera clase! Mientras el argentino que trabaja se hunde en la pauperización con un salario que se deprecia a diario juntos con sus condiciones de vida. La dignidad en la Argentina ha sido ultrajada para imponer la vejación, la tropelía y la arbitrariedad como blasones honoríficos que lucen impunemente aquellos que en lugar de estar ocupando una celda ocupan un despacho público.

¿Cómo pueden hablar de democracia cuando los ministros del primer orden amenazan con regar las calles con sangre si pierden las elecciones y amenazan públicamente y sin prurito alguno que «no habrá elecciones»? Estos no son demócratas sino vulgares facciosos que en lugar de una pluma para firmar decretos prefieren tener en las manos un arma para imponer su régimen de odio y resentimiento social.

Dejan un país desguarnecido, donde las Fuerzas Armadas no llegan a una hora de capacidad de fuego, donde la policía es el enemigo del pueblo y donde la muerte de un uniformado se celebra por la turba como una conquista social. Donde se fabrican héroes a partir de miserables vagos que se ahogan por estúpidos, muertos porque en lugar de estar trabajando estaban violentando la paz social y los derechos constitucionales de los que desean trabajar.

Dejan un país con su soberanía ultrajada habiendo otorgado bases estratégicas convertidas en territorios nacionales extranjeros dentro del país y donde pretenden reconocer «Territorios mapuches» a una caterva de gandules, perezosos y holgazanes que se disfrazan con plumas para ser sostenidos por un Estado prebendario. Han ultrajado la soberanía cuando la moneda no vale ni el papel sobre el cual está impresa.

Para estos facinerosos la «Patria» no es más que una oportunidad para el negociado y el enriquecimiento ilícito más infame.

Es llegada la hora de poder comenzar el arrinconamiento de estos malandras disfrazados de políticos, y no será por las armas y la sangre como ellos lo predican ¡Sino por el sufragio libre!

Pues, sepa todo argentino que estos malvivientes que no han venido a servir sino a servirse del poder, le temen al voto libre del ciudadano más que Drácula a las estacas del Dr. Abraham van Helsing.

Por eso, hágase realidad aquella aspiración de Roque Sáenz Peña cuando firmó la Ley que consagraba el sufragio, universal, secreto y obligatorio: ¡Quiera el Pueblo votar!

 

Mostrar más

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba