El oro para Gran Hermano: O la sociedad argentina invertida
El arte, y dentro de esa enorme gama de posibilidades en la actualidad la televisión, refleja y representa el estado de una sociedad en diferentes momentos históricos. Las expresiones artísticas a menudo son un reflejo de las ideas, los valores, las preocupaciones y los desafíos que enfrenta una sociedad en un momento dado. Otorgar el mayor premio de la televisión a un reality como Gran Hermano significa que la escala de valores en la Argentina está totalmente invertida.

SALTA – POR ERNESTO BISCEGLIA.- Desde los años 90 el país viene en caída libre. El último atisbo por tratar de organizar un país pujante lo tuvimos apenas recuperada la democracia con el Dr. Raúl Alfonsín, pero ese esfuerzo fracasó miserablemente. No hubo tiempo, hubo que entregar antes el gobierno y darlo a las manos de Carlos Menem, el más insigne traidor que recuerde la historia argentina. Dante lo pondría en el último Círculo de su «Inferno», en el Noveno, donde están «Los traidores a Dios, a sí mismos y a la Patria», allí, justito al lado de donde habita el propio Demonio.
Nunca más se recuperó el país de aquella fiesta de «pizza con champán», el interregno radical con Fernando de la Rúa no cuenta más que para la estadística de los fracasos argentinos. Pero luego, el gran armador político, Eduardo Duhalde, le entregó el país a Néstor Kirchner y a su mujer, quienes inauguraron el tiempo de la amoralidad gobernando en el país y dejaron para los tiempos la impronta de la decadencia más absoluta.
Con los Kirchner se corrompió todo cuanto era posible hacerlo, incluso hasta la Iglesia Católica, hasta el Papa Francisco pasará a la historia con el sambenito de haber sido el primer pontífice que convirtió al Estado Vaticano en una unidad básica y trató de restaurar lo que su antecesor el Santo Papa Juan Pablo II había logrado destruir: el comunismo. Ni siquiera el Papa salió bueno de esta Argentina.
Entre las tantas materias corruptas en este país está el arte. Porque el arte puede capturar la atmósfera social, política, cultural y emocional de una época y proporcionar una ventana a la vida y las experiencias de las personas que forman parte de esa sociedad: Somos lo que el arte reproduce.
El arte actúa como un espejo de la realidad social, pero puede actuar en dos sentidos: como una representación crítica o como una exaltación de -por ejemplo- la desigualdad, la injusticia, los derechos humanos, la identidad, el género, la política… lo que fuere. El arte puede ser contestatario o militante de los valores -o disvalores- de un tiempo.
En la Argentina de fines del kirchnerismo quedan sólo cenizas de lo que alguna vez fue un gran país. La moralidad media ha descendido la vara más abajo de aquella visionaria frase de Discépolo en «Cambalache»: «Los inmorales nos han igualao»…, peor aún, «Nos han superao», como ya supimos escribirlo.
Está bien que los Premios Martín Fierro suelen ser una engaña pichanga con algún que otro acomodo mediante, pero en general, a lo largo de las décadas prácticamente no hubo quejas airadas, pero de allí a premiar con el oro a un reality como Gran Hermano, quiere decir que en la Argentina se ha tocado fondo.
Se ha otorgado el máximo galardón de la televisión a este programa que reúne para ofrecerle a la sociedad un grupo de lumpen, sigilosamente escogidos en sus estereotipos para que representen lo más degradante de una sociedad: drogadictos, vagos consuetudinarios, maricas, lesbianas, travestidos, traumados por esto o por aquello, antisociales, ignorantes en grado supino, en fin, el muestrario de lo más abyecto que tiene la cultura de la era tecnológica.
Que sea un programa con el más alto rating también denuncia el grado de degradación social a que hemos llegado en una sociedad que inviste como semidioses a los productos que la casa eyecta y los medios de comunicación siguen y apantallan como valiosos especímenes dignos de convertirse en ejemplos.
Es evidente que la sociedad tecnológica no sólo consume comida chatarra sino también cultura chatarra, siendo generosos en definir esto con el término «cultura». Y de la misma manera en que se contamina el cuerpo con el pollo frito industrializado, también el espíritu se carcome ante la visión de gente efímera, personajes que los medios idealizan hoy y que mañana serán echados al más terrible olvido. Total ¿A quién le interesa lo que les ocurra?
Los personajes del reality no tienen la culpa, son víctimas de un sistema que exprime a la gente como limón y luego los descarta, lo mismo que hace con todos y cada uno de los habitantes.
Asistimos al ocaso de una sociedad que alguna vez fue occidental y tal vez algo cristiana, estamos en un momento de tránsito desde la Patria fundada por los Próceres a una sociedad líquida -diría Bauman- pero que además se está derramando por los cuatro costados hacia las cloacas.
Si la esperanza es lo último que se pierde, tal vez, alguna vez, algunos de la generación de nuestros nietos recobren la conciencia de los valores y puedan refundar al país que está refundido.
Tal vez ellos lo hagan, pero si lo lograran algo es seguro, nuestra generación no llegará a ver la recuperación de la Argentina.-